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Ideologizados
Mié, 19/08/2015 - 09:51

Pascal Beltrán del Río

Elección 2012: el qué y el cómo
Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río Martin es periodista mexicano, ha ganado dos veces el Premio Nacional de Periodismo de México en la categoría de entrevista, en las ediciones 2003 y 2007. En 1986 ingresó en la entonces Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se licenció en Periodismo y Comunicación Colectiva. De 1988 a 2003 trabajó en la revista Proceso; durante este tiempo publicó el libro Michoacán, ni un paso atrás (1993) y fue corresponsal en la ciudad de Washington, D.C. (1994-99), además de Subdirector de Información (2001-2003). Fue dos veces enviado especial en Asia Central y Medio Oriente, donde cubrió las repercusiones de los atentados terroristas de septiembre de 2001 y la invasión de Irak.

Matthew Paul Miller, mejor conocido como Matisyahu –“regalo de Dios”, en hebreo– es un cantante de reggae y rock alternativo estadunidense.

Abandonó la escuela a temprana edad para experimentar con la música. Fue rapero en sus pininos como artista, pero luego se apasionó por el reggae. Simultáneamente se interesó en explorar sus raíces judías. Y de ahí surgió su estilo único, que combina temas religiosos ortodoxos con ritmos de hip hop, rock y reggae.

En 2005, sacó un sencillo, King without a crown, que entró en el Top 40 estadunidense.

Esta semana, Matisyahu volvió a ser noticia, pero no por su música sino por su origen étnico.

Contratado para participar en el Rototom Sunsplash, el mayor festival europeo de reggae –que se celebra cada año en Benicàssim, una comunidad costera de Valencia, España– Matisyahu recibió la extraña exigencia de definir, por escrito o en video, su postura respecto del sionismo y el conflicto palestino-israelí, si quería participar en el festival.

La exigencia fue presentada por una organización llamada BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones), un movimiento que dice luchar contra “la colonización, el apartheid y la ocupación israelí”. Pero lo peor es que la hizo suya el nuevo gobierno valenciano que encabeza Compromís, una coalición de izquierda.

Las pasadas elecciones municipales en España fueron marcadas por el desplazamiento de los dos partidos dominantes, el PSOE y el PP. En muchas ciudades españolas, arribaron al poder fuerzas alternativas. Compromís es una de ellas.

De acuerdo con el diario El País, Compromís justificó el boicoteo a Matisyahu –quien se negó a cumplir las absurdas condiciones– diciendo que el festival debe ser “un espacio de paz y solidaridad”.

No son raros los ejemplos de franco antisemitismo que campean por Europa y otras partes del mundo disfrazados de antisionismo. Éste es uno de ellos. Ni a BDS ni –peor aún– a la autoridad les importó que Matisyahu no se ocupe de política ni que no tenga pasaporte israelí. Por lo visto, la religión del artista lo hacía sospechoso ante su vista.

Tampoco son raros en estos tiempos los casos de gobiernos que se dejan manipular por organizaciones que tienen agendas muy particulares y que usan las redes sociales y la movilización callejera para obligar a las autoridades a adoptar ciertas posiciones.

Dichas tácticas son opuestas a la construcción del consenso social. Las organizaciones presionan para que sus puntos de vista sean la norma –lo políticamente correcto–y los gobiernos aceptan para evitarse dolores de cabeza.

Lo hemos visto en México, con autoridades que ceden ante la presión de sindicatos y otros grupos que imponen su visión sobre todos los demás.

Durante meses, el gobierno federal hizo crecer en importancia a la CNTE, sentándola a la mesa de negociaciones, cuando las prácticas de esa corriente sindical atentan contra la educación de los niños de Oaxaca y otros estados.

Lo hizo también al comprarse la culpa que le atribuían organizaciones sociales del crimen de hace casi un año en Iguala, cuando está claro que no “fue el Estado” sino una banda de narcotraficantes asociada con un gobierno municipal de origen perredista el que desapareció y, todo parece, asesinó a los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa.

Lo ha hecho el Gobierno del Distrito Federal al ceder a las exigencias de grupos que presuntamente defienden a periodistas –claro, menos cuando los periodistas son agredidos por organizaciones como la CNTE, con los que ellos simpatizan—y comprarse una hipótesis de que el multihomicidio de la colonia Narvarte tuvo que ver con un atentado a la libertad de expresión cuando las evidencias que se conocen hasta ahora apuntan a otro lado.

Pero esos grupos, cuando aparecen pruebas que reman contra sus prejuicios se hacen de la vista gorda.

Ninguno de los que sostienen que “fue el Estado” el responsable del horrendo crimen de Iguala dijo pío cuando el grupo de expertos independientes de la CIDH afirmó anteayer que no hay evidencias que liguen al Ejército con los hechos.

Pues no, porque igual que a los ultras valencianos, su ideología les nubla la vista.

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