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Erdogan, el magnífico
Mié, 26/04/2017 - 07:47

Farid Kahhat

Las buenas noticias que trae el fallido atentado a Times Square
Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

El título hace una alusión deliberada al sobrenombre que se le atribuyó en el mundo occidental al Sultán otomano Solimán. Pero en el mundo de mayoría musulmana es conocido como Solimán el Legislador, por las reformas que introdujo en el sistema legal. Erdogan a su vez acaba de introducir mediante referendo las reformas más importantes a la constitución de Turquía desde que existe como república. En lo esencial, abolió el cargo de Primer Ministro (al que hasta ahora habían correspondido las funciones del jefe de gobierno), y redujo las atribuciones fiscalizadoras del Congreso, que ya no ejercerá mayor control sobre el presupuesto o los funcionarios designados por el presidente (incluyendo jueces), y sólo podrá formular preguntas al gabinete por escrito. La reforma fortalece en cambio los poderes del Presidente, cargo que ocupa Erdogan y que podría continuar ocupando en principio hasta el 2029.

Dado que no tenemos espacio para sugerir todos los bemoles que ello implica para el status democrático de Turquía, nos remitiremos a un ejemplo particular: el de la libertad de prensa. Se trataba de un área problemática aún antes del fallido golpe de Estado contra Erdogan en julio de 2016. Por ejemplo, la ONG Reporteros Sin Fronteras publica en forma anual un Índice Mundial de Libertad de Prensa. En el índice de 2016 (basado en información de 2015), Turquía ocupaba el puesto 151 entre 180 países que fueron objeto de evaluación. Un reporte de Amnistía Internacional indicaba que ello se debía al empleo que el ejecutivo hacía de su influencia en el poder judicial para amedrentar o sancionar a periodistas críticos del gobierno.

La influencia sobre los jueces que el reporte de Amnistía Internacional atribuía al gobierno tiene como hito fundamental la remoción en 2013 de jueces considerados leales a la cofradía del clérigo Fetulá Gülen, denominada Hizmet (Servicio, en español). La paradoja es que la infiltración en cargos públicos que Erdogan atribuía a los integrantes de Hizmet se inició cuando él llego al gobierno, dado que entonces Gülen era un aliado suyo.

El estatus de la libertad de prensa se deterioró en forma significativa tras fracasar el intento por derrocar a Erdogan. Según el Comité para la Protección de los Periodistas, en 2016 Turquía era el país con más periodistas encarcelados en el mundo, con un total de 81 (China ocupaba el segundo lugar con 38). Desde entonces fueron cerrados unos 160 medios de comunicación. Un dato anecdótico sugiere algún grado de arbitrariedad en esas detenciones. Entre los periodistas presos hay turcos conservadores y seculares (los cuales fueron asociados con el golpe por una filiación kemalista), así como turcos conservadores pero religiosos (los cuales fueron asociados con el golpe por una filiación gülenista). Hay además kurdos seculares de izquierda (los cuales fueron asociados con el terrorismo del Partido de los Trabajadores del Kurdistán). Pero también hay turcos seculares de izquierda, los cuales no pueden ser asociados en forma verosímil ni con el golpe ni con el terrorismo.

Lo dicho explica el sesgo oficialista de la cobertura periodística durante la campaña para el reciente referendo. Por ejemplo, un estudio mencionado por The Economist revisó 168.5 horas de cobertura de las campañas por parte de 17 estaciones de televisión: encontró que los partidarios de la reforma constitucional impulsada por Erdogan recibieron 90% del tiempo de emisión.

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