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Lun, 20/06/2016 - 10:11

Pascal Beltrán del Río

Elección 2012: el qué y el cómo
Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río Martin es periodista mexicano, ha ganado dos veces el Premio Nacional de Periodismo de México en la categoría de entrevista, en las ediciones 2003 y 2007. En 1986 ingresó en la entonces Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se licenció en Periodismo y Comunicación Colectiva. De 1988 a 2003 trabajó en la revista Proceso; durante este tiempo publicó el libro Michoacán, ni un paso atrás (1993) y fue corresponsal en la ciudad de Washington, D.C. (1994-99), además de Subdirector de Información (2001-2003). Fue dos veces enviado especial en Asia Central y Medio Oriente, donde cubrió las repercusiones de los atentados terroristas de septiembre de 2001 y la invasión de Irak.

La primera vez que, conscientemente, vi una competencia internacional de futbol fue el Mundial de 1974 celebrado en Alemania.
Tuve que preguntar por qué no estaba México en esa Copa y mi padre me informó que porque Haití nos había eliminado.
Recuerdo que saqué un atlas que me habían regalado para mi cumpleaños y constaté que Haití era un país mucho más pequeño que México.
Claro, lo era también la República Federal de Alemania, pero no me cabía en la cabeza que ¡Haití! nos hubiese sacado del Mundial. Como el campeón defensor era Brasil, supuse en mi cabeza de niño que mientras más grande el país, mayores sus posibilidades de éxito en la cancha.
Llegado un año antes a la capital desde las áridas tierras del norte, donde era más fácil toparse con un diamante de beisbol que una cancha de fut, me sorprendió la cantidad de entusiastas del balompié que avisté en partidos llaneros a lo largo del recorrido terrestre desde Chihuahua.
Hoy sé que el potencial futbolístico de una nación no depende de su territorio o su población, pero sigo pensando que un país tan grande como el nuestro tendría que tener una reserva de talento que lo llevara a los primeros planos en ese deporte.
Fuera de la medalla de oro en la pasada edición de los Juegos Olímpicos, esos planos jamás han sido visitados por una selección mexicana.
En muy pocos momentos de la historia del futbol organizado, México ha logrado salir de una medianía que llevó a sus seleccionados a recibir el apodo de Ratoncitos verdes.
El Tri logró su primer empate mundialista en Suecia 1958 y su primera victoria en Chile 1962. En 53 partidos que ha jugado en una Copa del Mundo, tiene 14 partidos ganados, 14 empates y 25 derrotas.
Sin embargo, cada vez que viene un torneo internacional se nos hace creer que, ésta vez sí, el país aspira a la gloria.
La razón es la mercadotecnia. La decisión consciente de exprimir los anhelos de un país, de sacudirse agravios históricos y obtener el reconocimiento internacional.
Eso pensé que ocurriría en 1978, cuando la Copa del Mundo se celebró en Argentina. Era la primera vez que yo vería a México en un Mundial. Y me preparé para salir campeones. Por supuesto, era un chamaco ingenuo, pero ya leía los periódicos. Y había visto en Excélsior que José Antonio Roca decía que alzaríamos la copa.
Yo recuerdo la primera vez que me deprimí. Fue el 2 de junio de 1978. Ese día, México perdió ante Túnez en su primer partido del Mundial. Pero Roca insistía en que seríamos campeones. Que le ganaríamos a Alemania y a Polonia, las otras selecciones en el grupo 2. Perdimos ambos partidos. Con Alemania, por un espantoso marcador de 6-0.
Mundial tras Mundial, la historia ha sido la misma. Ilusiones tejidas en el aire. Sueños reforzados en tiempos recientes por la presencia de jugadores mexicanos en las grandes ligas europeas, que no consideran que esos logros son casi siempre individuales, no resultado de un proceso institucional.
Cuando uno revisa las secciones deportivas de los periódicos de los años 60 y antes, se da cuenta de que el beisbol era más importante que el futbol, al menos en la evaluación de los periodistas de entonces.
A partir de 1970, cuando México organiza por primera vez la Copa del Mundo, el futbol rebasa a los demás deportes. Cuatro años antes se había construido el estadio Azteca. Había que llenarlo. Y el futbol se vuelve lo que es gracias a un esfuerzo sostenido de mercadotecnia, al que nunca acompañó uno por volvernos competitivos en ese deporte.
La noche del sábado, México vivió la derrota más humillante de su historia futbolística. Perdió 7-0 con Chile. Sólo un partido amistoso con Inglaterra en 1961 tuvo un marcado más abultado en contra.

Hoy hay quienes llaman a cesar fulminantemente al técnico, como si ya con eso se resolvieran temas fundamentales de nuestra desgracia futbolera: el desorden institucional, el apetito por el futbol-negocio, la falta de pundonor de jugadores que piensan en sus carreras en Europa antes que en las ilusiones de los aficionados, como los paisanos que pagaron buenos dólares por ver esa vergüenza…

En una de esas viene otro técnico y el país se vuelve a ilusionar. O capaz que ya no.

*Esta columna fue publicada originalmnente en Excélsior.com.mx.

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