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España ante la fragmentación
Vie, 20/10/2017 - 11:08

Jan D. Walter

Maduro no tiene cura
Jan D. Walter

Jan D. Walter es Redactor de Deutsche Welle.

Dado el clima reinante en el país, el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, no va a privar de su poder al Gobierno de la Comunidad Autónoma de Cataluña. No lo hizo el lunes, con su primer "ultimátum", y tampoco lo hará el jueves, cuando vence el segundo "ultimátum". Hasta la mañana de este jueves, el jefe del Gobierno catalán, Carles Puigdemont, tenía plazo para revocar su "suspendida" Declaración de Independencia del 10 de octubre. De lo contrario, se vería como una violación de la Constitución, y Madrid podría deponer al gobierno catalán de acuerdo con el artículo 155 de la Constitución española.

Sin embargo, dado el clima caldeado en Barcelona y la determinación de los separatistas, Rajoy correría el riesgo de una guerra civil. Y no se atreverá. Sobre todo porque, hasta ahora, hay pocas pruebas de que Rajoy tenga un mayor interés en preservar la unidad nacional.

Hasta hace unas semanas, cuando envió la Guardia Civil a Barcelona para confiscar papeletas y urnas, insinuaba que la independencia ni siquiera estaba en discusión. Fiel al lema: lo que no puede ser, no debe ser.

El letargo de Rajoy

Desde la década de 1990, los separatistas han ido ganando terreno, sobre todo porque enseñan el nacionalismo en las escuelas completamente autónomas. El predecesor de Rajoy, el socialdemócrata José Luis Rodríguez Zapatero, también dio un nuevo impulso con una enmienda nacionalista a la constitución regional en 2006, que fue considerada ilegal por el Tribunal Constitucional de 2010 en varios artículos. Con esta decisión, el separatismo comenzó a despegar.

A finales de 2011, Mariano Rajoy asumió el poder. Pero en lugar de hacer atractivas concesiones a los catalanes, es decir, "hacer política", concedió a Barcelona más de 40.000 millones de euros en préstamos entre 2012 y 2016 . Con esto, los separatistas financiaron también su movimiento independentista. Y por el contrario, la región de Madrid, con el mismo producto interno bruto que Cataluña, recibió menos de € 0.7 mil millones de préstamos del Estado español durante el mismo período.

A pesar de todo esto, a Rajoy ni siquiera le sirvió el dinero para concientizar a la población catalana de la unidad española. No podía impedir que los separatistas mantuvieran su posición de que Cataluña estaría mejor financieramente sin Madrid.

La victoria de Puigdemont

Ahora es demasiado tarde para todo esto. La supuesta verdad de los separatistas catalanes se ha establecido. El regreso a un debate sobrio se ha vuelto impensable. Emocionalmente, Madrid no tiene nada más que ofrecer.

Al principal independentista catalán, Puigdemont, no le quedaría otra que declarar tranquilamente la independencia. Una alternativa sería, como sugirió Rajoy, convocar a nuevas elecciones. Pero lo más probable es que, con el clima actual, gane en las urnas y podría interpretarlo, con más énfasis, como una revalidación más para la independencia

De cualquier forma, Puigdemont tiene a Rajoy entre la espada y la pared. Y éste, por lo tanto, le podría otorgar concesiones tan trascendentales que Cataluña, aunque aún no formalmente, pronto será prácticamente independiente de Madrid.

La desintegración

Los opositores catalanes a la independencia no serían los únicos afectados, porque la economía catalana ya está debilitada. Todos los españoles tendrían que pagar si la creciente economía se desplomara de nuevo y Cataluña no pudiera pagar sus deudas.

Esto, a su vez, podría motivar a los separatistas de otras regiones como el País Vasco, Valencia y Galicia, la patria de Rajoy, a independizarse de la administración central.

Tarde o temprano, el futuro dependerá probablemente de la UE y de las perspectivas de adhesión de una Cataluña independiente, es probable que este impulso desarrolle fuerzas que ni Rajoy ni sus sucesores podrán contrarrestar. Y, así, el estado multicultural centenario de España se desintegraría. 

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