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El caso del ministro Jaime Saavedra: cómo has cambiado, pelona
Mar, 20/12/2016 - 09:05

Alfredo Bullard

¿Petroperú compite en igualdad de condiciones?
Alfredo Bullard

Alfredo Bullard es un reconocido arbitrador latinoamericano y autor de "Derecho y economía: El análisis económico de las instituciones legales". Es socio del estudio Bullard Falla y Ezcurra Abogados.


Hace más de seis años, Alberto Fujimori (el papá) fue condenado a 25 años de prisión por asesinato, secuestro agravado y lesiones graves por las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta. A ello se han sumado otras condenas por delitos de corrupción, malversación de fondos y similares.

En los asesinatos nadie lo acusó de haber disparado las armas con las que se mató a las víctimas. Se le condenó por autoría mediata al haber controlado y liderado el aparato estatal que desarrolló acciones clandestinas ilegales.

Los fujimoristas al unísono (siempre lo hacen al unísono) adjetivaron sin piedad en contra de la sentencia que lo condenó. Para ellos, se sancionó a un inocente sin una sola prueba de su autoría y sin demostrar su participación en los hechos. Hace unos días, esos mismos fujimoristas censuraron al ministro de Educación, Jaime Saavedra, por actos de corrupción que debió, a su criterio, haber evitado. Y, en este caso, lo hacen sin una sola prueba de su autoría y sin demostrar su participación en los hechos.

No quiero que se confunda sobre los alcances de este paralelo. Uno es un proceso de sanción en el que se establece responsabilidad penal por comisión de crímenes. El otro es un proceso en el que se establece responsabilidad política. Sin duda son distintos. Pero ya verán que los fujimoristas dirán (como suelen hacer para distorsionar las cosas) que estoy comparando situaciones diferentes sin citar este párrafo.

Sin embargo, las diferencias no deben impedirnos identificar las similitudes. Cuando los fujimoristas defendieron a Fujimori, fueron muy exigentes en que ninguna responsabilidad (ni política ni penal) podía atribuirse al ex presidente por actos que no realizó. A Saavedra lo censuran (atribuyéndole responsabilidad política) por actos que no realizó. La contradicción es obvia.

Pero también importa destacar algunas diferencias. Fujimori fue condenado por actos realizados por Vladimiro Montesinos, Nicolás de Bari Hermoza, Martín Rivas y compañía. Él no solo los colocó en posición de cometer esos crímenes. Los defendió públicamente. Negó que hubieran estado involucrados en los actos que hoy sabemos que perpetraron. Los exculpó mediáticamente y los protegió legalmente. Y dejó pasar delante de él (por no decir que participó) una estrategia criminal que no se podía ocultar. A veces la ley debe actuar de manera que evite que el vivo pase por imbécil. Fujimori podrá tener muchos defectos, pero sin duda era inteligente. No es creíble que no supo todo lo que se cruzó delante de sus narices. Es claro que sus actos y sus omisiones lo hacen responsable. Por eso merece estar en la cárcel.

Saavedra no salió a defender la corrupción que ocurrió en el caso de las computadoras. No entregó cuotas de poder diseñadas para actuar sin límites. No salió en los medios a defender a los corruptos como Fujimori salió una y otra vez a defender a Montesinos y sus compinches. Pero los fujimoristas califican la conducta del primero de una manera muy diferente a como califican la conducta del segundo.

Cabe preguntarse qué hubiera pasado si los fujimoristas (los del Congreso durante el gobierno de su líder y los que están hoy en el Congreso bajo las instrucciones y liderazgo de su hija) hubieran participado en la interpelación de algún ministro de Defensa o del Interior del gobierno del presidente reo, por las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta. ¿Hubieran actuado bajo los mismos principios? ¿Lo habrían censurado? Todos sabemos que no. Hubieran dicho que un ministro no puede controlar a todos los funcionarios de su sector ni evitar que se le pasen algunas “manzanas podridas”. Sin duda, habrían dicho que el presidente y sus ministros no pueden ser responsables por los actos de unos cuantos descarriados, así alguno de ellos haya sido su mano derecha.

Pero así son estos ‘angry birds’ anaranjados: destructivos e incapaces de reconocer alguna capacidad constructiva en el otro. Son por definición inconsistentes. Y es una inconsistencia rabiosa que los lleva a condenar con la misma euforia el acto ajeno que usan para defender el mismo acto llevado a cabo por ellos mismos.

Quién actúa diferente ante circunstancias iguales asume que estará equivocado en el 50% de los casos y que será deshonesto en el 100%. Y es que sin consistencia no se puede ser honesto.

*Esta columna fue publicada con anterioridad en el centro de estudios públicos ElCato.org.

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