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El polo, Brigitte Bardot y un mundial en Chile
Vie, 06/03/2015 - 12:51

Gastón Meza Acuña

El jeitinho brasileiro y su influencia en “el Mundial de los mundiales”
Gastón Meza Acuña

Gastón Meza es periodista titulado de la Universidad Nacional Andrés Bello (Chile). Comenzó su labor periodística en el diario La Tercera (Chile), donde se desempeñó en el área de Economía. Posteriormente trabajó como asesor comunicacional en el Ministerio del Trabajo de Chile y en la Fundación Empresarial EuroChile. Actualmente es sub editor en AméricaEconomía.com.

Lo confieso. Creo que sé de polo como cualquiera que pueda saber de la historia de Kazajistán en el siglo V. El polo es un deporte que de tarde en tarde aparece en el imaginario de parte de la población -o de una muy pequeña parte, si usted prefiere- por acontecimientos muy puntuales. Por lo menos en mi imaginario se ha aparecido. Poco, pero algo.

Desde que Chile ganó un mundial de la especialidad en México, en 2008, hasta la trágica muerte de José Donoso -considerado por lejos el mejor jugador chileno de todos los tiempos-, y pasando entremedio por el recuerdo de imágenes como la de la reina Isabel II entregando la Copa Coronación a una selección chilena de polo que derrotó ante 25 mil personas a su similar de Inglaterra, y en su propia casa, hace algo más de una década...  mucho más, en el plano deportivo, no recuerdo.

Pero ahora, tras años sin saber mucho de cuáles serían los derroteros de este selecto y glamoroso deporte, me encuentro de casualidad con que Chile organiza por segunda vez en su historia un mundial de polo: el X° Fip World Polo Championship 2015. Y el evento es en pocos días, desde este 20 al 29 de marzo en el Club de Polo y Equitación San Cristóbal, uno de los conspicuos y tradicionales centros recreacionales, deportivos y de encuentro social de la high class de Santiago, la capital chilena. Se espera que el evento convoque a unas dos mil personas y 80 medios internacionales para observar a diez selecciones que disputarán el título, actualmente en manos de Argentina.

Admito que el polo me despierta curiosidad. La primera es deportiva. ¿Qué es lo destacado del polo que lo hace merecedor de mi atención? Bueno, en lo concreto, que la única selección masculina chilena, de un deporte colectivo, que ha tenido rendimiento para ganar un mundial, ha sido el polo.

Pero hay un segundo dato, nada menor: de los nueve mundiales celebrados desde 1987, ocho han sido ganados por selecciones sudamericanas. Argentina, potencia mundial en este deporte, ha ganado cuatro versiones, mientras Brasil aporta tres títulos y Chile uno. El único país no sudamericano en vencer en un mundial fue EE.UU. Mientras, Inglaterra, que yo pensaba que era amo y señor en este deporte, sólo ha llegado a disputar dos finales. Argentina es la meca mundial del polo, partiendo por la calidad de sus jugadores. Adolfo Cambiasso, jugador aún activo en el team La Dolfina, es el Pelé de la actividad, venerado y con viajes entre Estados Unidos, Inglaterra y Argentina para disputar distintos campeonatos de polo.

Más allá del plano deportivo, sin embargo, no puedo dejar de asociar el polo con una imagen particular que despierta aún más mi curiosidad con esta actividad. Fuera de la cancha, por supuesto...

Hace algunos meses, en alguna de estas revistas de papel couché que no logro recordar –y harto tiempo antes de saber de lo de la realización del mundial en Chile-, me tocó ver un reportaje gráfico de chilenos que habían compartido alguna vez en sus vidas con Brigitte Bardot, la musa y símbolo sexual de mediados de siglo XX. Y el polo no podía estar fuera del reportaje, aunque fuera indirectamente. Una de las fotos llamó mi atención: publicada en blanco y negro,  la Bardot aparece en un ambiente de fiesta con dos tipos; ella en un bikini 'infernal' para la época, era que no. En la imagen ella está conversando. Su rostro angelical se nota cómodo y placentero. Los dos chilenos, con camisa abierta y mostrando pectorales sin achicarse, la escuchan atentamente, aunque uno de ellos, más que escucharla con atención, la mira fija y seductoramente. Es un galán que viajaba frecuentemente a Europa a jugar… polo.

Bueno, me habría encantado hablar con ese antiguo polista y saber qué sucedió con la Bardot aquella noche. Pero ya murió alrededor de hace 20 años y con la Bardot no debe ser fácil hablar, menos aún después del giro en 180° de su estilo de vida, que enterró definitivamente cualquier tipo de glamour. Al revés del polo, cuyo corazón es justamente el glamour. Eso que lleva a afirmar en distintas publicaciones existentes sobre este deporte la presencia de una cultura polo.

Honestamente, me cuesta definir una cultura polo, pero es fácil detectarla: la moda, el diseño, los viajes y comidas, las propiedades o hasta los cigarros, todo dentro de una altísima gama, aparecen muy, pero muy ligados a la actividad. Lo suficiente para entusiasmar a mucha gente. El presidente de la federación chilena de polo no duda en afirmar que cada vez más gente practica este deporte en nuestro país (para qué hablar de Argentina), lo que se constituyó en uno de los factores clave para que Chile sea finalmente la sede seleccionada, para un mundial que en principio se iba a celebrar en Italia.

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