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El lado bueno del Bono por Hijo del gobierno de Piñera
Jue, 13/06/2013 - 11:52

Rubén Castro

Rubén Castro
Rubén Castro

Rubén Castro es Demógrafo e Investigador Académico de la Universidad Diego Portales (Chile).

¿Cuántos chilenos queremos ser? No hemos hablado de eso, pero estamos discutiendo sobre políticas que incentivan la fecundidad. ¿Por qué? Porque los países por lo general no quieren que su población se reduzca, y en Chile las tasas de fecundidad actuales implican una futura y muy gradual reducción de la población.

El presidente Sebastián Piñera ha propuesto un bono de incentivo por hijo: 100 mil pesos (cerca de US$200) por el tercer hijo, 150 mil por el cuarto y así sucesivamente. Esta propuesta sirve como una demostración de que la fecundidad es un tema que los chilenos vamos a tener que discutir.

Es interesante destacar que un bono-por-fecundidad pone a la fecundidad en el foco de una política pública. No es común, ya que normalmente la fecundidad es un actor secundario dentro de políticas cuyos focos son salud reproductiva, protección del menor y del entorno familiar, daño previsional, licencia maternal, igualdad, educación de calidad, etc. En este sentido, esta iniciativa es un hecho sobresaliente que pone en el tapete un tema que ha recibido poca atención.

No obstante, es muy difícil que este bono tenga un impacto en las tasas de fecundidad, pues el monto fijado es muchísimo menor al costo de tener y criar un hijo, y es poco probable que el monto se incremente sustancialmente en el futuro, pues es de naturaleza universal (se entrega a todos).

Mucho de lo que subyace a los cambios en fecundidad tiene que ver con factores culturales, como el placer que los padres perciben por sus hijos, las aspiraciones personales, los roles familiares y sociales, etc. Y también depende de condiciones del mercado laboral como la disponibilidad, calidad y estabilidad del empleo para las mujeres. Bueno, esas y otras cosas no cambian por el efecto directo de 100 mil pesos por el tercer hijo.

En suma, si bien este bono puede tener un impacto sustantivo (y simbólico) en las mujeres que lo reciban, pues se entrega en un momento importante de la vida, probablemente no alcance a alterar los niveles de fecundidad, y en este sentido es una política ineficaz. Pero el hecho de haberlo propuesto quizás dio el puntapié inicial a un debate sobre la fecundidad.

En este momento no tenemos un diagnóstico, un consenso sobre la situación actual y futura de la fecundidad en nuestro país. En Chile la fertilidad ha disminuido durante los últimos 80 años, exceptuando un breve “baby boom” de los años 60. De casi seis hijos por mujer, hoy estamos en menos de dos.

¿Donde se observa está caída en fecundidad? Las mujeres no están extirpando de sus vidas la experiencia de ser madres. De acuerdo a Casen 2011, el primer y el segundo hijo, como fenómeno demográfico, parece más bien sano y robusto. Las mujeres de 40 o más años de edad, entrevistadas en Casen 2011, alcanzaron la misma “proporción-que-tiene-al-menos-un-hijo (93%)” y la misma “proporción-que-tiene-al-menos-dos (80% aprox)”. O sea las mujeres que nacieron a comienzos del siglo XX y las que nacieron a comienzos de 1960 tuvieron prácticamente la misma cantidad de primeros y segundos hijos. Ello a pesar de los tiempos tan distintos que les tocó vivir.

La caída en fecundidad tampoco parece explicarse por un retraso en la entrada al mundo de la maternidad, ya que no existe tal retraso. En diversos estudios se aprecia que por muchas décadas las chilenas han tenido a su primer hijo en torno a los 23 años. En CASEN 2011, las mujeres de 40 o más años, como las más jóvenes, van exactamente por el mismo camino.

El fenómeno central en la caída en fecundad es la caída en los terceros, cuartos, quintos y demás hijos. Las mujeres con cuatro (o más) hijos en Casen 2011 son 50%, en el caso de las mujeres de 80 años, y solo 18% en las mujeres de 45 años. Para que hablar de la casi extinción del quinto hijo. Buena parte de esta transición se explica en las mujeres de educación baja o media, porque aquellas de educación alta aparentemente nunca han tenido, en promedio, muchos terceros o cuartos hijos.

Exceptuando a las generaciones más jóvenes, donde no disponemos de un diagnóstico claro, en Chile hay dos pilares de fecundidad aún robustos: el primer y el segundo hijo.

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