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Auxilio para la UNAM
Lun, 25/05/2015 - 15:32

Pascal Beltrán del Río

Elección 2012: el qué y el cómo
Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río Martin es periodista mexicano, ha ganado dos veces el Premio Nacional de Periodismo de México en la categoría de entrevista, en las ediciones 2003 y 2007. En 1986 ingresó en la entonces Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se licenció en Periodismo y Comunicación Colectiva. De 1988 a 2003 trabajó en la revista Proceso; durante este tiempo publicó el libro Michoacán, ni un paso atrás (1993) y fue corresponsal en la ciudad de Washington, D.C. (1994-99), además de Subdirector de Información (2001-2003). Fue dos veces enviado especial en Asia Central y Medio Oriente, donde cubrió las repercusiones de los atentados terroristas de septiembre de 2001 y la invasión de Irak.

Organizada en Facebook por Luis Soto Zarza, presunto estudiante de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, la "megapeda" del viernes pasado en las llamadas islas de Ciudad Universitaria dejó escenas en las redes sociales que debieran avergonzar a cualquiera que forme parte de la comunidad de la UNAM (como es mi caso, pues allí estudié).

Miles atendieron la convocatoria –que celebraba el fin del semestre académico– y, al final de esa borrachera pública, los prados quedaron regados de botellas de cerveza, vasos de plástico y envases de refresco.

Pero peor mancha para la UNAM fueron las imágenes de niños sentados al lado de adultos irresponsables que ingerían alcohol. Incluso hay una de una carriola, en la que también aparece una mujer que extiende un vaso con cara de “dame más chupe”.

De un tiempo a la fecha el campus principal de la UNAM se ha vuelto, con pretexto de la autonomía universitaria, un territorio sin ley. Hace 15 años que el auditorio Justo Sierra, el más grande de los viejos recintos de Ciudad Universitaria, fue tomado por vándalos que lo usan para sus fines particulares y lo defienden con violencia cuando ha intentado arrebatárselos algún otro grupo (no las autoridades, porque ellas, ya lo sabe usted, ellas son "prudentes").

En abril de 2014, mi colega y compañero Humberto Musacchio recordaba en estas páginas que ese auditorio fue sede de la Orquesta Filarmónica de la UNAM, bajo la batuta de Eduardo Mata, y que un día habló allí Pablo Neruda, presentado por Juan José Arreola de forma memorable : “Cuando los grandes hablan, los pequeños callamos”.

Pero actualmente, denunció Musacchio, "dentro de él funcionan cocinas, se alquilan rincones para dormir, se ejerce la prostitución y se comercia un amplio catálogo de drogas".

Vaya usted a casi cualquier escuela adscrita a la UNAM, en CU y otros campus, y encontrará auténticos tianguis, invadiendo pasillos y jardines, donde puede encontrarse una gran variedad de productos, muchos de ellos pirata.

Como digo arriba, la autonomía se ha convertido en pretexto para violar la ley, pues las pocas veces que las fuerzas del orden se acercan al perímetro de CU o lo traspasan, son repelidas violentamente por fósiles o personas que ni siquiera estudian o enseñan en la UNAM y son denunciadas en medios de comunicación y redes sociales.

La defensa de la autonomía universitaria ha sido el pretexto de militantes de diversas organizaciones de izquierda –que, en los hechos, son porros– para seguir usando a la UNAM para sus fines privados.

La UNAM, nuestra universidad, debe dejar de ser un reducto de permisividad y rebeldía. El papel de la Máxima Casa de Estudios es ser un recinto apropiado para estudiar y crear.

Cada espacio tiene su propia función. Así como a nadie se le ocurría hacer un picnic en Bellas Artes, una fiesta debe realizarse en un lugar correspondiente, no en jardines que –estoy seguro– se incluyeron en el proyecto original de CU para la reflexión fuera de clases. No son para consumir alcohol, cosa que está prohibida en espacios públicos, con o sin autonomía.

Hay quienes ponen como pretexto que hace décadas que en las islas se consumen alcohol y drogas y se practica el sexo, pero ya vimos, con los hechos del viernes pasado, a lo que conduce esa forma de pensar. Si se les permite, quienes creen que la Universidad es cantina no dejarán de llevar cada vez más lejos su acciones.

Los cubículos y recintos tomados para la venta de mercancías o comida –incluso aquellos que se destinan a supuestas actividades políticas– deben ser retomados de inmediato por la autoridad.

Entiendo el argumento de que la UNAM no tiene fuerza pública, pero debe haber una convocatoria valerosa del rector, que muchos universitarios secundaríamos, para echar de las instalaciones a los vándalos que las ocupan.

Debe aplicarse el reglamento interno, que prohíbe el comercio ambulante, y entregar a las autoridades a los narcomenudistas.

Seguir actuando con parsimonia disfrazada de prudencia no ayuda a la UNAM. Esa actitud de la autoridad está conduciendo a nuestra universidad al deterioro y al desprestigio.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.

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