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En el fútbol como en las organizaciones
Jue, 05/08/2010 - 11:40

Jacobo Velasco

Tilapia china
Jacobo Velasco

Economista ecuatoriano, con formación en macroeconomía, finanzas y posgrado en ciencias políticas. Trabaja en el análisis macroeconómico con énfasis en los mercados laborales de los países de América Latina y el Caribe. Es columnista de medios locales como revista Vistazo, Gestión e Iconos de Flacso. Ha sido instructor en seminarios de la Cepal, Corporación de Fomento de Chile, Deloitte & Touche, Ministerio de Trabajo de Chile, y Organización Internacional del Trabajo (OIT), entre otros.

“Porque, después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”.

Esa frase -tan recordada durante los mundiales de fútbol- del filósofo y premio Nobel de literatura, Albert Camus, grafica la inspiración que el deporte generó en el autor de La peste y El extranjero sobre su saber moral. Arquero del Racing Universitario de Argel, carrera que abandonó víctima de la tuberculosis, Camus desarrolló su obra con una mirada existencial centrada en lo que las situaciones límite generan como comportamientos individuales y colectivos. El Mundial de Sudáfrica fue una supertelevisada vitrina de aquello y una oportunidad para reflexionar sobre las organizaciones.

Sobreabundan las lecciones. Una tiene que ver con la dimensión individual y de grupo. Las estrellas llamadas a brillar (pienso en Messi, Ronaldo, Rooney, Kaká) sólo dejaron pequeños reflejos. Se puede culpar a las lesiones o al agotamiento, pero había el anhelo de que marcaran la diferencia. En Sudáfrica prevaleció el juego de conjunto. Las selecciones que clasificaron a semifinales fueron los mejores equipos en tal dimensión. En la vida puede haber genios, pero se necesitan las manos laboriosas para construir. En las organizaciones pasa igual. Se puede tener una, dos o tres estrellas superdotadas y a la vez vacíos en otras áreas, con desacoples irresolvibles. O muy buenos elementos en todo lugar, pero cada quien tirando para su lado. Lo importante es la convicción en el plan de juego. Y que todos pongan de sí. Es responsabilidad de la cabeza hacer creer en el proyecto.

Los procesos valen más que los chispazos. Nada más claro que el Alemania-Argentina. Con jugadores equivalentes en calidad, las aproximaciones técnicas (metódica en el caso germano, inspiracional-
individual en el argentino) marcaron la diferencia. La razón versus la cábala. El estudio sistemático frente a la palmadita de Dios. Resuenan las palabras del técnico de Uruguay cuando le preguntaron si cambiaba algo si su país llegaba a ser campeón: “No sirve de nada si no nos mantenemos allí”. Tabárez, además de técnico, fue profesor normalista por dos décadas. Sabe que la excelencia (en el fútbol, en la educación, en las organizaciones) requiere procesos. Y que éstos dependen de muchos factores, sobre todo de objetivos claros y constancia. Puede haber reveses inesperados (la derrota 1-0 de España en el primer partido) que sirven para replantearse la actitud y la ruta.

Lo difícil que es alcanzar y mantener una identidad. Brasil se estructuró de atrás hacia adelante, pareciendo una versión verdeamarelha de Italia. Alemania, en cambio, tuvo su mejor juego ofensivo en muchos años, pero luciendo vulnerable defensivamente. Holanda no jugó un fútbol total pero su mecanización le permitió
desplegar un juego efectivo. Con la sola excepción de España y Paraguay, no creo que existieran equipos que marcaran una
identidad futbolística a la vez clara (del tipo, así juegan siempre) y exitosa. La responsabilidad la tiene la globalización y la competitividad. Qué difícil resulta generar una idea exitosa de organización con tantos modelos dando vuelta. Se ensayan esquemas
organizacionales y la vida se puede ir en la búsqueda de uno que funcione. Encontrar una identidad que se entienda, convenza y sea funcional es como el gol de Landon Donovan contra Argelia: tiene
de suerte y búsqueda sistemática.

El corazón marca la diferencia. En una época en que las guerras están nominalmente proscritas, la humanidad sigue necesitada de dosis de heroísmo que conmuevan. Los equipos son como ejércitos y cada
partido es una batalla. La aproximación científica técnica es similar. 4-4-2. 3-4-2-1. 3-2-3-2. Usted elige. El conocimiento se transmite a la velocidad del Blackberry y del Twitter. Todos compartimos un saber común, con fórmulas y respuestas. Lo que no compartimos es el corazón y la pasión. Iniesta, conocido como El cerebro por sus toques inteligentes, marcó un hito conmovedor con su gol en la final,  gritándolo desaforado y dedicándolo a su amigo, el fallecido Dani Jarque. Al final del encuentro confesó que su memoria le dio fuerzas. Algo nos inspira. Y ese algo es el plus que da victorias.

La vida y el fútbol te dan sorpresas. Un penal en el último minuto del alargue, fallado. Goles en los descuentos que llevan a clasificaciones. Una semifinal de infarto en los últimos cinco minutos. Nada está escrito. Todo puede pasar mientras el árbitro no pite el final. Lo único cierto
en el camino de las organizaciones es la incertidumbre. Ayer fue el Tequila, hoy los subprimes, mañana Grecia. Como dijo Camus: “Aprendí que la pelota no viene por donde uno espera que venga”.

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