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Hillary: un muro, el género y la antipolítica
Vie, 05/08/2016 - 08:53

Ivonne Melgar

México: ¿Es Josefina más de lo mismo?
Ivonne Melgar

Ivonne Melgar es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM (México). Trabajó en unomásuno y en Reforma. Es reportera y columnista del periódico Excélsior, Grupo Imagen y Cadena Tres Noticias. Ha reporteado las actividades de Los Pinos (casa de gobierno de México) desde 2003. Es autora de la columna de análisis político Retrovisor que se publica todos los sábados en Excélsior.

En mis años universitarios, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, el sentimiento “antiyanqui” y la perspectiva de lo políticamente correcto nos conducían a ver siempre “lo mismo” en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Sean demócratas o republicanos, los gringos son siempre los gringos y nosotros somos el patio trasero de ese país, parecía resumir la consigna de aquellos años.

Tres décadas después, si bien continúa vigente la idea de que para México al final de cuentas no importa quién habite la Casa Blanca, existe en la actual coyuntura un involucramiento casi emocional de nuestra sociedad con las elecciones de los vecinos.

Y es que con excepción de Andrés Manuel López Obrador, a quien le hemos escuchado minimizar los efectos de la contienda entre Donald Trump y Hillary Clinton, trivializando las diferencias entre sus proyectos, en el gobierno mexicano y entre los políticos hay preocupación por lo que pueda ocurrir allá el 8 de noviembre.

El hecho de que se trate de una elección de pronóstico reservado y entre dos personajes muy identificables, explica que la atención y la tensión sobre la campaña presidencial estadunidense se extiendan a nuestra sociedad en general.

Puede argumentarse que somos partícipes de un seguimiento superficial y propiciado por el fenómeno mediático que nos vende el espectáculo electoral de los hijos del Tío Sam. Y sin duda que, en mucho, la cobertura cotidiana del proceso es una cuestión comercial, un consumo más de la industria del entretenimiento que ahora incluye a los protagonistas y a las tramas de los escenarios políticos. Pero aun cuando se trate de una agenda inducida, lo que está en juego en Estados Unidos no sólo nos compete como nación interrelacionada con su economía y territorio, sino que además esta vez el resultado de sus urnas habrá de impactar nuestra respectiva coyuntura electoral.

Porque lo que allá ocurra dentro de 13 semanas aquí obligará al gobierno de Enrique Peña Nieto, a los partidos y actores políticos, y particularmente a los aspirantes presidenciales al 2018, a tomar banderas y definiciones en tres pistas: el muro, el género y la antipolítica.

Por supuesto que el principal interés entre los mexicanos es la amenaza del candidato republicano de levantar con toneladas de cemento una separación física del tamaño de su repudio hacia los migrantes.

El mero hecho de imaginar esa pesadilla les permitió a los expresidentes de la Republica del PAN, Vicente Fox y Felipe Calderón regresar a los reflectores de la cosa pública con tronantes descalificaciones hacia Donald Trump.

Y si bien la respuesta del presidente Enrique Peña ha sido mesurada y diplomática, en tanto la moneda está en el aire, un eventual triunfo republicano obligaría al gobierno a contener la materialización del muro, el regreso de connacionales y el descrédito del TLCAN.

Consecuentemente, los aspirantes presidenciales estarían llamados a formular una estrategia de campaña para lidiar exitosamente con Trump. Y vaya que el mejor no sería aquel o aquella dispuestos a declararle la guerra, sino el que cuenta con los atributos y arrestos para negociar un cese al fuego contra la marca México.

Así que, en el caso de que Hillary Clinton sea derrotada, aquí será indispensable para los competidores a 2018 proyectar la capacidad de que se puede atemperar a Trump. Y eso reclama trayectoria, experiencia, biografía. No es tarea de buenos publicistas.

Pero si la candidata demócrata llega a la Casa Blanca todos nos quitaremos la lápida de la idea del muro. Y, sin embargo, los varones que suspiran por Los Pinos comenzarán a sentir que el factor género les pesa como nunca antes.

Y como en la carrera presidencial mexicana hay una mujer con los números a su favor, ya es una premisa de los cálculos electorales asumir que si Hillary gana, esto de golpe favorecerá a Margarita Zavala, quien consciente de esa ecuación no perdió la oportunidad de placearse este jueves en la postulación de la demócrata, en Filadelfia. 

Así que mientras la esposa de Calderón capitalizaría la similitud con Hillary de que ambas fueron primeras damas, sus competidores en el PAN —el dirigente Ricardo Anaya y el gobernador Rafael Moreno Valle— y sus potenciales adversarios en Morena, PRI y PRD tendrían el reto de demostrar que no son trayectorias comparables.

Si bien en el propio panismo existe la tentación de cuestionar a Margarita como figura de “una reelección disfrazada”, sus críticos tendrían que cuidarse de no ser tachados de misóginos ante la expectativa del efecto Hillary presidenta.

Al muro y al género se añade una tercera carga, la del éxito o fracaso de la antipolítica que representa Trump y que la esposa de Clinton está dispuesta a rebatir de manera frontal, como lo hizo al convertirse en candidata. En ese  primer discurso, atestiguamos una Hillary dispuesta a desmontar las promesas de varita mágica del republicano, a admitir los excesos del sistema y a prometer cambios para la inclusión, pero sin polarización interna.

Esa apuesta de la primera candidata a la Casa Blanca también nos compete. Porque es la reivindicación del ejercicio de la política y la capacidad de rectificar —desde el statu quo— frente al enojo social capitalizado por quien sabe gritar que todos son una basura.

Así que muchos dirán con AMLO que el 8 de noviembre ni nos va ni nos viene.

Pero en el espejo del vecino todos, incluido él, nos estaremos mirando.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.

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