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El 2018 mexicano, ¿entre el PRI y Andrés Manuel López Obrador?
Lun, 23/05/2016 - 08:58

Leo Zuckermann

¿Puede comprarse el voto en México?
Leo Zuckermann

Leo Zuckermann es analista político y académico mexicano. Posee una licenciatura en administración pública en El Colegio de México y una maestría en políticas públicas en la Universidad de Oxford (Inglaterra). Asimismo, cuenta con dos maestrías de la Universidad de Columbia, Nueva York, donde es candidato a doctor en ciencia política. Trabajó para la presidencia de la República en México y en la empresa consultora McKinsey and Company. Fue secretario general del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde actualmente es profesor afiliado de la División de Estudios Políticos. Su columna, Juegos de Poder, se publica de lunes a viernes en Excélsior, así como en distintos periódicos de varios estados de México. En radio, es conductor del programa Imagen Electoral que se trasmite en Grupo Imagen. En 2003, recibió el Premio Nacional de Periodismo.

La elección presidencial de 2018 todavía está muy lejos y muchas cosas pueden pasar. No obstante, a dos años de distancia, si se revisan las distintas encuestas, ya se vislumbran algunos factores que estarán en juego. Primero: es indudable que el PRI tendrá la fuerza del partido.

El PRI es el único que auténticamente tiene una presencia nacional salvo en la Ciudad de México. Cuenta con el mayor número de votantes duros que, pase lo que pase, votarán por ese partido, independientemente del candidato que esté en la boleta. Son alrededor de 25% de la población a los que hay que sumar un 5% más de dos partidos que seguramente apoyarán al candidato presidencial priista: el Verde y Nueva Alianza. Rondan, entonces, el 30% de la votación. Nada mal si el 70% restante se divide lo más posible entre los demás candidatos. Ésa es la apuesta del PRI: que el voto anti-priista se fraccione lo más posible para que nadie les pueda ganar. Van a hacer todo lo posible para que así sea.

Segundo: también es indudable que la fuerza del candidato la tiene López Obrador. En  prácticamente todos los careos de las encuestas sale como el que obtiene las mayores preferencias.

Recordemos, además, que AMLO obtuvo el segundo lugar en la elección presidencial de 2006 con 15 millones de votos y, en 2012, con 16 millones. Agréguese que hoy se ve fuerte. Tiene, para empezar, un nuevo partido que él controla a su antojo. Ya no tiene que negociar con nadie para hacer lo que le plazca. Como dirigente nacional de Morena, aparece en millones de spots de radio y televisión posicionándose como el político anti-establishment en un momento donde la gente está enojada con la clase política tradicional.

Y él cosecha cuando los priistas y panistas se pelean por ver quién es el más corrupto. Lo vimos en 2012. El agarrón entre Vázquez Mota del PAN y Peña Nieto del PRI acabó beneficiando a López Obrador. Lo mismo está ocurriendo ahora en la elección de gobernador de Veracruz. Mientras los Yunes del PAN y del PRI se echan estiércol de un lado a otro, crece Cuitláhuac García, candidato de Morena. De hecho, de acuerdo a los encuestadores, el morenista tiene posibilidades serias de ganar la elección veracruzana en junio. Lo mismo David Monreal en Zacatecas. Imagine usted el poder que tendrá AMLO si el 6 de junio nos amanecemos con la noticia que Morena ganó dos gubernaturas y sacó la mayor votación en la elección de constituyentes de la Ciudad de México.

Rumbo a las elecciones presidenciales de 2018, el PRI tiene la fuerza del partido y AMLO la del candidato. La pregunta es si un tercero puede meterse en esta competencia.

No lo veo por el lado de la fuerza partidista: no creo que, de aquí al 2018, de repente un partido rebase al PRI como el partido más grande y organizado a nivel nacional. Sí, en cambio, podría haber un cambio con un tercer candidato que jale votos. ¿Quién?

Las encuestas demuestran que Margarita Zavala podría meterse en la competencia si el PAN la lanzara como su candidata. Es conocida y popular. Le favorece ser mujer y la percepción que es honesta (esto es importante porque la corrupción será uno de los temas centrales de la próxima elección presidencial). El problema para Margarita es que no está en sus manos que el PAN la lance como su candidata. Enfrente tiene a un dirigente nacional, Ricardo Anaya, que está haciendo todo para aparecer él en las boletas, incluso imitando a AMLO en lo de los spots de radio y televisión.

Margarita es de lejos la candidata preferida del electorado que se identifica como panista. Pero, si la elección es sólo entre militantes y simpatizantes, ahí puede perder, como demuestra una encuesta de marzo de Parametría de sólo militantes del PAN: Anaya y Zavala aparecen empatados.

Si los panistas no eligen a Margarita, ésta puede irse por la vía independiente como ha dicho. El problema es que, mientras más candidatos independientes haya en la boleta, más feliz estará el PRI al dividir el voto anti-priista. En Nuevo León mucha gente piensa que su gobernador, Jaime Rodríguez, ya pactó con el presidente Peña: el Bronco se lanzaría como independiente a cambio de que el gobierno federal salve las finanzas del estado. En este sentido, Rodríguez no le entraría al pacto que está proponiendo Jorge Castañeda: un solo independiente con una sola plataforma. El gobernador nuevoleonense iría, aunque perdiera, porque el objetivo sería quitarle votos a López Obrador. ¿Cuántos? Los suficientes para que la fuerza del partido (hoy en manos del PRI) sea mayor que la del candidato (hoy dominada por AMLO).

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.

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