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Al Qaeda versus Daesh
Lun, 23/11/2015 - 09:09

Farid Kahhat

Las buenas noticias que trae el fallido atentado a Times Square
Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

Al dar muerte a Abu Musab Al Zarqawi en 2006 (fundador de Al Qaeda en Iraq, antecesor del Estado Islámico en Iraq y el Levante, o DAESH, por sus siglas en árabe), Estados Unidos incautó sus computadoras. Y al dar muerte a Osama Bin Laden en 2011, incautan sus manuscritos (los denominados “Documentos de Abbottabad”). Por razones como esa conocemos las diferencias de estrategia que llevaron a la ruptura entre ambas organizaciones.

Tanto Al Qaeda como Daesh tienen un objetivo común: establecer un Estado islámico en todos los territorios que sean capaces de conquistar y gobernar. Pero existe una diferencia en la estrategia para conseguir ese objetivo. Bin Laden definió su estrategia con base en dos experiencias: de un lado, la del grupo Hezbolá, que tras conseguir el retiro del Líbano de las tropas estadounidenses y francesas en 1984 e israelíes en el 2000, se convirtió en la fuerza política más influyente en el sistema político libanés. De otro lado, derrotas como la de Al Qaeda en Iraq hacia 2008 en su primer intento por crear un Estado islámico, o la del régimen Talibán en 2001. La conclusión que Bin Laden derivó al contrastar esas experiencias fue que “Debemos enfatizar la importancia de elegir el momento oportuno para establecer el Estado islámico”. La razón era que, mientras las potencias de la OTAN respaldasen a los regímenes a los que Al Qaeda buscaba derrocar, la creación de un Estado no haría sino ofrecer un blanco fijo para sus bombardeos aéreos. Por eso la prioridad inmediata no era la creación de un Estado, sino la expulsión de las tropas de la OTAN del Medio Oriente y el Asia Central. En palabras de Bin Laden, “Debemos seguir desgastando sus fuerzas, hasta que sean demasiado  débiles como para derrocar el Estado que decidamos establecer”. En mi opinión el paralelo que hacía Bin Laden entre su propia estrategia y la de Hezbolá es equivocado, dado que la de Hezbolá es en lo esencial una agenda nacional para el Líbano, mientras que el fin último de Al Qaeda es edificar un Estado transnacional en todo lugar en el que haya población musulmana. Es decir, al abandonar Beirut en 1984, franceses y estadounidenses no temían que Hezbolá intentara ir tras ellos, para atacarlos en su propio territorio.  

Sea como fuere, hacia 2014 Al Qaeda tenía más de 15 años de existencia sin mayores logros que mostrar respecto a la consecución del objetivo final (un Estado islámico transnacional). Por esa razón, desoyendo al mando central, la rama iraquí de Al Qaeda decide crear ese año el Estado Islámico en Iraq, rebautizado luego como Estado Islámico en Iraq y el Levante (es decir, Daesh), para finalmente adquirir el nombre de Califato del Estado Islámico. Es decir, los cambios de nombre obedecen a cambios en sus ambiciones territoriales, las cuales bajo su denominación actual carecen de un límite definido. El argumento era que la conquista de territorio permitiría el acceso a los recursos que este alberga (a través de su explotación directa en el caso del petróleo, o a través de la extorsión), los cuales facilitarían la ulterior expansión territorial. Además brindaría a potenciales aliados un punto de convergencia, y una entidad a la cual ofrecer sus recursos. A diferencia de Al Qaeda, Daesh tenía como blanco principal a los regímenes del Medio Oriente, y atacaba blancos de potencias extra regionales en lo esencial en respuesta a los ataques que estas realizaban en su contra.    

La paradoja es que ambos grupos tuvieron parte de razón: Daesh consiguió privar a Al Qaeda de la mayoría de los recursos y reclutas, pero a cambio ofreció blancos fijos para los bombardeos aéreos, sin poder hacer nada por evitarlos. Pero esos bombardeos tendrían un efecto limitado mientras no hubiera una fuerza de infantería capaz de recapturar el territorio en manos de Daesh. Eso está cambiando por dos razones. De un lado, porque a diferencia de la coalición liderada por los Estados Unidos, Rusia sí ofrece apoyo aéreo a los avances del ejército sirio (lo cual, por ejemplo, le permitió quebrar el prolongado cerco que Daesh ejercía sobre la base militar de Kuweiris). De otro lado, Estados Unidos coordina cada vez más sus ataques aéreos con diversas milicias kurdas (en forma explícita en el norte de Iraq, y en forma soterrada y circunstancial en el norte de Siria). Producto de esa colaboración, por ejemplo, las milicias kurdas lograron arrebatar a Daesh la ciudad de Sinjar (importante porque se ubica en la ruta entre Raqqa y Mosul, las dos ciudades más grandes bajo control de Daesh en Siria e Iraq, respectivamente).  

Es decir, en colaboración con potencias extra regionales, milicias locales están obligando a Daesh a replegarse progresivamente de los territorios que controla (al igual que ocurriera con intentos previos por crear un Estado islámico, como el de Al Shabab en Somalia, o el de la rama magrebí de Al Qaeda en el norte de Mali, y tal como advirtiera Bin Laden). En ese contexto, los recientes atentados terroristas contra civiles turcos en Ankara, contra civiles rusos en el Sinaí, contra civiles  libaneses en Beirut, y contra civiles franceses en París (todos ellos reivindicados por Daesh), implicarían la adopción de una estrategia similar a la que esbozara inicialmente Bin Laden. De ser correcta esta hipótesis, derivaría de ella una moraleja en claroscuros: mientras menor sea su control territorial en Medio Oriente, mayores serán los esfuerzos de Daesh por golpear al que Al Qaeda denomina “el enemigo lejano” (V., las potencias occidentales y sus eventuales aliados dentro y fuera de la región).

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