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Burundi y sus conflictos étnicos
Mié, 27/05/2015 - 15:19

José E. Mosquera

La interconexión eléctrica Colombia-Centroamérica
José E. Mosquera

José E. Mosquera es periodista y escritor colombiano. Es columnista de los diarios El Tiempo, El Espectador, Portafolio, El Colombiano, El Mundo, La República, La Patria, El Liberal, El Universal y La Tarde (Colombia), La Nación (Costa Rica), La Prensa, La Estrella de Panamá y El Panamá América (Panamá), El Heraldo (Honduras), Tal Cual (Venezuela) y El Nuevo Diario (República Dominicana), entre otras publicaciones nacionales y extranjera.

Burundi es un país cafetero de la región de los Grandes Lagos de África, una de las zonas más ricas y conflictivas de este continente. Cercano al Cuerno africano, otra región convulsionada del denominado Arco del Islam. Su territorio, por su estratégica localización y sus riquezas de uranio, níquel, cobre y platino, ha jugado desde el dominio colonial de Bélgica un papel preponderante en las disputas de las potencias en África.

Es una nación de diez millones de habitantes, del tamaño territorial del departamento de Bolívar, en Colombia, y con unos conflictos étnicos que tienen profundas repercusiones internacionales, cuyas raíces datan del período colonial, cuando los belgas para acentuar su dominio dividieron artificialmente a la población en dos grupos étnicos: tutsi y hutus. Así fomentaron sus rivalidades, al considerar a los tutsis, un grupo minoritario de ganaderos, cómo individuos superiores y con dotes para gobernar; mientras que a los hutus, la población mayoritaria, tradicionalmente agricultores, como personas inferiores y relegadas a la escala más inferior de la sociedad.

Pese a que Burundi alcanzó su independencia hace 53 años, las rivalidades étnicas por el control del poder entre los tutsis, que representan el 15% de la población, y los hutus, que son el 85%, se han traducido en una profunda inestabilidad política. Su historia se ha caracterizado por una violencia étnica ancestral y una trágica vida institucional de golpes de Estado, donde el discurso de identidad étnica se ha constituido en una poderosa arma de movilización política y con fuertes vínculos en países vecinos como Ruanda, Tanzania, la República Democrática del Congo y Uganda. De allí que cuando hay tensiones internas entre tutsis y hutus, surgen reacciones solidarias transfronterizas en toda la región de los Grandes Lagos. Lo que indica que los conflictos étnicos y las crisis políticas de Burundi tienen un impacto regional y profundas incidencias internacionales.  

Su primer gobernante, el Rey Mwambutsa IV, un monarca que defendió la participación de todas las etnias en el reparto del poder, fue asesinado tres años después de la independencia. De allí en adelante, Burundi ha sufrido un ciclo permanente y sangriento de golpes de Estado y de violencia étnica. En consecuencia, el dominio del poder quedó en manos de los tutsis, que desplegaron una sistemática exclusión y exterminio de los hutus.

Por las presiones internacionales, en la década de los 80 del siglo XX se promulgó una nueva Constitución que abrió el ciclo de la democratización y que permitió que en 1993 asumiera la presidencia el hutus Merchior Ndadaye, el primero en la historia de su etnia en ocupar la Jefatura del Estado. Tres meses después fue asesinado y se desató una guerra civil que duró más de diez años, guerra que finalizó con el Acuerdo de paz de Arusha, en 2000, el que puso fin a la despiadada guerra civil.

Un acuerdo que estableció un sistema de poder compartido entre los dos grupos étnicos y se fijo la reelección presidencial por una sola vez. Luego de 15 años de "paz política", se recrudecieron los enfrentamientos étnicos tras la decisión del actual presidente Pierre Nkurunziza de reformar la Constitución para reelegirse por tercera vez, además de provocar un intento de golpe de Estado, lo que reactivó la ola de violencia y se agudizó más aún con el asesinato del líder opositor Zedi Feruzi, entrando en zozobra la seguridad de este país africano.

En resumen, los conflictos políticos y étnicos en Burundi no son la excepción dentro de las conflictividades de África, un continente que ha pasado del meridiano de la órbita europea, luego a la bipolarización durante la Guerra Fría, entre soviéticos y gringos, después a un mundo geopolítico dominado por Estados Unidos y a uno que ahora observa la luchas de gringos y chinos por su dominio.

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