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¿Hay espacio para la agricultura urbana en las nuevas ciudades?
Mar, 28/01/2014 - 12:40

Horacio Terraza

¿Qué es una ciudad emergente? ¿Cuántas hay en América Latina?
Horacio Terraza

Horacio Terraza se desempeña en la actualidad como coordinador, por parte de la Gerencia de Infraestructura y Medioambiente, de la Iniciativa de Ciudades Emergentes y Sostenibles (ICES) del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Al mismo tiempo es Especialista Líder en Agua y Saneamiento de la División de Agua y Saneamiento. Su formación es en ingeniería, con 20 años de experiencia profesional en el campo urbano-ambiental, habiendo trabajado tanto en el sector privado como en organizaciones multilaterales de desarrollo. Anteriormente, Horacio trabajo durante once años para el Banco Mundial como Especialista Ambiental Senior, liderando la agenda urbana ambiental y coordinando las operaciones relacionadas con financiamiento de carbono en el Departamento Regional de América Latina. Terraza es ingeniero mecánico recibido en la Universidad Nacional de La Plata en Argentina y posee un master en Economía Internacional y Relaciones Internacionales de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados (SAIS) de la Universidad de Johns Hopkins.

Hace unos días tuve oportunidad de ver el trailer de un nuevo documental independiente que se llama “Growing Cities” (algo así como “cultivando ciudades” y al mismo tiempo “ciudades en crecimiento”) que va a ser exhibido en el Environmental Film Festival de Washington DC.  Más allá de que el documental parece interesante, la realización y exhibición misma es una prueba más del crecimiento de la agricultura urbana en el marco de la sociedad americana.

Mirando el tráiler vi que el documental trata el caso de Detroit y me pregunté cuál podía ser el rol de la agricultura urbana en esta nueva ciudad. ­ Y si, digo  “nueva”  sabiendo que hablo de la misma Detroit que fue fundada hace más de 300 años, pero consciente de la inevitable realidad de que la ciudad se encuentra en un proceso de reconstrucción radical y de supervivencia tal, que es casi fundacional. ¿Cómo se incluye “de cero” la agricultura urbana en la planificación? ¿Podría ser este un buen ejemplo de revitalización de ciudades que enfrentan problemas de desempleo, pobreza urbana y que al mismo tiempo poseen una alta cantidad de terreno vacante -como lo he comentado en post previos?

Me adentré en el nuevo plan estratégico para el proyecto de “Detroit Future City” -el marco estratégico de planificación para la transformación de largo plazo de la ciudad, creado por una junta de planeamiento compuesta de diversos actores interesados en la revitalización de la ciudad de Detroit.

Detroit posee hoy aproximadamente 701.000 habitantes (US Census 2012), pero  fue diseñada y posee la infraestructura urbana para 2 millones.  Desde 1950 la población se redujo en 61% y durante los últimos 10 años el número de viviendas vacantes se duplicó. ¿El resultado? Una ciudad con una masiva cantidad de terrenos abandonados, hablamos de unos 80,000 lotes residenciales en desuso o abandonados (además del 22% del suelo industrial y 36% de los lotes comerciales), lo que equivale a 20.000 millas cuadradas, casi el mismo tamaño de la isla de Manhattan. Y más preocupante aún: debe usar y mantener una infraestructura urbana totalmente sobredimensionada para su población actual.

La ciudad se propone un nuevo plan de uso del suelo “en un marco verde” (green canvas) que dará el tono a la ciudad y a su desarrollo. Se propone una suerte de “refundación” de una gran urbe industrial hacia una ciudad más verde, diversa y vital tanto social como económicamente. En parte continuando con la tendencia del plan de uso del suelo de Philadelphia en el 2010, este plan propone nuevas tipologías para el uso del suelo como: “innovación ecológica” (áreas ecológicas que apoyan una variedad de vida silvestre), "grandes parques" (grandes espacios abiertos que proporcionan oportunidades para la recreación además de beneficios ambientales) o “innovación productiva” (áreas de uso productivo como la agricultura y manejo de aguas pluviales). El plan pronostica un escenario en el cual en sólo 50 años, 29% del territorio será usado para estas nuevas tipologías que buscan utilizar suelo vacante de manera productiva.

Lo interesante es que todas estas tipologías de uso y particularmente la última, pretenden dar espacio formal a la agricultura urbana. De alguna manera, ésta ha sido institucionalizada -en abril 2013, la ciudad aprobó una nueva ordenanza que establece definiciones y normas para las granjas y huertas urbanas dentro de los límites de la ciudad, una indicación del nuevo reconocimiento del valor potencial de agricultura urbana para la ciudad. El plan propone el desarrollo de una cadena de comercialización  de alimentos que vincula las huertas urbanas a los mercados agrícolas locales y las granjas urbanas a los sistemas alimenticios de mayor escala.

¿Podría la agricultura urbana no sólo proponer una solución a esta amplia cantidad de tierra abandonada -sino también contribuir a la revitalización de la economía, dando empleo a parte de su población? No hablamos acá de las externalidades inmobiliarias relacionadas con el desarrollo de barrios más seguros y limpios.  Un estudio en 2009 estima que el fomento de mayor consumo local de alimentos y bebidas locales podría contribuir a una reducción en la tasa de desempleo en 6,5% -ok, parece demasiado, pero inclusive si fuera sólo la mitad sigue siendo importante para una ciudad que tiene una tasa de desempleo de 16% (US Bureau of Labor Statistics). Adicionalmente, esto contribuiría con U$125 millones en ingresos para las arcas de un municipio en bancarrota. Por supuesto hay que considerar también los ahorros que implica para la ciudad en términos de  limpieza y seguridad -por ejemplo un estudio en Philadelphia, ciudad que tiene unos 40.000 lotes vacantes, estima que los costos relacionados con el mantenimiento de éstos suman a US$20 millones al año.

Si bien estoy de acuerdo con Edward Glaeser cuando dice que sería un error pensar que las ciudades pueden satisfacer significativamente su provisión de alimentos mediante la agricultura urbana dado el bajo valor de este uso urbano, no puedo evitar preguntarme cuál sería el resultado de un análisis económico serio en un caso extremo como éste: en el que la ciudad tiene el 14% de su superficie vacante, donde además se prevé un decrecimiento demográfico hasta el 2040 y donde los costos de mantenimiento y uso de la infraestructura ociosa se hacen insostenibles para la densidad actual de la ciudad.

La idea del uso social-productivo de la agricultura urbana no está confinada sólo a ciudades de los Estados Unidos. La ciudad de Rosario, Argentina, utilizó la agricultura urbana como una estrategia para generar trabajos para familias desocupadas en respuesta a la crisis de 2001. A través del Programa de Agricultura Urbana (PAU), se han creado 791 huertas comunitarias que promueven la generación de emprendimientos sociales de producción y elaboración de alimentos, consolidando una red productiva de 10.000 familias desocupadas. Sería bueno escuchar de nuestros amigos de Rosario como evolucionó el programa.

Me motiva la re-visualización de Detroit y el rol que la infraestructura verde y el espacio verde mismo van a tener en la ciudad. La agricultura urbana es sólo un elemento más del sistema. La escala del problema de la que hablamos no es comparable para nuestras ciudades emergentes en América Latina y el Caribe, pero sí la utilidad del recurso para construir ciudades más sostenibles, inclusivas, con mayor seguridad, empleo y mejor calidad de vida.

*Esta columna fue publicada originalmente en el blog Ciudades Emergentes y Sostenibles del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

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