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La era Trump
Mié, 18/01/2017 - 10:47

Pascal Beltrán del Río

Elección 2012: el qué y el cómo
Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río Martin es periodista mexicano, ha ganado dos veces el Premio Nacional de Periodismo de México en la categoría de entrevista, en las ediciones 2003 y 2007. En 1986 ingresó en la entonces Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se licenció en Periodismo y Comunicación Colectiva. De 1988 a 2003 trabajó en la revista Proceso; durante este tiempo publicó el libro Michoacán, ni un paso atrás (1993) y fue corresponsal en la ciudad de Washington, D.C. (1994-99), además de Subdirector de Información (2001-2003). Fue dos veces enviado especial en Asia Central y Medio Oriente, donde cubrió las repercusiones de los atentados terroristas de septiembre de 2001 y la invasión de Irak.

Se tiende a pensar que por las contribuciones que Estados Unidos ha hecho a la democracia, los habitantes de ese país conocen muy bien su historia.

La verdad es que no. Me sorprende que los medios estadunidenses repitan que la actual transición presidencial es la más contenciosa de que se tenga memoria. Pero una rápida revisión de las que tuvieron lugar en el siglo XX demuestra que no es así.

En octubre de 1929, estalló la crisis económica que se conoce como la Gran Depresión. Como sucede en todo régimen presidencialista, la culpa se la llevó el entonces inquilino de la Casa Blanca, Herbert Hoover, quien había tomado posesión apenas ese año.

El republicano Hoover buscó la reelección en 1932, frente a Franklin D. Roosevelt. El candidato demócrata tuvo un solo tema en aquella campaña: responsabilizar al Presidente de la crisis.

Roosevelt ganó abrumadoramente la elección, con 57% del sufragio popular y 472 de 531 votos en el Colegio Electoral. La rivalidad entre ambos no paró en la jornada electoral y se desbordó en el periodo de transición, que entonces era más largo, pues la toma de posesión ocurría el 4 de marzo.

Pese al voto de castigo, el desplome económico del país no se detuvo. Pasados los comicios, Hoover solicitó una reunión con Roosevelt para diseñar un plan de emergencia de común acuerdo con el fin de calmar a los inversionistas, pero el Presidente electo se negó. “Ese bebé no es mío”, dijo en privado a los medios.

El 15 de febrero de 1933, menos de tres semanas antes de la toma de posesión, Roosevelt estuvo a punto de ser asesinado en Miami, cuando pronunciaba un discurso a bordo de un automóvil descubierto. Giuseppe Zangara, un albañil de origen italiano, se acercó para disparar al Presidente electo, pero falló.

En ese clima, Roosevelt tomó posesión de la Presidencia de Estados Unidos. Entonces existía la tradición –inaugurada por Martin Van Buren y Andrew Jackson, en 1837– de que el presidente entrante y saliente viajaran juntos de la Casa Blanca al Capitolio, donde sucede la ceremonia desde 1801.

Durante el recorrido, Hoover no dirigió la palabra a su sucesor. En las fotografías, el Presidente saliente aparece, sombrero de copa en mano, viendo por un costado del vehículo descubierto.

En su discurso, Roosevelt hizo frente al pánico que provocaba el desplome bancario: “Los estadunidenses sólo deben temer al temor mismo”.

Luego, el nuevo mandatario decretó que el día siguiente fuese de asueto, sin actividades financieras. Y el 9 de marzo, en una sesión conjunta del Congreso, se aprobó la Ley de Emergencia Bancaria cuya iniciativa él había enviado a los legisladores.

El inmediatismo en que se han instalado las sociedades modernas genera la percepción de que muchas cosas jamás se habían vivido. Y que lo peor sólo puede estar por venir.

No por ello debemos descalificar la toma de posesión de Donald Trump como un hecho histórico. Lo es en muchos sentidos y hay razones para estar apesadumbrados. Pero quizá aquellos a quienes les haya tocado vivir conscientemente los hechos de la década de los años 30, y lo que vino después, cambiarían gustosos su lugar con nosotros. No cabe duda: el pasado siempre lo escribe el futuro.

La era que se abrirá el viernes causa inquietud porque muchos de los viejos temas de conflicto que creíamos superados, como los nacionalismos, han vuelto por sus fueros.

También porque una de las invenciones del mundo globalizado, la red mundial de internet, se emplea de forma cada vez más notoria para desunir y propalar odio en lugar de celebrar nuestras semejanzas y resolver nuestros problemas comunes.

Asimismo, porque la expansión económica mundial parece haber llegado a su límite y, aunque fue capaz de sacar de la miseria a cientos de millones de seres humanos, hoy no es suficiente para garantizar la movilidad social.

Y, como remate, la ironía: el primer presidente negro de Estados Unidos, quien había anticipado el principio de una época “posracial”, entregará el poder a un hombre que hizo campaña sobre los hombros del resentimiento de los blancos pobres, en un entorno de frustración de la comunidad negra.

Aun así, es cierto que el mundo ha vivido peores tiempos que los actuales. Y creo que la humanidad ha aprendido de sus costosos errores.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.