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Brío fiscal para Chile
Mié, 15/10/2014 - 09:39

Ricardo Ffrench-Davis

Una sola moneda para el mundo
Ricardo Ffrench-Davis

Profesor de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile.

La desaceleración económica ha sido sorprendentemente fuerte. Más allá de lo que ya venía desde el último año del gobierno de Piñera, se intensificó durante este gobierno. El debate tributario, sin duda, tuvo un impacto.

No es el contenido de la reforma en sí (moderado, gradual, 3% del PIB recién en 2018). La intensificación ha sido más bien consecuencia de la eficacia de la desinformación brutal, que llevó a la opinión pública a reducir a un tercio su apoyo a una reforma que inicialmente era ampliamente popular.

Al margen de las imperfecciones de la ley y fallas en el proceso, el proyecto promulgado es mucho mejor que lo existente. Recauda más y en forma más progresiva, claro que aumentando los desafíos al SII para tapar las fuentes de elusión que se abrieron con el Protocolo de Acuerdo. La aprobación de la reforma tributaria ayuda a despejar terreno en las expectativas desinformadas.

Uno de los componentes esenciales del equilibrio de la economía real es que la demanda agregada o capacidad de compra sea consistente con la capacidad productiva o PIB potencial. La desaceleración económica implica que, por escasez de demanda, se ha producido una brecha significativa entre el PIB potencial y el PIB efectivo, desde 2013; la brecha crece día a día en cuanto el PIB efectivo aumente más lentamente que el PIB potencial.

En 2012 la economía topó el techo productivo o PIB potencial; ello se reflejó en el freno del crecimiento en 2013, en el 4,1% registrado entonces, que es aproximadamente el promedio que llevamos en los últimos 15 años (ver mi columna de marzo pasado).

En 2014 el crecimiento efectivo sería del orden de 2%, según diversas estimaciones de estos días (con un tercer trimestre deprimido, ya definido).

Por otro lado, se estima que el PIB potencial se ha expandido sobre 4% en 2014, y el Ministerio de Hacienda acaba de dar una cifra de 4,3% para 2015.

Entonces, en 2014 quedarían por lo menos unos 2 puntos de PIB sin utilizar, los que dan amplio espacio en 2015 para un crecimiento efectivo del 4,3% más esos dos puntos; si no es todo alcanzable en 2015, podría serlo en 2016. Un esfuerzo titubeante puede apresarnos en 3% a 4%.

Lo relevante es que una vigorosa reactivación es técnicamente posible. Para concretarse, se requiere reactivar la demanda efectiva. Reactivarla, junto con la reducción de tasas de interés del Banco Central, exige un aumento del gasto fiscal, principalmente en inversión pública, que eleve el potencial productivo y reutilice la capacidad privada que ha ido quedando subutilizada.

En la coyuntura desacelerada, el desafío fiscal significa (a) en lo mínimo, poner al día el presupuesto de 2013 que no se ejecutó (b) en lo normal, ejecutar el presupuesto de 2014, que en algunos ministerios está muy atrasado (c) gastar todo lo que se alcance a recaudar de la reforma este año, lo que reactiva, pero poco, pues es gastar lo que se retira vía recaudación.

Una economía desacelerada por más de un año exige ir más allá, con un efectivo impulso contra-cíclico. Ello requiere financiamiento y Chile lo tiene. Para eso es el voluminoso “fondo soberano”, el FEES, gracias al alto precio del cobre.

 Con esos recursos fiscales –en realidad basta una fracción menor– debiera ponerse en marcha un “impulso reactivador”, contracíclico, acelerando los proyectos ya aprobados, los que están evaluados positivamente y que no se han iniciado por falta de aporte presupuestario, poniendo 100% al día los atrasos en pagos a proveedores, reduciendo las “deudas históricas” y acelerando la evaluación de nuevos proyectos.

Un paso pragmático, como el propuesto, abriría camino a la recuperación sostenible del desarrollo, tan elusivo desde 1999. Sí, desde 1999.

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