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Comportamiento y trabajo informal: ¿a quién echarle la culpa?
Jue, 18/07/2013 - 14:58

Susana Martínez Restrepo

Río+20: ¿y si mejor dejamos de crecer?
Susana Martínez Restrepo

Susana Martínez Restrepo es investigadora asociada en áreas de Pobreza, Objetivos de Desarrollo del Milenio y Desarrollo Humano de la Dirección Regional para América Latina y el Caribe del PNUD, con sede en la ciudad de Nueva York. Anteriormente se encuentra terminando su tesis de doctorado titulada “La Economía de la Asignación del Tiempo en Adolescentes: Evidencia del Impacto del Proyecto Agente Joven en Brasil”, en el programa de Economía de la Educación, en la Universidad de Columbia en Nueva York. Durante sus estudios de doctorado trabajó en varios proyectos de investigación en NCREST, (National Center for Restructuring Education, Schools and Teaching), Harlem Children Zone, The Earth Institute. También trabajó como investigadora asociada para el Centro de Gobernabilidad y Liderazgo (Centre for Governane and Leadership), de la oficina del Primer Ministro de Singapur. Es PhD de la Columbia University y tiene una Maestría en Política Comparada de Sciences-Po Paris (Institut d’Etudes Politiques de Paris) y un pregrado en Ciencia Política y Estudios Latino Americanos de Sciences-Po Paris. Sus intereses de investigación incluyen: políticas educativas y de empleo para jóvenes y mujeres en situación vulnerable y comportamientos de riesgo en adolescentes.

Diseñar programas de protección social óptimos es un desafío. Existen numerosas críticas al hecho de que los programas de Transferencias Monetarias Condicionadas (TMC) como Bolsa Familia en Brasil, Oportunidades en México, o Familias en Acción en Colombia generan dependencia y desincentivan el empleo formal. La teoría económica sugiere que los mercados informales son ineficientes porque crean evasión fiscal, trabajos de baja productividad, subempleo, entre otros.

El argumento de estudios como el de Santiago Levy “Good Intentions, Bad Outcomes” sugiere que la estructura de incentivos no contributivos implícita en programas sociales, funciona como un subsidio ineficiente al empleo informal, interfiriendo así con el proceso “natural” en el que los trabajadores buscan trabajos de más alta productividad y las empresas realizan inversiones en entrenamiento y nuevas tecnologías. De hecho, en muchos países de América Latina, a pesar del crecimiento del PIB y de la ampliación de la cobertura de programas sociales a familias no cotizantes, más de la mitad de los trabajos son del sector informal, y esta cifra es aún mayor en mujeres y en la población joven.

Sin embargo, dudo que estos incentivos sean los causantes de este tipo de “comportamiento” de trabajadores que se benefician de la informalidad. Existen otras condiciones “estructurales”, mentales, sociales y en materia de infraestructura de la vida urbana, que poco han cambiado tras la implementación de estos programas y que también pueden explicar por qué el empleo informal se mantiene tan alto (ver proporción de trabajadores del sector informal según nivel de educación).

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Hace poco leía una columna de Ricardo Hausmann llamada “La lógica del mercado informal”  (traducción propia) sobre como la falta de transporte público en zonas periféricas de las grandes ciudades de países en desarrollo, sus altísimos costos (relativos a los salarios locales) y las grandes distancias, pueden ser el mayor desincentivo al trabajo formal. Haussman estima por ejemplo, que el tiempo de viaje diario para los trabajadores de bajos ingresos del sector formal puede exceder tres horas (ida y vuelta) y que el costo directo promedio de traslado es equivalente a aproximadamente dos horas de trabajo en el salario mínimo. Haciendo estas cuentas, un turno de ocho horas de trabajo se convierte en un turno de 11 horas pero el pago neto es de sólo seis.

Esto me lleva a discutir un punto no mencionado (directamente) por Haussman: el rol del cuidado de niños y ancianos y labores domésticas en el hogar que recae casi exclusivamente en las mujeres y el trabajo informal. Además del costo monetario, la distancia y el tiempo desincentiva el trabajo formal de las mujeres. En Encuestas de Hogares y de Uso del Tiempo de países como Chile, Colombia, Brasil o México, se menciona siempre el cuidado del hogar y de los hijos como una de las principales razones para no trabajar o trabajar pocas horas.

Lo que parece que baja la productividad para el gobierno y para economistas del desarrollo, puede parecer de altísima productividad para una mujer de bajos ingresos con tres hijos y un hogar que atender. Un empleo informal le da un ingreso, flexibilidad en el manejo de su tiempo y la posibilidad de trabajar desde la casa o muy cerca de ella. Por esto, para aumentar la participación de la mujer en el mercado formal, es necesario (además de los cambios en el trasporte público ya mencionado) mejorar la oferta de servicios del cuidado y transformaciones culturales profundas en los roles de género en la familia.

En mi opinión, es crucial hacer la distinción entre programas para la reducción de la pobreza y programas de protección social, y con ellos a los incentivos y los efectos (esperados e inesperados de éste). Algunos programas como los TMC juegan un rol fundamental debido a sus condicionalidades de salud y educación. Para reducir el mercado informal es importante entender su dinámica de género, cultural, social y física/urbana.

El sector informal es en gran parte una consecuencia del hecho de que las personas están desconectadas de las redes modernas de producción, sobre todo debido a problemas de transporte – una ineficiencia que no se resolverá simplemente reduciendo el costo de registrar un negocio, bajando algunos impuestos y forzando a las pequeñas empresas a pagar impuestos, o reduciendo programas de protección social no contributivos. Antes de echarle la culpa a los incentivos generados por los programas de protección social, tenemos un largo camino por recorrer para incluir a las poblaciones de bajos ingresos que se concentran en las periferias de las grandes metrópolis latinoamericanas como Buenos Aires, Santiago, Lima, Sao Paulo, Río de Janeiro, Bogotá, México DF.

Como dice Haussman “se requiere de muchos años de entrenamiento y pensamiento económico abstracto para no ver lo obvio”.

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