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Doce más uno
Jue, 27/12/2012 - 22:59

Yoani Sánchez

La despedida de Fidel: a su manera
Yoani Sánchez

Yoani Sánchez es Licenciada en Filología. Reside en La Habana, Cuba, es una de las blogueras más destacadas en el mundo de habla hispana. Entre otras distinciones, por su trabajo en el blog Generación Y, ha recibido los premios Ortega y Gasset (2008), 25 Mejores Blogs Time-CNN (2009), María Moors Cabot (2009) y Príncipe Claus (2010), éste último, por haber sido seleccionada entre los 60 heroes de la libertad de expresión por el Instituto Internacional de Prensa (IPI), con sede en Viena, Austria.

La cábala, el número que no se menciona, la superstición con las cifras, la calamidad que podría llegar de tan solo pronunciar cinco letras. Recuerdo que cuando cumplí 13 años, muchos chistes en la escuela giraban en torno a lo mismo. ¿Qué edad tienes?, preguntaban los estudiantes de grados superiores para burlarse de mi turbación al contestar. Tenía que responder con un “doce más uno” o con un “quince menos dos”, porque si decía aquellos dígitos malditos me caía encima una oleada de risotadas. Podía venir también un cocotazo y el grito de ¡tócate! que todavía hoy no sé muy bien qué significaba en aquel contexto. De manera que crecí suponiendo que el trece no solo traía mala suerte, sino también escarnio, chanza, injuria.

Cuando me mudé a vivir con Reinaldo, pensé: “¡Qué alivio!, al menos vive en el piso 14 y no en el de abajo”. Se imaginan que cada vez que dijera mi dirección me gritaran aquel sarcástico ¡tócate! de mi adolescencia. No me alcanzarían los sonrojos. Años después, el pronóstico médico apuntaba a que mi hijo nacería el 13 de agosto de 1995, pero -por suerte- la naturaleza anticipó el momento y nos libró de aquella “fecha sombría”. Y así, vadeando y evitando, dejando de pronunciar algunas veces y usando las sumas y las restas en otras, me escabullí de la sombra supersticiosa del “diez más tres”. Como yo, otros muchos han hecho lo mismo, a veces más por precaución que por real creencia en su mala estrella. Pero ahora viene una prueba dura para todos: el año 2013 que está a punto de comenzar.

Tengo la impresión de que para los cubanos, los próximos doce meses no serán para nada de fatalidad. Desde ahora puedo prever que estarán llenos de instantes de cambios y de grandes momentos. Mucho del país que conocemos se transformará, para bien y un poco para mal; nuevos nombres llegarán al escenario nacional y otros serán inscritos finalmente sobre el mármol de una lápida. Una era terminará, dándoles por esta vez la razón a los mayas. Pero todo eso depende, casi en primer lugar, de cómo los ciudadanos manejemos los retos que se nos van a presentar, de cuán conscientes estemos de que vivimos un punto nodal de nuestra historia. Desde ya me estoy preparando y repito como un mantra: trece, trece, trece, trece, trece…

*A todos mis amigos, colegas, bloggers, periodistas de todas partes del mundo, lectores de mis textos, comentaristas que han hecho suyo este blog, traductores que de manera voluntaria lo llevan a tantas lenguas, a quienes con su crítica acertada o con su ácida diatriba me han ayudado a ser mejor persona, a todos ellos, les deseo felices fiestas y un hermoso Año Nuevo.

**Esta columna fue publicada originalmente en El Universo.com.

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