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El riesgo del colapso económico mexicano
Lun, 16/01/2017 - 14:13

Leo Zuckermann

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Leo Zuckermann

Leo Zuckermann es analista político y académico mexicano. Posee una licenciatura en administración pública en El Colegio de México y una maestría en políticas públicas en la Universidad de Oxford (Inglaterra). Asimismo, cuenta con dos maestrías de la Universidad de Columbia, Nueva York, donde es candidato a doctor en ciencia política. Trabajó para la presidencia de la República en México y en la empresa consultora McKinsey and Company. Fue secretario general del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde actualmente es profesor afiliado de la División de Estudios Políticos. Su columna, Juegos de Poder, se publica de lunes a viernes en Excélsior, así como en distintos periódicos de varios estados de México. En radio, es conductor del programa Imagen Electoral que se trasmite en Grupo Imagen. En 2003, recibió el Premio Nacional de Periodismo.

Los mexicanos estamos preocupados por la economía del país este año. Es lógico. Queremos saber cómo nos va a ir. Pero, más allá de la preocupación por 2017, nos encontramos en una encrucijada muy compleja. Nuestra economía corre el riesgo de colapsarse ya que dos de sus pilares se están fracturando.

Para entender el momento actual hay que hacer un poco de historia. Ya en 1970 era evidente que uno de los cimientos de la economía mexicana, el desarrollo industrial a partir de la sustitución de importaciones, se estaba agotando. El presidente Echeverría trató de resolver este problema elevando el gasto público. Esta política keynesiana supuestamente generaría un mayor crecimiento económico. El resultado fue desastroso: la deuda pública se multiplicó generando una devaluación abrupta del peso en 1976.

López Portillo tuvo mucha suerte. En cuanto entró, se descubrió el segundo yacimiento petrolífero más grande de la historia: Cantarell. El nuevo Presidente basó el desarrollo económico en la exportación de petróleo y la continuación de la política keynesiana de mucho gasto público. La economía y finanzas públicas se petrolizaron. Cuando en 1980 comenzaron a caer los precios del crudo, los dos pilares se cayeron generando el colapso de la economía, una terrible crisis que duró más de una década.

A lo largo de los ochenta y noventa, México reconstruyó su economía a partir de dos nuevos pilares: finanzas públicas sanas y la exportación de manufacturas.

La construcción del primer cimiento fue dura y lenta. En 1982, el gasto público llegó al 42% como proporción del PIB. El déficit público alcanzó un 13%. Los gobiernos de De la Madrid y Salinas reestructuraron el tamaño del sector público. A principios de los noventa, el gasto público cayó al 23% del PIB. El déficit público finalmente llegó a cero. A partir de entonces, y hasta 2008, quedó asentado el pilar de finanzas públicas sanas: cero déficit para generar estabilidad macroeconómica.

La construcción de la segunda columna —la exportación de manufacturas— comenzó en 1986 con la entrada de México a la OMC (antes GATT). Con la caída del Muro de Berlín, el gobierno de Salinas entendió que el mundo cambiaría radicalmente y que México requeriría reposicionarse en éste. Fue ahí que surgió la idea de un tratado de libre comercio con EU. Se negoció el TLCAN que entró en vigor en 1994, convirtiéndose en el segundo pilar del desarrollo económico nacional.

Ambos pilares funcionaron. Las finanzas públicas sanas, junto con un tipo de cambio libre y la autonomía del banco central, generaron bajas tasas inflacionarias, condición indispensable para el desarrollo. El libre comercio, sobre todo con Estados Unidos, convirtió al país en una potencia exportadora, la única de América Latina. Hoy México exporta mil millones de dólares por día de productos cada vez más sofisticados.

No es que el país haya tenido espectaculares tasas de crecimiento desde los noventa. Si México no creció más fue por la falta de reformas estructurales para abrir el mercado interno dominado en esos años por monopolios públicos y privados. Sí: el crecimiento ha sido mediocre. Pero hubiese sido peor sin el pilar de la exportación de manufacturas.

Hoy ese cimiento está amenazado por el proteccionismo comercial de Trump. Y es que el 80% de las exportaciones mexicanas va a EU. Cualquier postura proteccionista del vecino del norte agrieta uno de nuestros pilares económicos. En cierta medida, los mexicanos tenemos la culpa por habernos vuelto tan dependientes de EU. No diversificamos mercados. Hoy estamos pagando las consecuencias.

Pero donde tenemos más la culpa es en el otro pilar. A raíz de la crisis internacional de 2008-2009, el gobierno de Calderón abandonó la regla de déficit cero de las finanzas públicas. El entonces secretario de Hacienda, Agustín Carstens, como en épocas de Echeverría y López Portillo, comenzó a defender un mayor gasto público como multiplicador del crecimiento: regresó el keynesiano región cuatro. Peña y Videgaray siguieron sobre esta ruta fracturando, año tras año, el pilar de las finanzas públicas sanas: cada vez más gasto, más déficit y más deuda pública. Lo único que no llegó es más crecimiento económico. El resultado está a la vista: la estabilidad macroeconómica amenazada.

Así llegamos al 2017 con nuestros dos pilares económicos comenzándose a fracturar. O los apuntalamos o los sustituimos por otros. De lo contrario, si no hacemos nada, la economía eventualmente colapsará como ocurrió en 1982, cuando sus pilares sí se derrumbaron.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.

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