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¿Hay un Rodrigo Duterte en el futuro mexicano?
Jue, 08/09/2016 - 08:31

Pascal Beltrán del Río

Elección 2012: el qué y el cómo
Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río Martin es periodista mexicano, ha ganado dos veces el Premio Nacional de Periodismo de México en la categoría de entrevista, en las ediciones 2003 y 2007. En 1986 ingresó en la entonces Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se licenció en Periodismo y Comunicación Colectiva. De 1988 a 2003 trabajó en la revista Proceso; durante este tiempo publicó el libro Michoacán, ni un paso atrás (1993) y fue corresponsal en la ciudad de Washington, D.C. (1994-99), además de Subdirector de Información (2001-2003). Fue dos veces enviado especial en Asia Central y Medio Oriente, donde cubrió las repercusiones de los atentados terroristas de septiembre de 2001 y la invasión de Irak.

Este miércoles argumenté en este espacio que el presidencialismo mexicano se ha vuelto inservible porque fue concebido como eje de un sistema político que ha dejado de existir.

La lógica indicaría que debiéramos ensayar otro tipo de régimen, pero eso se dice más fácil de lo que se hace. El cambio tendría que realizarse sin la ventaja de detener la marcha del país y la responsable de llevarlo a cabo sería una clase política a la que casi siempre le ha faltado capacidad de consenso, generosidad y altura de miras.

Tal vez sería más fácil pensar en cambios graduales, como el reforzamiento de la Ley Federal de Gobierno de Coalición que aún no se estrena porque fue expedida hace apenas dos años.

Lo cierto es que algo tiene que hacerse, porque la debilidad del Ejecutivo ya resulta alarmante y no hay nada que nos diga que esta situación vaya a mejorar.

Insisto en lo expuesto ayer: hablar de la debilidad de la figura del Ejecutivo no disculpa los errores y omisiones del presidente Enrique Peña Nieto. Más bien es necesario reconocer que éstos han exacerbado una fragilidad que viene manifestándose desde hace un par de décadas.

Encuestas recientes sobre la carrera presidencial de 2018 permiten vislumbrar la posibilidad de que el próximo Ejecutivo sea elegido con el porcentaje más bajo en la historia posrevolucionaria.

Acontecimientos vividos por México en el siglo XIX y algunos más contemporáneos en otros países debieran tenernos alarmados sobre el curso que podría tomar el deterioro de la figura presidencial.

La forma en que la llamada República Restaurada desembocó en el autoritarismo porfirista tras la muerte del presidente Benito Juárez, así como ejemplos recientes de la llegada al poder de hombres fuertes como el filipino Rodrigo Duterte, debieran ser una llamada de atención.

La experiencia democrática de México a lo largo de su historia es muy limitada. Hasta hace cien años, el Presidente era elegido de modo indirecto. La mayoría de los mandatarios del siglo XIX llegó al poder vía asonadas o guerras civiles. Y aunque la Constitución de 1917 nos proveyó de una normalidad electoral, el valor de los comicios como instrumento de decisión popular fue ficticio durante siete décadas.  

Puede discutirse si la democracia es un sistema que gusta a la mayoría de los mexicanos, pero lo que no admite debate es que esta sociedad vive un gran desencanto con los resultados del pluripartidismo de los últimos 20 años, en que el país transitó de un sistema autoritario a una partidocracia.

Este desencanto, sumado a la inseguridad en las calles y la debilidad del Ejecutivo, parece una receta para caer nuevamente en manos de un autócrata.

¿Cuánto tiempo pasará para que una mayoría comience a exigir orden a como dé lugar?

En Filipinas esto pasó rápidamente. Luego de la dictadura de Ferdinand Marcos (1965-1986), el país ha vivido un periodo democrático, caracterizado por el dominio de las élites, que ha dejado profundamente insatisfechos a sus habitantes.

“Hartos de promesas incumplidas, el electorado filipino suspiraba por una nueva camada de líderes, especialmente ‘hombres fuertes’ que prometieran acción rápida y decisiva”, escribió el politólogo Richard Heydarian luego del triunfo de Duterte.

Considerado un externo en el escenario político, Duterte, exalcalde de Davao, ganó la elección presidencial de mayo pasado por dos factores principales: aprovechó los escándalos de corrupción que afectaron a su principal rival, el vicepresidente Jejomar Binay, quien un año antes era visto como el virtual sucesor del presidente Benigno Aquino, y se subió a la ola de la indignación social generada por la pobreza y la inseguridad. ¿Le suena?

Por si fueran pocos los parecidos entre los ambientes políticos de México y Filipinas, la nación asiática no tiene segunda vuelta electoral, lo que Duterte aprovechó para ganar con 39% de los votos, luego de ofrecer en su campaña acabar con la inseguridad con base en el uso de la fuerza bruta.

Duterte hoy es presidente de Filipinas, donde la admiración por el ex dictador Ferdinand Marcos está al alza, igual que lo está en México por Porfirio Díaz.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.

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