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COP20: ante un problema ambiental que requiere una negociación económica
Mié, 03/12/2014 - 09:31

Leonardo García-Polo

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Leonardo García-Polo

Leonardo García-Polo es country manager de Falcon en el Perú. tiene a su cargo las operaciones de Perú y Ecuador. Ha ejecutado y dirigido proyectos en las industrias de retail, salud, forestal, telecomunicaciones y utilities. Se integró a Falcon en 2005. Antes de ser miembro de Falcon, trabajó como jefe de Planeamiento Financiero y Presupuestos en la EPS Novasalud. Completó su MBA en la Universidad Adolfo Ibáñez y estudió la carrera de Administración y Finanzas en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas.

Ya se inició en Lima la Cumbre por el Cambio Climático, COP20 y la cuestión ambiental se constituye como la negociación global más importante de nuestra era. El evento, que tiene como objetivo avanzar en acuerdos concretos para reducir los impactos del calentamiento global, se transforma en un espacio adecuado para proyectar el futuro del planeta. Resulta central destacar que las negociaciones son, fundamentalmente, de carácter económico, más que medioambiental, y cada actor tiene sus propios intereses que pretende hacer prevalecer.

El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU sostiene que, con las tendencias actuales, la temperatura del planeta podría aumentar hasta 4,8 centígrados para el año 2100 y el nivel del mar elevarse hasta 82 centímetros. Advierten que inundaciones, sequías, hambruna y problemas habitacionales serán el resultado más probable. Todos estos efectos tendrán un impacto concreto en la economía global, generando costos asociados. Esos  costos serán los que estarán sobre la mesa de negociación. O dicho de otro modo, conformarán la línea base de la problemática ambiental en discusión.

Los gobiernos necesitarán justificar las inversiones necesarias para revertir los efectos del cambio climático en función al mayor costo que se estará evitando en el futuro producto de dichas inversiones. Claro que para eso será necesario que los compromisos sean vinculantes y con alcance a, al menos, los principales países emisores de gases de efecto invernadero, lo que, sin duda, representa un reto y un cambio de paradigma.

Actualmente, los incentivos no están alineados para el logro de los mejores resultados del conjunto del planeta. Cada Estado, individualmente, busca aumentar los niveles de producción sin el reparo necesario en los efectos sobre el medio ambiente. No se paga un costo directo por la emisión de gases de efecto invernadero que afectan a la economía global en su conjunto.

Si bien hay países que proactivamente vienen tomando iniciativas (en el caso de Perú, por ejemplo, implementando un plan de deforestación cero y estableciendo como meta lograr que la matriz energética integre al menos 40% de energías limpias para el 2021), se trata de iniciativas que si bien van en la buena dirección, muchas veces son aisladas e insuficientes a escala global. Por otra parte, iniciativas internacionales como los bonos de carbono aún se encuentran lejos de funcionar de forma óptima.

Otro punto a destacar es la deuda histórica a raíz de las emisiones que generaron los países desarrollados para lograr sus estándares de vida actuales, y que hoy los países en desarrollo exigen incorporar en las mesas de negociaciones. Es decir, reclaman las mismas oportunidades para el desarrollo que tuvieron los primeros. Entre las alternativas se baraja que los países en desarrollo reciban aportes de los países desarrollados (mediante el Fondo Verde, por ejemplo), lo que les permitiría enfrentar parte de los costos por el impacto del cambio climático.

En ese sentido, es esperable que las principales dificultades en la negociación pasen por llegar a un acuerdo en cuanto al grado de inversión que deberían realizar los países desarrollados. Otro de los puntos a tener en cuenta es que muchas veces los gobiernos tienden a priorizar significativamente el corto plazo por sobre el mediano y largo plazo, lo que dificulta lograr acuerdos de gran envergadura que beneficie inclusive a las futuras generaciones.

En lo que respecta al Perú, la COP20 presenta una oportunidad histórica de mostrarse al mundo y aprovechar el impulso para lograr conciencia interna, coordinando acciones del sector público y privado.