Pasar al contenido principal

ES / EN

El Capital de Piketty
Mar, 06/05/2014 - 15:05

George Gray Molina

La trampa de renta media: ¿sí, pero cuál?
George Gray Molina

George Gray Molina es el Economista Jefe y Líder del Equipo regional de Desarrollo Humano y Objetivos de Desarrollo del Milenio en la Dirección Regional para América Latina y el Caribe del PNUD, basada en Nueva York. Proviene del Instituto Alternativo. Previamente, fue miembro de la sociedad de Lideres Globales de la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales Woodrow Wilson, en la Universidades de Princeton y Oxford. También fue investigador asociado del Centro de Investigación sobre Desigualdad, Etnicidad y Seguridad Humana (CRISE) de Oxford y miembro del Centro Dialogo Interamericano basado en Washington, DC. Entre 2004 y 2008, fue coordinador del Informe de Desarrollo Humano PNUD en Bolivia. Fue Director de la Unidad de Análisis de Política Económica del Gobierno Boliviano (UDAPE) y Director del Programa de Maestría en Política Publica de la Universidad Católica de ese país. Posee un Doctorado en Filosofía y Política de la Universidad de Oxford, una Maestría en Política Publica de la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard y un pregrado en Economía y Antropología de la Universidad de Cornell.

El título del celebrado libro de Thomas Piketty (El capital en el siglo 21) no alude ni a la obra maestra de Marx, ni al siglo 21, sino a cómo la propiedad del crecimiento económico ha evolucionado a lo largo del siglo 20. En minucioso análisis, Piketty muestra que la tasa de rentabilidad del capital ha estado creciendo más rápido que la tasa de crecimiento económico -empujando, por tanto, el histórico equilibrio capital-trabajo hacia la “divergencia”. En la medida en que crece la desigualdad, observa Piketty, el problema no es que la máquina del crecimiento económico deje de trabajar, sino que continúe trabajando a beneficio desproporcionado de un pequeño grupo: “los súper gerentes”, aquellos con salarios exorbitantes que son “establecidos por ellos mismos”.

Más crecimiento económico no mejora las cosas, sostiene Piketty, porque la tasa de rentabilidad del capital se expande más rápido que el crecimiento del ingreso general. ¿En estas circunstancias, el mundo estará preparado para un impuesto global sobre el capital? Como pueden imaginar, esta línea de análisis da pie a una conversación muy interesante.

“Considerando el modelo de Piketty, ¿nunca disminuirá la tasa de rentabilidad del capital?”

Hay muchas reseñas sobre el libro de Piketty. Me centraré acá en algunas de las preguntas que parecen importantes para una lectura latinoamericana del libro. La primera tiene que ver con la temática central: la rentabilidad del capital (r) y la tasa de crecimiento económica (g). Branko Milanovic hace una observación importante sobre las dinámicas de la rentabilidad del capital. En la medida que r>g durante un largo periodo en el siglo 20, la participación del capital en los ingresos se concentra, y genera incentivos perversos de re-concentración:

“Los dueños del capital no solo se hacen más ricos, sino que, a menos que hayan gastado toda la rentabilidad de su capital, tienen más para reinvertir… () el exceso de ahorros permite una mayor concentración del capital” [1]

En este mundo distópico, se pregunta Milanovic, ¿nunca disminuirá la tasa de rentabilidad del capital? Después de todo, ¿no acabamos de aprender de la Gran Recesión que puede haber demasiado capital? Con niveles récord de liquidez y “superabundancia de ahorro” ¿no disminuiría la tasa de rentabilidad sobre el capital a cero o a subcero? La respuesta de Piketty es compleja y tiene que ver con cómo ve la Edad de Oro del capitalismo, es decir, el periodo que va desde 1945 a 1975 en el mundo industrializado, y el periodo actual para China y las economías emergentes.

Para Piketty, la Edad de Oro estuvo dominada por un masivo crecimiento del mercado laboral, impuestos progresivos al ingreso y la amenaza del comunismo; todo para poner un freno sobre las concentraciones masivas de capital. Estos fueron los procesos puntuales. Actualmente, como el funcionamiento de los mercados de capital se establece en un patrón de largo plazo, y tan pronto como China converja en ingreso por persona, volveremos a un proceso de concentración del capital –a menos, claro, que algo dramático suceda con la política fiscal en todo el mundo.

“¿Cuánto de r>g se debe (o no) a gravar con impuestos a la riqueza heredada?

Entra en escena Paul Krugman: ¿Cuánto de r>g se debe solamente a la naturaleza cíclica del crecimiento económico, y cuánto a la ausencia de impuestos sobre la riqueza heredada?

…cuando la tasa de rentabilidad sobre el capital es muy superior a la tasa del crecimiento económico, “el pasado tiende a devorar el futuro”: la sociedad tiende inevitablemente hacia la dominación por parte de la riqueza heredada…”

Mientras los gerentes de la banca de inversión no tenían incentivos para darse aumentos salariales astronómicos en la década de los 70 –cuando la tasa marginal de impuestos sobre ingresos era muy alta– los cambios en las reglas impositivas han abierto el campo desde los 80. ¿Los súper gerentes se convertirán en los Rockefellers del futuro? Este es el punto esencial de los capítulos finales del libro de Piketty, que apoyan la necesidad de gravar con impuestos a la riqueza heredada y aplicar un impuesto global sobre el capital; nivelando entonces el campo de juego para las próximas generaciones.

A diferencia de muchos de los análisis sobre desigualdad de ingresos, que se basan en encuestas de hogares, el libro de Piketty se basa en la disección de las declaraciones de impuestos. Esto tiene algunas ventajas (una serie temporal de largo plazo, que incluye al 1% más rico), pero también tiene algunas desventajas (los datos sobre los impuestos están subregistrados en la mayoría de los países, porque “los ricos” pagan/evaden impuestos como personas y también como empresas). Piketty se centra en la evolución del mercado de ingresos de una amplia gama de unidades tributarias que pueden o no estar correlacionadas con el ingreso individual o del hogar. Esta falta de coincidencia significa que la solidez de r>g depende de asuntos que trascienden la tasa de rentabilidad del capital; específicamente, cambios en la administración de los impuestos en varios países.

“La desigualdad no es una carrera entre la educación y la tecnología”

“¿Por qué la desigualdad del ingreso del trabajo, y especialmente la desigualdad salarial, es mayor en algunas sociedades y periodos que en otros? La teoría más aceptada es la carrera entre la educación y la tecnología. Para ser honesto, esta teoría no explica todo… () Esta teoría es limitada e ingenua en algunos aspectos”

4455

La sabiduría convencional predominante puede explicar la evolución de los ingresos del 99%, pero no puede explicar el aumento desproporcionado de ingresos de los súper gerentes. Esto es importante porque gran parte del actual estado del arte sobre la desigualdad del ingreso está apoyada en dos supuestos: primero, que el ingreso de un trabajador es igual a su productividad marginal, y segundo, que la productividad del trabajador depende de su nivel de habilidad, y la oferta y la demanda por esa habilidad. Estas observaciones, si bien son útiles para el análisis de las habilidades y su rentabilidad económica, no pueden explicar por qué el 1% superior recibe una compensación que tiene poca o ninguna relación con los aumentos de la productividad.

La respuesta convencional es que los super-gerentes son un producto del cambio técnico sesgado hacia las habilidades; reciben una compensación exorbitante porque crean una productividad exorbitante. El eslabón perdido, argumenta Piketty es algo que trabaja fuera del mercado de las habilidades, educativo y tecnológico; ajeno al esfuerzo o talento individual: las instituciones y el poder para negociar en la participación laboral del ingreso. Algo más que las habilidades o la educación o el esfuerzo está impulsando la concentración del ingreso en la economía global.

“Si el análisis de Piketty se mantiene, ¿los próximos 30 años de las economías emergentes no se parecerían a los últimos 30 años de EE.UU./Europa?”

Uno de los efectos interesantes del libro de Piketty es que es un festín para pensar escenarios contrafactuales. Si el crecimiento futuro en las economías emergentes “converge” a lo largo de las líneas de Europa y EE.UU., ¿Significa también que r>g? En el corto plazo, probablemente no. Las economías emergentes están experimentando algo parecido a la Edad de Oro descrita en la Europa de la post-guerra. El acceso masivo a la educación y el crecimiento explosivo del sector laboral ha estado acompañado por efectos igualadores excepcionales. Sin embargo, en la medida en que el cambio estructural se decanta, veríamos una reedición de la historia de Piketty en las economías emergentes.

Una vez que termine la convergencia de China, su tasa de crecimiento disminuirá. Su relación capital-producto (que Piketty no muestra) puede ser baja actualmente, porque China, como los Estados Unidos en los siglos 18 y 19, es un país de “riqueza-joven” donde la riqueza sigue siendo baja en comparación con el flujo anual de ingresos. Pero pronto se levantará. [2]

Hay una “falacia de composición” en todo esto. La rentabilidad del capital no puede subir en todas partes al mismo tiempo, ¿no es cierto? Depende de cuál es la fuente del crecimiento económico y si aumenta más rápido que la tasa de rentabilidad del capital. John Cassidy argumenta un punto relacionado con el aumento de China e India:

[Piketty] no considera seriamente el argumento de que la globalización –y el aumento de las naciones como China e India- están al mismo tiempo manteniendo los salarios bajos y aumentando la rentabilidad del capital, aumentando la desigualdad en ambos extremos.

Mientras la llamada “trampa del ingreso medio” puede explicar como el crecimiento se hunde en las economías emergentes, no puede explicar como la rentabilidad del capital y del trabajo evolucionan a lo largo del tiempo. A nivel mundial, no todas las economías pueden converger (o divergir) al mismo tiempo.

La lección de Vautrin. Piketty termina con una sugerente viñeta de Pere Goriot de Balzac. En éste, el protagonista, Rastignac, un joven noble sin dinero, es increpado por el oscuro personaje Vautrin:

A los treinta años, seréis un juez que gana 1.200 francos al año… cuando tengáis cuarenta os casaréis con la hija de un molinero con un ingreso de alrededor de 6.000 libras. ¿Quiere ser abogado el Baron de Rastignac? Tendréis que sufrir diez años de miseria, gastar mil francos al mes, frecuentar sociedades, besar los pies de los empleados para conseguir casos y lamer con vuestra lengua el piso de la corte… pero ¿podéis nombrar cinco abogados en Paris que ganen más de 50.000 francos al año a los cincuenta años de edad?

Por el contrario, asevera Vautrin, él conoce una estrategia de ascenso social “un poco más eficiente”. Al casarse con la señorita Victorine, una joven tímida que vive en la pensión de la vereda del frente, “caerá sobre vuestras manos una fortuna de un millón de francos”. Esto le permitirá al noble caballero tener a los veinte años un ingreso anual de 50.000 francos (5% del capital) y de este modo, alcanzará diez veces el nivel de comodidad que podría aspirar para años más tarde…

Las múltiples reseñas sobre el libro de Piketty concuerdan que éste es un tratado económico que sí vale la pena leerse. Puede que tengamos que archivar la sabiduría convencional sobre el crecimiento económico por un tiempo –demasiado centrada en las fuentes de convergencia del ingreso, y poco centrada en sus efectos. La desigualdad en la propiedad es un problema que no se cura con “más crecimiento”. De hecho, como sostiene el autor, “la historia del ingreso y la riqueza es siempre profundamente político, caótico e impredecible”. Que así sea. Puede que el análisis político nunca haya tenido un aliado econométrico tan bueno.

[1] Branko Milanovic, 2013 “The return of “patrimonial capitalism”: review of Thomas Piketty’s Capital in the 21st century”, Forthcoming in: Journal of Economic Literature No. June 2014.

[2] Milanovic (2013).

*Esta columna fue publicada originalmente en la revista Humanum.