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El África del escritor Andrés Hoyos
Jue, 04/02/2016 - 09:13

José E. Mosquera

La interconexión eléctrica Colombia-Centroamérica
José E. Mosquera

José E. Mosquera es periodista y escritor colombiano. Es columnista de los diarios El Tiempo, El Espectador, Portafolio, El Colombiano, El Mundo, La República, La Patria, El Liberal, El Universal y La Tarde (Colombia), La Nación (Costa Rica), La Prensa, La Estrella de Panamá y El Panamá América (Panamá), El Heraldo (Honduras), Tal Cual (Venezuela) y El Nuevo Diario (República Dominicana), entre otras publicaciones nacionales y extranjera.

El escritor colombiano, Andrés Hoyos, fundador de El Malpensante, una de las revistas culturales más importante en Colombia, publicó en el diario El Espectador (I-26-2016) una columna sobre África, que me generó bastantes interrogantes. Por dos razones: la primera, por la manera superficial como enfoca su análisis y la segunda por las rebuscadas comparaciones que hace entre África y Sudamérica.

Un análisis sustentado en los imaginarios racistas preconcebidos que creó el colonialismo europeo sobre África salvaje, atrasada y pobre. Fantasías que aún siguen vigentes en el mundo, y cuyo primer error es mirar a África como si fuera un país y no como un continente de 54 países y con diversidades de regiones. Lo que destaca es el África de los safaris, "selvática, tropical, tribal, atrasada y pobre", pero no hace referencia sobre las Áfricas de ciudades modernas, de los grandes centros académicos y menos acerca de los niveles de desarrollo y de crecimiento económico que han alcanzado sus países.

Tampoco hace una distinción entre África del Norte y África Subsahariana, cuando dentro de ambas existen diferencias geográficas, étnicas, sociales y culturales, inclusive entre un mismo país y de un país a otro que son determinantes para comprender los problemas locales.

Ahora, si nos detenemos a examinar al África Subsahariana, encontraremos que dentro de ella también hay varias Áfricas con marcadas características: oriental, central, occidental y sur. Además de subregiones con características muy peculiares, como la de los Grandes Lagos y el Cuerno Africano, que hace parte del llamado Arco del islam, aunque ése es otro cuento.

Decir que "África y América del Sur son parientes cercanas" porque unas plantas como la palma de aceite de origen africana se cultiva acá, y el cacao y el caucho de origen americano se cultivan allá, además de la herencia de la esclavitud, es desconocer las profundas diferencias que existen entre las multiculturalidades de los países africanos y las de las naciones sudamericanas.

Las Áfricas también son mestizas como Sudamérica, producto de las migraciones. Por eso tratar de buscar similitudes rebuscadas no cuadra, ya que dentro de esas multiculturalidades es poco lo que nos une más allá de los índices de pobreza y el color de la piel de la mayoría de la población de los países Subsaharianos con las minorías negras que viven en las naciones sudamericanas.

Culturalmente somos totalmente diferentes. En consecuencia, resulta complejo hacer una comparación entre unas Áfricas con una mayoría de población que profesa el islam (sunitas y chiítas), con unos países sudamericanos mayoritariamente cristianos, con visiones diferentes sobre la vida y la muerte.

Hablar de democracia como la entendemos en occidente, en los países africanos, es un asunto quimérico, porque el tribalismo, la etnicidad y la religión tienen mayor fuerza de cohesión política en la gente que en los partidos políticos. Sin contar la visión de los africanos de eternizarse en el poder como sus antiguos reyes.

Es complicado encontrar cercanías como las que plantea Hoyos, entre una Sudamérica cristiana con separación de Iglesia y el Estado, y un mundo islámico africano en crecimiento, donde Iglesia y Estado no son instituciones separadas. Además, donde ni la nacionalidad, ni la ciudadanía son fuerzas de cohesión identitarias, sino la pertenencia a la comunidad religiosa. De allí que varios de los conflictos armados y políticos que hay actualmente, en gran parte de los países africanos, tienen mucho que ver con luchas políticas por el poder para la creación de Estados islámicos. Los conflictos como los que se viven en Nigeria, Malí, Costa de Marfil, Níger y Somalia, entre otros, son de ésa índole y tienen relación con la búsqueda de imposiciones de las leyes islámicas.

Como dice el historiador Ferrán Iniesta, "conocer y aprender de las sociedades africanas pondrá fin al prejuicio como punto de partida de toda reflexión. Habrá que habituarse a analizar y estudiar África a través de sus propios parámetros históricos". Es claro que no es fácil comprender ni analizar los fenómenos políticos y sociales de la diversidad de países africanos, y menos ligar esa diversidad con la visión que tenemos nosotros sobre la democracia. Aunque estaremos aún más lejos de la verdad si no nos detenemos, al menos, a examinar las cosmovisiones que tienen los africanos sobre sus formas de gobierno y del mundo.

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