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El golpe de Estado en Turquía
Lun, 01/08/2016 - 09:59

Farid Kahhat

Las buenas noticias que trae el fallido atentado a Times Square
Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

Hubo un tiempo en el que la política exterior de Erdogan se definía por el objetivo de tener "cero problemas con los vecinos", según declaró en 2009 el canciller Davutoglu al diario El País. Poco después, sin embargo, el número de problemas que Turquía afrontaba en su vecindario era sensiblemente mayor a cero. Se enfrentó a la mayoría de monarquías del Golfo por su respaldo al gobierno de los Hermanos Musulmanes en Egipto (y su posterior oposición al golpe en su contra). Se enfrentó a los gobiernos de Irán, Rusia y Siria por su respaldo a las milicias islamistas que buscaban derrocar a la dictadura de Bashar Al Assad. Se enfrentó a Israel por la ocupación de territorios palestinos y el asesinato de ciudadanos turcos por parte de soldados israelíes en aguas internacionales. Mantuvo fricciones con sus aliados de la OTAN por su (cuando menos) pasividad ante el autodenominado Estado Islámico (como muestran las imágenes de ciudadanos europeos menores de edad cruzando controles fronterizos rumbo a Siria). Mantuvo desavenencias con la Unión Europea (que no forma parte del vecindario), por su deriva autoritaria.

Todo eso comenzó a cambiar en forma reciente. El gobierno turco autorizó el empleo por parte de la OTAN de la base aérea de Incirlik para bombardear blancos del Estado Islámico. Alcanzó un acuerdo con la Unión Europea sobre los refugiados sirios, entre otros temas de interés común. Alcanzó acuerdos con Israel y Rusia para normalizar relaciones. Y aunque el tema de la democracia en Turquía sigue siendo controversial, un golpe de Estado no parecía la vía para resolverlo (a juzgar por el historial de injerencia de los militares en la política turca). Aunque el silencio que todos ellos mantuvieron durante las primeras horas sugiere que esperaban un desenlace antes de pronunciarse, no hay evidencia de que tuvieran participación en la conjura.  

En cualquier caso, ¿por qué fracasó el golpe? Según el libro de Edward Luttwak "Golpe de Estado, un manual práctico", las dos reglas claves que debe seguir todo buen golpista son apresar o asesinar al jefe de gobierno al que pretende derrocar y neutralizar toda fuerza móvil que no sea parte de la conspiración: al no alcanzar ninguno de esos esos objetivos, los golpistas habrían sellado su suerte. Basado en la mayor base de datos que existe sobre golpes de Estado, el libro "Tomando el Poder", de Naunihal Singh, añade otra regla fundamental: capturar o neutralizar los principales medios de comunicación. Salvo en el caso de golpes institucionales, gran parte de los oficiales con mando de tropa no participan en la etapa inicial de una asonada golpista. Pero su respaldo puede ser fundamental para que esta sea exitosa. Según Singh, el mejor predictor del bando por el cual habrán de decantarse esos oficiales no son sus preferencias políticas, sino su percepción sobre el probable desenlace del golpe: nadie desea estar del lado equivocado de las bayonetas cuando todo termine. El control de los medios sería clave para proyectar la imagen de un hecho consumado, y por ende influir en su decisión. 

Con ironía digna de mejor causa, la academia no sólo produjo guías prácticas para el buen golpista, también hizo lo propio en beneficio del buen autócrata: "El Manual del Dictador, por qué la mala conducta es casi siempre buena política", de Bruce Bueno de Mesquita y Alastair Smith. 

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