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Hamás e Isis
Dom, 05/10/2014 - 15:02

Farid Kahhat

Las buenas noticias que trae el fallido atentado a Times Square
Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

En su discurso ante la Asamblea General de la ONU, el Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, repitió el que se ha convertido en su nuevo mantra: “Hamás es ISIS, ISIS es Hamás”. Si de veras creyera eso, el suyo no sería el único gobierno en el mundo que, a través de la mediación egipcia, negoció públicamente con Hamás hasta en tres oportunidades. La primera fue en 2011, culminando en la liberación del soldado israelí Gilad Shalit a cambio de 1,027 presos palestinos (deferencia que Netanyahu no tuvo con Mahmoud Abbas en Abril de este año, cuando se negó a liberar unas decenas de prisioneros, como habían acordado previamente las partes). La segunda negociación fue para conseguir un cese al fuego con Hamás en 2012, y el acuerdo consta por escrito. La tercera negociación está en curso, y tiene como propósito levantar el bloqueo israelí sobre Gaza a cambio de garantías de seguridad. Si Hamás e ISIS son intercambiables, y Netanyahu negocia con Hamás, luego entonces Netanyahu estaría dispuesto a negociar con ISIS: esa es la conclusión a la que debería llegar si creyera en su propia premisa. Por suerte no lo hace.  

En su discurso Netanyahu sindicó a Irán como aliado de Hamás, y precisamente por ser verdadera, esa afirmación contradice su premisa inicial: el Irán que envía armas a Hamás en Gaza, es el mismo Estado que envía armas y soldados hacia Iraq y Siria para combatir contra ISIS. También contradijo esa premisa la vocera del Departamento de Estado de los Estados Unidos, al afirmar que si bien su gobierno califica a Hamás e ISIL como organizaciones terroristas, añadió que “ISIL representa una amenaza diferente para los intereses occidentales” (incidentalmente, empleó el acrónimo correcto en inglés: el nombre en árabe es “Estado Islámico en Iraq y el Levante”, no en Siria, es decir ISIL, no ISIS). Esa apreciación acierta en ambos extremos: Hamás, en efecto, emplea el terrorismo como medio de acción. En eso se parece tanto a ISIL como a lo que fuera la milicia Irgún, de Menájem Begin (fundador del partido de Netanyahu, el Likud, y quien fue objeto de requisitoria durante el Mandato Británico de Palestina). Pero Hamás se parece también al Irgún en que, estando ambas inspiradas en una religión, eran primordialmente organizaciones nacionalistas (a diferencia de la agenda pan-islamista de Al Qaeda e ISIL, que buscan instaurar un Estado que gobierne a todos los musulmanes del mundo).

ISIL es una escisión reciente de lo que fuera Al Qaeda en Irak, y sabemos con certeza lo que Al Qaeda piensa de Hamás: tanto su líder fundador, Osama Bin Laden, como su líder actual,  Ayman Al Zawahiri, la condenaron de manera pública y reiterada. Las razones fueron diversas, desde la mera participación en elecciones (inaceptables porque apelan a la soberanía popular en reemplazo de la soberanía divina, y porque implican restringir la acción política al ámbito nacional), hasta la inclusión de palestinos cristianos entre sus candidatos. De hecho, en 2009 Hamás doblegó por la fuerza en Gaza a una agrupación que guardaba afinidad con Al Qaeda. Por último, hay un contingente significativo del propio gobierno israelí que discrepa con su Primer Ministro: el servicio de inteligencia interior Shin Bet. Lo demuestran tanto el documental nominado a los premios Oscar “The Gatekeepers”, basado en entrevistas a los seis últimos jefes en retiro de esa organización, como las declaraciones posteriores de algunos de ellos (por ejemplo, las de Yuval Diskin al diario alemán “Der Spiegel”).

Resulta más conveniente sin embargo sostener que la violencia es producto única y exclusivamente de la vesania irracional de Hamás, antes que contemplar la posibilidad de que cosas tales como los 66 años de exilio entre los refugiados, o los 47 años de ocupación sobre los territorios palestinos (todo lo cual comenzó décadas antes de que Hamás existiera), tengan algo que ver en el asunto. 

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