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El fantasma del desempleo tecnológico
Vie, 17/02/2017 - 10:07

Manuel Urquidi

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Manuel Urquidi

Manuel Urquidi es especialista en la Unidad de Mercados Laborales y Seguridad Social del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Desde sus inicios en el Banco, en 2011, colabora desde las oficinas en Bolivia. Antes de unirse al BID, ocupó cargos de asesoría en importantes agencias del gobierno boliviano. Asimismo, coordinó actividades académicas dentro del Programa de Especialización en Desarrollo Económico Comunitario de la Universidad Andina Simón Bolívar. Cuenta con una Maestría en Gerencia de Proyectos de Desarrollo en la Universidad Andina Simón Bolívar de Bolivia, además de Diplomados en Educación Superior, Gobierno y Gestión Pública.

¿Es cierto que muchos empleos desaparecerán porque los van a reemplazar las computadoras? ¿O que solo algunas carreras profesionales tienen futuro porque las máquinas pueden sustituir a las personas en muchas de las labores que hacemos hoy en día? Cada vez lo oigo más a menudo e incluso escucho distintos pronósticos (como estos de la OCDE), algunos más negativos que otros, sobre el porcentaje de la gente va a perder su empleo.

En realidad, este debate no es nuevo. La imprenta reemplazó a muchos monjes y escribas en la tediosa labor de copiar libros. La revolución industrial substituyó grandes masas de obreros por máquinas. Sin embargo la gente siguió obteniendo empleo. Pocos siglos atrás, la mayoría de las personas trabajaba en el campo. Sólo en Francia, el sector primario pasó de representar el 60% en 1800 a menos del 3% en 2012. A medida que se introducían avances tecnológicos en el campo, disminyó la necesidad de mano de obra para producir alimentos, lo cual permitió que muchas personas se dedicasen a otros oficios.

El cambio en el perfil de la mano de obra no es malo per se. Asumo que has jugado alguna vez o visto alguna vez juegos en los cuales tienes que construir una civilización como Civilization o Age of Empires. En las primeras etapas necesitas muchos aldeanos para alimentar a unos pocos guerreros, y una de las claves de esos juegos es lograr avanzar tecnologías para que menos gente se dedique a determinadas tareas y poderlos destinar a otras funciones que vuelven tu civilización más eficiente. Estoy seguro que conforme la tecnología avance pasará lo mismo: las máquinas reemplazaran algunos empleos y eso nos obligará a innovar y dedicar el talento de las personas a actividades que la tecnología aún no pueda hacer o en la cual no tenga una ventaja comparada.

Nuevas oportunidades

Es posible que estés leyendo esto en una tableta o en un teléfono móvil. Y entonces tienes un excelente ejemplo en la mano. Hace diez años desarrollar aplicaciones no era una opción de carrera. De hecho hace 20 años, no había blogs como este y el campo de desarrolladores de páginas web no era lo que es hoy. La tecnología genera en sí misma nuevas necesidades y nuevas alternativas para innovar y generar nuevos empleos. De hecho es gracias a la tecnología que cada vez vivimos más años, nos enfermamos menos y tenemos una mejor calidad de vida.

Estoy seguro que no te imaginas la vida sin un computador, y probablemente ni sabes que ese era originalmente un trabajo: gente que calculaba todo el día y que devolvía resultados. Se quedaron sin empleo, pero gracias a ese cambio nacieron los desarrolladores de programas. ¿Viste los pregoneros de las plazas que dan noticias en las películas? Ahora ya no existen, pero técnicos de sonido, camarógrafos y presentadores de TV cumplen la misma función. Cada avance tecnológico ha abierto nuevos rubros de especialización y oportunidades para tener trabajos menos manuales y jornadas laborales más cortas.

La formación, la clave del éxito

El verdadero reto es estar preparado para estos cambios. Los tiempos en que íbamos a la escuela una vez y podíamos no volver nunca más ya han pasado. Necesitamos un cambio en la educación y capacitación, que nos permita a nosotros y a futuras generaciones mantener el acceso a estas nuevas oportunidades. Aprender a aprender. Ese tiene que ser el objetivo que nos tracemos.

El cambio tecnológico es real, pero puede ser una oportunidad a la que no debemos tenerle miedo y que debemos aprovechar. Simplemente recuerda que los fantasmas ¡no existen!

*Esta columna fue publicada originalmente en el blog Factor Trabajo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

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