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La UE y la victoria de Tsipras, la opereta continúa
Mié, 23/09/2015 - 09:27

Barbara Wesel

La UE y la victoria de Tsipras, la opereta continúa
Barbara Wesel

Barbara Wesel, corresponsal de DW en Bruselas.

Nada querría más Bruselas actualmente que tranquilidad en el frente griego. Por eso muchos apostaban por la victoria electoral de Alexis Tsipras al que, al menos, ya conocen tras medio año de negociaciones. También con la esperanza de que el aprendiz de revolucionario hubiera madurado, convirtiéndose en un dirigente responsable y experimentado. Su primer mandato ha dejado un panorama desolado, empeorado la crisis económica y provocado el cierre de los bancos. Pero algunos simplemente no quieren abandonar la creencia en la bondad humana.

Siempre que alguien gana unas elecciones, Bruselas le felicita: el presidente del Parlamento habla sesudamente de retos comunes y de trabajo en común. Pero son los eurodiputados los que meten el dedo en la llaga. Les resulta incomprensible que Tsipras forme de nuevo una coalición con el partido nacionalista Anel. Pero Martin Schulz sabe demasiado bien por qué lo hace: así tiene en Atenas un socio manejable que no hace preguntas incómodas y que tampoco destaca por sus propias competencias.

Si Tsipras hubiera incluido a bordo a los ex socialdemócratas o al partido liberal Potami, tal vez hubiera habido algún experto con experiencia de gobierno o que entendiera algo de economía. Pero eso es justo lo que no quiere el líder de Syriza, aunque esa sea la principal carencia de su partido. Él quiere gobernar en solitario, y eso no es una buena señal para el futuro.

Tal vez los griegos quieran que su gobierno les engañe a cada paso. Durante la campaña electoral, Tsipras les ha vuelto a prometer la Luna. Pretende poder aligerar las condiciones del rescate o incluso volver a renegociarlas. Eso es un sinsentido. Sólo cuando haya implementado las reformas los acreedores accederían a hablar con él de "aligerarlas". El primer ministro tiene ahora cuatro semanas para aprobar leyes y medidas dolorosas. La reforma de pensiones, de la Administración o la privatización del suministro de energía y de los puertos son sólo algunos ejemplos de una larga lista. ¿Cómo puede alguien que le decía a la gente que el programa de reformas fue una extorsión, darle la vuelta al asunto para convertirse en el encargado de llevar a cabo esos programas?

¡Diga por fin la verdad a los ciudadanos! Tsipras gusta de presentarse ante los griegos como un héroe mezcla de Robín Hood y los Tres Mosqueteros, no como vendedor de píldoras amargas. Pero tiene que conseguir que los griegos entiendan que la medicina prescrita es difícil de tragar, pero les salvará la vida. Sin nuevas reformas no habrá crecimiento económico. Y el camino se ha puesto aún más cuesta arriba, precisamente por culpa de Tsipras.

Él también tendría que explicar a los ciudadanos que la crisis griega ya no acapara los focos en la escena europea. Tenemos ahora en su lugar una crisis de los refugiados que centra toda la atención.

Por último, Tsipras debería ocuparse de que Grecia funcione de una vez como un auténtico Estado. El trato a los refugiados es una vergüenza y ha demostrado una vez más la falta de voluntad y la incapacidad para gobernar de la administración griega. Pero, ¿es Tsipras la persona adecuada para dar un golpe en la mesa y hacer rodar cabezas? Hasta ahora ha mostrado su capacidad para marcar el ritmo, aunque quizá ni él mismo sabe si será capaz de gobernar. ¿Ha madurado? ¿Se ha dado cuenta de la gravedad de la situación? Poco parece indicarlo. Sólo una cosa está clara: al final del camino espera Wolfgang Schäuble. Y tras él acecha el fantasma del Grexit.

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