El resto del mundo no parece ocupar un lugar prominente en nuestro debate político. Temas como el de la reforma de nuestro sistema electoral se discuten sin mayor referencia a la evidencia acumulada con base en una infinidad de estudios comparativos sobre lo que ocurre en otras latitudes. Y cuando el mundo asoma en nuestros debates políticos, suele hacerlo tras una faz irreconocible.
Por ejemplo, tras la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, la congresista Karina Beteta criticó al presidente Kuczynski porque “adelantó su voto a favor de H. Clinton, y todo por seguir la línea caviar”. No queda clara la relación entre la “línea caviar” y una candidata que, según el Wall Street Journal, en los años previos a su postulación recibió por conferencias en instituciones financieras (como Goldman Sachs), más de US$4 millones. Una mejor explicación de esa opinión sería el hecho de que las promesas de campaña de Trump colocaban bajo riesgo de deportación a más de medio millón de peruanos que residen en los Estados Unidos en condición de inmigrantes indocumentados. O el hecho de que Trump se oponía a los tratados de liberalización comercial como el TPP o el TLC que tenemos con los Estados Unidos. Es decir, acuerdos a los que se suelen oponer los “caviares” pero que, presumiblemente, respaldaban tanto Beteta como Kuczynski.
En diciembre pasado, cuando se discutía la interpelación al ministro Saavedra, el actual presidente del Congreso, Luis Galarreta, sostuvo que “La prueba PISA justo sale para tratar de defender al ministro”, y el congresista Bienvenido Ramírez la calificó como una “cortina de humo”. Pues bien, la prueba PISA es administrada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), y sus resultados siempre se dan a conocer a inicios de Diciembre.
La OCDE es una organización que agrupa a 35 países, la gran mayoría de ellos desarrollados, como Alemania, Estados Unidos, Francia o Japón. La interpelación a un ministro en el Congreso peruano no parecía ser un tema de interés universal, capaz de conjurar la injerencia al unísono de todas las potencias occidentales (además del Japón), que pareciera implicar esa teoría conspirativa.
Un ejemplo más reciente es el del candidato a la vice-presidencia en 2016, José Chlimper, en redes sociales. Según él, dada la escasa cobertura a la denuncia original de Gustavo Gorriti sobre el financiamiento que Odebrecht habría brindado en 2011 a la campaña de Keiko Fujimori, “ahora lo rebotan por O Globo para ponerle papel de regalo internacional”. Como mencionamos en un artículo anterior, el Grupo Globo es la mayor empresa de medios de comunicación en América Latina, y también es una de las más grandes del mundo. Es por lo demás un Grupo de rancia estirpe conservadora que, por ejemplo, respaldó el golpe militar de 1964 en el Brasil (posición por la que pidió disculpas en 2013). No queda claro por ende qué interés podría tener en ponerse al servicio de una presunta agenda caviar. Una explicación más simple de su cobertura sería el hecho de que la financiación en cuestión consta en las declaraciones judiciales del propio Marcelo Odebrecht, declaraciones que coinciden con una anotación que aparece en su agenda personal.
A propósito, se trata del mismo tipo de evidencia que pesa en contra de Ollanta Humala.
