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La "jabru" no me deja ir al Mundial de Brasil
Lun, 07/04/2014 - 16:20

Malena Pichot

La "jabru" no me deja ir al Mundial de Brasil
Malena Pichot

Malena Pichot es una actriz, comediante y guionista argentina. En 2012 fue nominada para los Premios Martín Fierro como Revelación por su actuación en El hombre de tu vida.

Uno de los flagelos del parri-pollo del humor en el que se ha convertido el stand up nacional es la categoría “mi señora”: un ser abominable que solo existe en el mundo para molestar al agotado hombre del hogar. Es una constante en el género la desesperación de los comediantes ante los reclamos de una esposa insatisfecha, presentada como una carcelaria de la que no se puede escapar. Quizás tenga que ver con mi edad, con el hecho de que no creo en el matrimonio ni en la convivencia, pero, sinceramente, la problemática “mi señora me molesta” tiene muy poco de problemática, dado que la solución es bastante simple: separarse. Esto no estaría siendo una opción entre nuestros comediantes, que parecieran desenvolverse en 1950, cuando hacer material de la vida conyugal y quejarse de sus esposas seguramente era de lo más corrosivo y arriesgado. No es mi intención plantear una apología de la separación, muy por el contrario, lo que planteo es una renovación en el imaginario del matrimonio, ese imaginario que fue construido sobre la base de un hombre agotado y una mujer que lo interpela constantemente para hacerle la vida más difícil.

Ya estarán aventurando algunos que no se puede hacer humor con las situaciones felices de la vida y estoy de acuerdo, pero nuestras mujeres comediantes también se ubican en el lugar de “mi señora”. Ellas solitas se constituyen como la “jabru” planteando eternamente la misma problemática pero desde el otro lado: “mi marido mira fútbol y no me habla” ¿Ese es tu problema? Por que no vas a ver una película, campeona. Se legitima así desde las dos partes el mismo imaginario sobre el estar casado: un hombre que quiere ver fútbol, una mujer que no lo deja. La condena del estar casado sigue siendo culpa de la mujer.

Por supuesto que la humorada con “la jabru” no es patrimonio de nuestros monologuistas, es el chiste común de todos los días en la calle y en los trabajos. No creo que esta sea la realidad, se comprende que el matrimonio como una condena autoimpuesta no cierra por ningún lado. Lo que sí creo es que hay un goce histórico por parte de los hombres en presentarse como un marido a quien le rompen mucho los huevos. Siempre me fasciné con la mirada pícara, cierto gesto soberbio disfrazado de agotamiento, sumado a una sonrisa socarrona cada vez que un hombre dice “cómo me rompe los huevos María Marta”. Hay un goce por formar parte del estereotipo, un goce por representar lo que hacían nuestros padres y nuestros abuelos. Quejarse cada tanto de la esposa nos da entidad como matrimonio frente a los otros, nos da la forma del matrimonio para el afuera. Lo que a mí me daría tanta vergüenza admitir -que mi pareja estable es realmente un calvario y que me mantiene unida a él un montón de compromisos económicos junto a un sin fin de sensaciones de culpa- es para muchos varones una especia de orgullo: tengo una mujer que me jode tanto, pero ese joderme es, en definitiva, necesitarme. Pueden ver este goce del que hablo en las caritas de los varones más varones de nuestra nación: Pasman, Queijeiro y Coppola, en esta nota de CQC sobre qué excusa darle a las mujeres para ir al mundial.

Y si esto es así, ¿es real que alguna mujer tiene ese poder sobre otro ser humano que no es su hijo? ¿Está pasando en el mismo mundo que habito, que hay hombres pidiéndole permiso a sus novias/esposas para viajar a Brasil? ¿Es en serio que hay personas que creen que evitando que alguien viaje también evita que les metan los cuernos? Compadezco muchísimo a los que forman parte de estas relaciones.

El imaginario de "la jabru" solo puede ser destruido a partir de un trabajo en conjunto de mujeres y hombres. No caben dudas de eso. Pero me gustaría decirle a los varones que cada vez que digan “como hinchan los huevos las minas”, tengan en cuenta que quizás sea el resultado de una insatisfacción latente dada una vida complicadísima de depilación anal, eternos miedos a ser violadas en cada esquina oscura, estándares de belleza altísimos y poquísimos cargos importantes para ocupar. Pasala bien en Brasil, mi amor.

*Esta columna fue publicada originalmente en agencia Télam.

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