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Capitalismo a la china
Jue, 09/07/2015 - 10:38

Leo Zuckermann

¿Puede comprarse el voto en México?
Leo Zuckermann

Leo Zuckermann es analista político y académico mexicano. Posee una licenciatura en administración pública en El Colegio de México y una maestría en políticas públicas en la Universidad de Oxford (Inglaterra). Asimismo, cuenta con dos maestrías de la Universidad de Columbia, Nueva York, donde es candidato a doctor en ciencia política. Trabajó para la presidencia de la República en México y en la empresa consultora McKinsey and Company. Fue secretario general del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde actualmente es profesor afiliado de la División de Estudios Políticos. Su columna, Juegos de Poder, se publica de lunes a viernes en Excélsior, así como en distintos periódicos de varios estados de México. En radio, es conductor del programa Imagen Electoral que se trasmite en Grupo Imagen. En 2003, recibió el Premio Nacional de Periodismo.

Nadie puede negar que la apertura de China al capitalismo fue un éxito. La decisión de Deng Xiaoping de abandonar el sistema económico comunista ha sido una de las transformaciones más importantes de nuestra época. Los comunistas chinos se abrieron al mercado. Pero en algunos casos lo dejaron operar sin regularlo y en otros abusaron de la regulación del Estado. Hoy estamos viendo las consecuencias negativas de este capitalismo a la china, que tiene el potencial de generar movimientos sociales que desestabilicen al gran gigante asiático.

Por un lado está un Estado ausente que permitió que el mercado accionario se convirtiera en un casino. Muchas de la bolsas de ese país crecieron exorbitantemente en el último año. En mayo, The Economist daba cuenta de la sobrevaluación. La Bolsa Shenzhen, donde cotizan las firmas tecnológicas, tenía un promedio en el múltiplo precio/utilidad de 64, cuando un 25 se considera como una acción cara en la mayoría de los mercados internacionales. En los títulos listados en ChiNext, las valuaciones ya eran similares a las que tuvo el Nasdaq estadunidense antes de que reventara la burbuja de las dot.com a principios de este siglo. The Economist daba ejemplos de los absurdos precios de las acciones: “una compañía de comida para mascotas se estaba cotizando a 221 veces sus utilidades, una que producía saunas a 285 y un manufacturero de ventiladores a 732”.

En la mayoría de los mercados de China continental sólo pueden participar inversionistas individuales locales. No pueden entrar los institucionales (éstos operan desde la bolsa de Hong Kong). Millones de chinos son los que tienen cuentas bursátiles individuales. Con la gran liquidez que ha existido en ese país en las últimas épocas, la gente ha invertido su dinero en un mercado esperando retornos propios de un casino. La sobredemanda de títulos generó un incremento absurdo de los precios.

Ya en mayo, The Economist adelantaba que la burbuja reventaría. Sólo se preguntaba cómo y cuándo. Pues bien, ya está reventando. Estos días los mercados chinos han estado en picada. Este miércoles perdieron más valor en capitalización de mercado de lo que produce toda la economía griega que tiene a Europa colgada del alambre.

Irresponsablemente, el gobierno chino dejó crecer esta irracionalidad exuberante. Ahora está interviniendo, muy tarde, para corregir el problema. Y, en lugar de buscar un aterrizaje suave, ha ordenado ineficaces medidas para evitar el desplome bursátil. Primero bajaron las tasas de interés. Luego limitaron el número de transacciones que se podían realizar, suspendieron la emisión de nuevas acciones, inyectaron fondos del Estado para comprar títulos, presionaron a que los intermediarios también adquirieran más y quitaron regulaciones para que las compañías de seguros invirtieran en estos mercados.

Pero los mercados son implacables: como irracionalmente suben, irracionalmente bajan. Es el efecto de “concurso de belleza” del que tanto hablaba Keynes. Ahora todos quieren vender y nadie comprar. Ayer se tuvo que suspender la venta de las acciones. Al parecer, ya nada detiene el crack bursátil. Desesperado, el gobierno ordenó que los propietarios con más del 5% de las acciones de una compañía no puedan deshacerse de sus posiciones.

La falta de regulación en este mercado contrasta con la mala regulación en otro. Burocráticamente, desde Pekín, decidieron la construcción de ciudades en áreas rurales donde predominaba una producción agropecuaria muy precaria. A los campesinos les quitaron sus tierras y los mudaron a otras zonas del país. Al cabo de poco tiempo, construyeron nuevas urbes con decenas de torres de vivienda. Hace poco vi un reportaje en HBO que hablaba de estas ciudades fantasma. Nadie quería vivir ahí. La mayoría de los edificios estaban vacíos.

Pero en otras ciudades ya habitadas de China, los burócratas restringieron la construcción de viviendas. Esto produjo otra burbuja especulativa en el mercado de los bienes raíces: los precios crecieron de manera exorbitante. La reacción del Estado para desinflar la burbuja fue restringir la compra de propiedades a una sola por familia. Sin poder invertir en el mercado inmobiliario, la gente con dinero trasladó sus ahorros a otros instrumentos… como acciones que empezaron a subir como la espuma. Así opera el capitalismo a la china que muchos quisieran emular en México.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.

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