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El dilema de las universidades estadounidenses tras la crisis financiera
Vie, 12/06/2015 - 11:58

Fernando Zúñiga

Centros de investigación periodística, luz para la región amenazada
Fernando Zúñiga

Fernando Zúñiga es periodista del sitio MBA & Educación Ejecutiva. Estudió periodismo en la Universidad Central (Chile) y posee una pasantía en la Universidad Autónoma de Madrid (España). Trabajó como reportero en Diario Estrategia (Chile).

El ecosistema de las escuelas de negocios en Estados Unidos mueve mucho dinero, y eso lo palpo diariamente en mi cargo como periodista del sitio web MBA, de América Economía. Sin embargo, tras tanta parafernalia como programas internacionales con clases en diversas partes del mundo, congresos apoteósicos e investigaciones que tienen por objetivo descubrir lo más dificultoso y que dan la vuelta al conocimiento del mundo, se esconde una realidad que viene tocando la puerta de diversas universidades estadounidenses, especialmente públicas: los problemas económicos.

Bajo este escenario, ya han sido muchas las que han abierto sus puertas a la filantropía, como una importante fuente de ingreso que viene a paliar los altos costos que significa llevar en la espalda la insignia de prestigio y excelencia. Sin embargo, crisis como estás no son gratuitas. Y es que por el anhelo de liderar el mercado, ya sea destacando por sus investigaciones o por sus programas de carácter global, han aumentado excesivamente sus costos y potenciado un escenario insostenible en el largo plazo.

En ese sentido, creo imperioso que las universidades rebusquen en su memoria, en sus archivos, conversen con sus profesores históricos, con el objetivo de encontrar la salida de emergencia, una vía que tiene que ver con enseñanza de excelencia y a costos más bajos.

Porque si bien la filantropía se ha convertido en un salvavidas para muchas universidades, varias son las que han quebrantado sus propios límites al cambiar, por ejemplo, el nombre de la escuela de negocio por el nombre del gentil donante, como sucedió hace algunos días con la Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de Harvard, que pasó a llamarse John A. Paulson, tras un aporte de US$400 millones, considerada como una de las más grandes de su historia, poniendo en tela de juicio el efecto que buscan quienes se meten la mano en el bolsillo y buscan influir en el desarrollo de las universidades.

Una investigación de The Financial Times evidenció que tanto Rady School, de UC San Diego, y The Anderson School, de la UCLA, recibieron US$100 millones por este concepto, mientras que la escuela de negocios de la Universidad de Boston US$50 millones.

Bajo este escenario, analizar cuáles son las verdaderas limitaciones e intenciones de quienes lo hacen es primordial para reflexionar ante la crisis, por que tal y como advierte Alison Davis-Blake, decano de Michigan Ross, el aumento de precios de los programas no es la solución, más aún cuando las subvenciones del estado anualmente disminuyen. Asimismo, es necesario que frente a tanto aporte las universidades se replanteen sus estrategias de negocios y definan sus limites al momento de recibir algún tipo de donación, y es que el sólo hecho de cambiar el nombre de una escuela por el aporte da cuenta de que realmente el corazón de los centros de educación superior puede ser fácilmente transgredido, poniendo una vez más al dinero en la cima, muy por encima de lo que es más importante en un centro de estudios: el intercambio de experiencias y conocimientos, el sello de la mirada del mundo que posee una escuela del conocimiento.

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