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Las ciudades "malditas": el abandono de las ciudades de Centroamérica
Mié, 09/07/2014 - 15:20

Ginés Suárez

Lo que Sandy puso al descubierto
Ginés Suárez

Ginés Suárez recientemente se ha incorporado (febrero de 2012) como analista en Gestión del Riego de Desastres en la división de Medio Ambiente, Desarrollo Rural y Gestión del Riesgo de Desastres del BID. Tiene 14 años de experiencia en procesos de recuperación post-desastre, gestión de riesgo de desastres, planificación territorial y manejo sostenible de recursos naturales a nivel local, experiencia desarrollada principalmente en Honduras, inicialmente trabajando con ONG internacionales, posteriormente como director por ocho años de una ONG local y en los tres años previos a su incorporación en el BID como especialista en gestión del riesgo de desastres en la oficina del PNUD en Honduras. Es licenciado en geología por la Universidad de Oviedo y Master en Gestión del Riesgo y Manejo de Desastres por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.

Desde el Antiguo Testamento, con Sodoma y Gomorra, los desastres han sido interpretados como castigos divinos. No cabe duda que un desastre, más allá del impacto económico, genera un tremendo impacto psicosocial, en respuesta al cual las sociedades a lo largo de la historia, consciente o inconscientemente, han tratado de darle un sentido trascendental a las catástrofes.

En Centroamérica son varios los ejemplos de ciudades que han sido parcialmente abandonadas tras los desastres en busca de lugares más seguros para el desarrollo. Dicho abandono podemos decir que responde a la búsqueda de una reconstrucción en condiciones más seguras, pero también es el resultado de una respuesta psicosocial ante el trauma del desastre.

El caso más conocido es sin duda el de Antigua Guatemala. La ciudad fue parcialmente abandonada después de un terremoto en el año 1773, lo que permitió que se conservara su arquitectura colonial barroca y su estructura urbana prácticamente intactas. 62 años antes del terremoto que desencadenó el traslado de la capital a la localización que actualmente ocupa la ciudad de Guatemala, Antigua había sufrido otro sismo importante por lo que es comprensible que la sucesión de eventos desencadenara el que se tomara la decisión del traslado, aunque como tristemente demostró el sismo de 1976 en Guatemala la nueva localización no estaba exenta de amenaza sísmica.

Mucho más recientemente, en 1972, Managua fue afectada por un devastador terremoto. La última ciudad abandonada es el centro de la capital de Honduras.

Aunque popularmente se conoce a la capital de Honduras como Tegucigalpa en realidad está formada por dos ciudades gemelas Tegucigalpa y Comayagüela que conforman lo que conocemos como Municipio del Distrito Central. En 1998 la ciudad fue afectada por el huracán y tormenta tropical Mitch. Aunque el evento fuera de Honduras ha ido cayendo en el olvido en el país marco a toda una generación. Uno de los sitios donde aún se pueden ver sus huellas indelebles es en el centro de Comayagüela y Tegucigalpa, ambos centros históricos separados por el río Choluteca.Al año siguiente en 1973 el centro de la ciudad fue declarada propiedad del Estado prohibiéndose su reconstrucción total por lo que hasta el día de hoy aún se pueden ver los edificios afectados por el terremoto en el antiguo centro de la ciudad parcialmente abandonado.

El paso de la tormenta por la ciudad tuvo, sin duda, características de un desastre bíblico con enormes inundaciones pero sobre todo con el deslizamiento del Berrinche que movilizó aproximadamente 4,5 millones de metros cúbicos de material que represaron el río Choluteca formando un lago durante 45 días.

Después de este evento catastrófico las orillas del río Choluteca fueron completamente abandonadas, 260.000 metros cuadrados de propiedades no fueron reconstruidas y el sistema de aguas negras de toda la ciudad que se localizaba dentro del Río dejo de funcionar y tampoco fue reconstruido. Como consecuencia el río se convirtió en una cloaca, las inundaciones se hicieron cada vez más frecuente y la población abandonó el centro de la ciudad que se volvió altamente inseguro.

La ciudad comenzó a vivir de espaldas al río y se expandió hacia las laderas abandonando el centro histórico. No solo se dañaron propiedades, sistemas de saneamiento y las calles, se perdió la identidad de la ciudad. En realidad los núcleos históricos de las ciudades de Tegucigalpa y Comayagüela fueron abandonados y se dio inicio a una nueva ciudad, una ciudad sin identidad que trata de olvidar el desastre de 1998. Es una ciudad de contrastes, que crece sobre laderas inestables donde los más vulnerables, que no pueden permitirse construir sobre cimientos profundos, ven como sus casas se fisuran y deslizan ladera bajo, llevándose no sólo paredes y techos, sino recuerdos e ilusiones de un futuro mejor.

Quizás los centros históricos de Tegucigalpa y Comayagüela podrían dormir en el olvido como Antigua y en un par de siglos convertirse en lugares de obligatoria de visita para los turistas interesados en la arquitectura de los siglos XIX y XX.

Pero también podría ser que la historia fuera diferente.

Que un esfuerzo conjunto del Gobierno Nacional y la Alcaldía Municipal con el apoyo del BID sembrará la semilla del cambio, y que la ciudad “maldita” fundada en 1578 despertará de su letargo y le cuente a la ciudad sin identidad que la historia puede ser diferente, que le cuente relatos de personas que soñaron y construyeron espacios públicos, calles peatonales y cafés en aquella ciudad colonial y que estos sueños pueden volver a la vida en la ciudad actual.

En el Municipio del Distrito Central se puede estar empezando a escribir una bonita historia con el apoyo de la Iniciativa de Ciudades Emergentes y Sostenibles, una historia que valdrá la pena contar.

*Esta columna fue publicada originalmente en el blog Ciudades Emergentes y Sostenibles del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

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