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La sorprendente importancia de comenzar a invertir temprano
Jue, 02/06/2016 - 09:46

Andrés Cardenal

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Andrés Cardenal

Andres Cardenal es Analista de Sala de Inversión América.

Mucho se discute sobre las mejores estrategias para maximizar nuestras tasas de retorno. Sin embargo, cuando pretendemos incrementar al máximo el valor de nuestro capital, no solo debemos pensar en la tasa de retorno anual, sino también en el tiempo durante el cual nuestro dinero trabaja para nosotros. De hecho, muchos inversores suelen sorprenderse considerablemente cuando conocen el impacto que el tiempo puede tener sobre su dinero.

La magia del retorno compuesto. El retorno compuesto es un concepto bastante sencillo, aunque especialmente importante cuando queremos conocer el impacto del tiempo sobre el valor de nuestro dinero. Básicamente, cuando re-invertimos nuestras ganancias en el mercado estamos trabajando con un monto creciente de capital, ya que al año siguiente disponemos del capital inicial más las ganancias del año presente. 

Supongamos que comenzamos con US$2.000 y obtenemos un retorno del 10% en el primer año. En caso que tengamos un horizonte inversión de largo plazo, como por ejemplo planificar nuestro retiro, al año siguiente dispondremos de US$2.200 para invertir, es decir, los 2.000 iniciales más los 200 de ganancias. Por supuesto, esto no incluye el dinero fresco que aportemos a la cuenta en base a ahorros de ese año.

El impacto en un solo año no parece demasiado llamativo, aunque cuando se acumulan los años y las décadas, el crecimiento de nuestro capital puede ser verdaderamente sorprendente. 

De hecho, algunos autores sostienen que el mismísimo Albert Einstein dijo alguna vez que el retorno compuesto es el descubrimiento matemático más maravilloso de todos los tiempos. No queda claro si efectivamente estas palabras salieron de la boca de Einstein, aunque nadie discute que resulta fundamental conocer la importancia del retorno compuesto a la hora de tomar decisiones de inversión.

Un ejemplo simple y poderoso. Tomando períodos largos de tiempo, los retornos de los mercados de acciones son relativamente estables. Por ejemplo, si tomamos las diferentes etapas de 30 años que van desde 1926 a 2016, los retornos del índice S&P 500 suelen estar en la zona del 10% anual en términos nominales.

Concretamente, entre 1926 y 1956 la ganancia anual fue de 10,77%, entre 1956 y 1986 fue del 9,63%, y entre 1986 y 2016 el retorno anual fue de 9,99%. En el mismo sentido, si tomamos períodos solapados de 30 años, es bastante esperable encontrar retornos en la zona del 10% anual antes de descontar la inflación.

Supongamos dos inversoras diferentes: Ana (A) y Bárbara (B). Ambas invierten US$2.000 anuales con el mismo retorno anual del 10%. Tanto Ana como Bárbara planean retirarse a los 65 años de edad, por lo tanto, ese es el horizonte de salida de sus inversiones.

Existe una sola diferencia entre estas inversoras: Ana comienza a invertir a los 19 años de edad, y no aporta más dinero cuando cumple los 27. Bárbara, en cambio, comienza a invertir a los 27 años, y aporta dinero a su cuenta hasta llegar a los 65.

En base a estos supuestos, al llegar a los 65 años de edad, Ana cuenta con un capital de US$1.035.160, mientras que Bárbara dispone de US$883.185. 

Es decir, Ana dispone de US$151.974 más que Bárbara, con la enorme diferencia de que Ana solo aportó US$16.000 durante toda su vida, mientras que Bárbara realizó aportes por US$62.000.

Las matemáticas del retorno compuesto pueden resultar determinantes en lo que respecta al valor de nuestro capital, y el ejemplo deja bien en claro la enorme importancia de comenzar a invertir lo más temprano posible.

Muchos inversores cuentan con horizontes temporales considerablemente más cortos, aunque no dejan de ser importantes las consideraciones intergeneracionales, ya que muchas veces el dinero se gestiona en función del patrimonio familiar a largo plazo.

Por ejemplo, si tenemos un hijo o un nieto recién nacido, estamos frente a un horizonte de inversión que probablemente excede con comodidad los 65 años. En este caso, una inversión de US$10.000 a una tasa real, es decir, descontando la inflación, del 7% anual, se convierte en US$812.729 al final del período. 

En conclusión, una inversión relativamente pequeña de dinero hoy en día nos permite prácticamente asegurar el futuro financiero de un recién nacido cuando llegue a los 65 años de edad. Esto es, por supuesto, asumiendo que comenzamos a invertir lo antes posible, poniendo el dinero a trabajar a nuestro favor durante largos plazos de tiempo.

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*Esta columna fue publicada originalmente en Sala de Inversión.