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¿Existe una brecha de autoestima entre hombres y mujeres?
Lun, 12/05/2014 - 08:44

Clara Alemann

¿Existe una brecha de autoestima entre hombres y mujeres?
Clara Alemann

Clara Alemann es consultora de la División de Género y Diversidad del BID. Es especialista en diseño y gestión de programas de desarrollo social y político con una perspectiva de género. Su trabajo se centra en la integración de un enfoque de género en el diseño y ejecución de operaciones de protección social y salud en las áreas de salud sexual y reproductiva, programas de transferencias condicionadas, desarrollo infantil temprano, juventud en riesgo y violencia contra la mujer. Cuenta con una Licenciatura en Ciencias Políticas de la Universidad de Buenos Aires y una maestría en políticas públicas de la Universidad de Columbia.

Según un libro recientemente publicado, sí. Comparadas con los hombres, dicen sus autoras, las mujeres no se sienten tan preparadas para un ascenso, creen que les va a ir peor en los exámenes, subestiman sus habilidades científicas y sus capacidades en general, por lo que se autoexcluyen ante muchas oportunidades educativas, laborales y en otros aspectos de sus vidas sin ni siquiera intentarlo.

Esta disparidad en la autoestima de hombres y mujeres es resultado, aparentemente, de factores que van desde disposiciones biológicas a la manera en que se socializa a los niños: se espera que las niñas sean modestas y tranquilas, y que los niños asuman riesgos, sean fuertes y controlen sus emociones. A esto se suma el papel clave que juegan instituciones, mercados y  experiencias de vida a la hora de favorecer o restringir la capacidad de las mujeres para controlar sus vidas, tanto dentro como fuera del hogar.

Así que la brecha de autoestima puede ser más una cuestión socio-económica y cultural que una cuestión de las mujeres. Según sostiene una postura crítica con este concepto, la discriminación por género y el sexismo se han naturalizado y moldean el comportamiento de la mujer: las mujeres y las niñas no son asertivas porque cuando actúan con demasiada seguridad son castigadas, ya sea en el hogar, la escuela, el trabajo o la política (como refleja el documental Miss Representation).

Parece entonces que hay una interacción dinámica entre la predisposición y las capacidades, el entorno y las experiencias de vida, que puede fortalecer o socavar la auto confianza. A pesar de que la premisa de la baja autoestima y las soluciones propuestas por las autoras (las mujeres deben actuar más -lean in en inglés- y cavilar menos) son más aplicables a una minoría de mujeres privilegiadas que a la mayoría, hay un punto esencial muy válido a considerar.

La desigualdad de género afecta a la confianza de mujeres y niñas en su capacidad de perseguir planes de vida distintos de los roles sociales que se les inculcan desde pequeñas. Por eso, los programas y políticas que buscan corregir estas disparidades ampliando las oportunidades para las mujeres tienen que incluir intervenciones que les permitan conocer sus derechos, aspirar a la vida que deseen (ya sea ser astronauta o madre con dedicación exclusiva), creer en su capacidad para lograrlo y animarles a hacerlo.

Hay evidencia contundente sobre la correlación entre rasgos de personalidad como la motivación, la auto confianza y la perseverancia y la probabilidad de obtener resultados positivos en la educación, el trabajo o la salud. Heckman sostiene que ciertos rasgos son esenciales para el éxito personal y profesional. Y la auto confianza parece ser, al menos en parte, responsable de convertir creencias en certezas sobre lo que somos capaces de hacer y, por lo tanto, contribuye a transformar las aspiraciones y metas en acciones para alcanzarlas.

Así que incluso si la auto confianza de mujeres y niñas fuese sólo uno de los muchos factores que afectan sus posibilidades de tener las mismas oportunidades de desarrollo que hombres y niños, ¿qué pueden hacer los programas y políticas que promueven la igualdad de género al respecto?

Las intervenciones efectivas en desarrollo infantil temprano y juvenil, competencias parentales, empleabilidad, salud sexual y reproductiva deben reconocer que niñas y niños tienen diferentes patrones de aprendizaje, de asumir riesgos, de ejercer liderazgo y manifestar auto confianza. Y pueden incluir componentes para promover una reflexión crítica sobre cómo los roles de género moldean y limitan la capacidad de mujeres y niñas para tomar decisiones significativas sobre sus vidas y transformarlas en resultados.

Muchas intervenciones que buscan fomentar la auto confianza de mujeres y niñas en combinación con oportunidades económicas o educativas han demostrado que esto contribuye a alcanzar resultados positivos como el aumento de la empleabilidad, una menor deserción escolar, la postergación del embarazo  y un comportamiento sexual saludable, un buen vínculo entre padres e hijos y menor violencia de pareja. Otros enfoques educativos con perspectiva de género prometedores buscan garantizar la participación por igual de niñas y niños a la hora de opinar y asumir responsabilidades en  clase, alentando a las niñas a desarrollar habilidades fuera de su zona de confort y a seguir sus aspiraciones.

*Esta columna fue publicada originalmente en el blog ¿Y si hablamos de Igualdad? del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

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