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La repudiable 'solidaridad' de Boca Juniors
Vie, 15/05/2015 - 11:54

Gastón Meza Acuña

El jeitinho brasileiro y su influencia en “el Mundial de los mundiales”
Gastón Meza Acuña

Gastón Meza es periodista titulado de la Universidad Nacional Andrés Bello (Chile). Comenzó su labor periodística en el diario La Tercera (Chile), donde se desempeñó en el área de Economía. Posteriormente trabajó como asesor comunicacional en el Ministerio del Trabajo de Chile y en la Fundación Empresarial EuroChile. Actualmente es sub editor en AméricaEconomía.com.

El fútbol a cualquier precio. Ese parece ser el lema del equipo profesional de fútbol argentino Boca Juniors, tras los lamentables incidentes de este jueves que terminaron con un escándalo de proporciones durante el superclásico Boca-River, River-Boca.

El ataque con gas pimienta de seguidores de Boca a los jugadores de River, cuando éstos se disponían a ingresar a la cancha por un túnel para comenzar el segundo tiempo del encuentro por Copa Libertadores, dejó a cuatro de sus miembros lesionados. Con quemaduras. Si eso ya es grave, más grave -indolente, patológico: ¡póngale el adjetivo que usted prefiera!- a estas alturas fue la reacción del equipo xeneise ante tamaño hecho, reanudar el partido a como dé lugar.

¿Una más del fútbol argentino? Así es. A estas alturas, simplemente lo predecible. Todos denuncian, rasgan vestiduras sobre cómo es posible, pero al final de la jornada nadie hace nada: la dirigencia de Boca Juniors afirma que no es responsable de lo que haga un grupo de locos; la autoridad de seguridad argentina opina lo contrario y dice que sí es responsabilidad de la dirigencia; el técnico y los jugadores del equipo más popular de la Argentina no se dan por enterados por el ataque que acaban de ver con sus propios ojos y tras presionar e insultar al técnico y jugadores de River Plate, sin éxito, para que reanude el partido, no les queda más que aceptar la suspensión del match, después de casi dos horas de espera. La indecisión del árbitro que se toma todo ese tiempo, ayuda al caos. Vaya uno a saber por qué motivos… o presiones.

Y como guinda de la torta de la noche, si nada de lo anterior aún no fuera suficiente para interrumpir un encuentro, tras la decisión de suspender el encuentro, Boca Juniors, con su técnico y capitán a la cabeza, parten ¡a saludar y aplaudir a su barra!, La Doce, involucrada en los hechos por cierto. Bueno, digamos, una parte de la barra, ya que una porción de ésta estaba en menesteres no menores: apedreando y tirando botellas a los miembros de River Plate que intentaban salir de la cancha y refugiarse en los camarines del estadio, donde Boca las oficia de local, la mítica Bombonera.

¿Qué viene después de algo así? Nada, todo seguirá su rumbo normal. Quizás sancionen a Boca con puntos que le cuesten su eliminación de la Copa Libertadores, o quizás no, si los dirigentes saben llorar bien sus lágrimas de cocodrilo en esa realidad paralela como son los pasillos de la Confederación Sudamericana de Fútbol (CSF). Digamos que la sanción más grave a la que se expone Boca es jugar unos 3 ó 5 partidos de local sin público.

Y el mundo seguirá girando, total, este no será el último hecho de violencia que afecte al fútbol argentino. Solo este año ya hay 15 hechos registrados: desde la admisión del presidente de Vélez Sarsfield –y candidato a dirigir a la Asociación de Fútbol de Argentina (AFA)- que tiene un trato fluido con los barras bravas para evitar desbordes, hasta el recordado partido entre San Martín de San Juan y Boca. En ese encuentro, los hinchas locales le tiraron una piedra al arquero del club xeneise, Agustín Orión, que impactó en su brazo. El arquero intentó mostrarle el proyectil al árbitro Juan Carlos Lousteau, pero no le creyó, y además lo amonestó. Sobre el final del encuentro, Orión –sí, el mismo que encabezó los saludos a la barra de Boca tras los graves hechos de este jueves que todos conocemos-, en una desafortunada jugada, quebró al delantero uruguayo Carlos Bueno, lo que encendió también la alarma de las sanciones y la violencia entre los propios jugadores de fútbol. Y cómo no olvidar el piedrazo que recibió en Rosario a principios de este año el técnico de Tigre, Gustavo Alfaro, un proyectil que le rompió la cabeza, y en un mar de su propia sangre… pidió que el partido se siguiera jugando, lo que el árbitro hizo con total prontitud, naturalmente.

Así las cosas, sólo basta esperar una tragedia de proporciones en el fútbol argentino, como la de junio de 1968 cuando, justamente, en un Boca-River, River-Boca, murieron 71 personas (la mayoría por asfixia) y otras 150 terminaron heridas. ¿Eso produjo algún cambio? Nada, por lo menos nada perceptible en el tiempo. Que yo recuerde, violencia en el fútbol argentino es algo de lo que yo escucho y leo desde 1980. Es lo normal. La vez que intenté ir a un encuentro de River contra un equipo del interior, me dijeron que tuviera cuidado, y que me la pensara en ir a la cancha de Independiente.