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Lo que aprendí en mi campaña para reducir las muertes violentas en Brasil
Mié, 15/04/2015 - 14:28

Ilona Szabó de Carvalho

Lo que aprendí en mi campaña para reducir las muertes violentas en Brasil
Ilona Szabó de Carvalho

Ilona Szabó de Carvalho es una especialista brasileña en seguridad pública y políticas sobre drogas en el mundo. Fundó y dirige el Instituto Igarapé, un think tank con sede en Río de Janeiro. Durante la última década, ha aportado al debate sobre los enfoques progresistas en la prevención de la violencia y el consumo de drogas. Obtuvo una Maestría en Estudios para la Paz y los Conflictos de la Universidad de Uppsala (Suecia) y un título de especialista en Desarrollo Internacional, de la Universidad de Oslo.

Hace más de una década, Ilona Szabo de Carvalho dejó la comodidad del sector financiero para luchar por un mundo más seguro. Se convirtió una “diplomática de la sociedad civil” que trabaja en temas de control de armas y reformas de políticas de drogas. En su camino ha aprendido varias lecciones. Ella comparte cuatro de ellas, que fueron presentadas en una charla TED.

Brasil tiene más homicidios que cualquier otro país del mundo. Una de cada diez personas asesinadas anualmente en el mundo es un brasileño. Esto se traduce en 56.000 personas, la mayoría de ellas chicos de descendencia afro acribilladas a balazos.

No por coincidencia, Brasil es uno de los mayores consumidores de drogas en el mundo. Es el segundo mayor consumidor de cocaína y de crack. Y la guerra contra las drogas ha empeorado el problema. Casi la mitad de los homicidios en Brasil y una cuarta parte de la población encarcelada tiene alguna relación con una política de drogas represiva.

Desde luego, Brasil no es el único país que enfrenta el doble desafío de la violencia por la presencia de armas de fuego con formas inefectivas de combatir las drogas. Casi todos los países y ciudades a lo largo de centro y sur américa y el caribe se encuentran en problemas. América Latina tiene apenas el 9 por ciento de la población del mundo y registra más del 25 por ciento de sus homicidios.

Estos problemas son imposibles de ignorar.

En el 2003, dejé el mundo de la banca para sumarme a una campaña para cambiar la legislación que regula el porte de armas y para recuperar armas de fuego. En pocos años no solamente transformamos las leyes nacionales sino sacamos de circulación a más de 500.000 armas de fuego. Fue uno de los programas más grandes de su tipo en la historia. También sufrimos algunos traspiés, incluyendo una derrota en un plebiscito que habría prohibido la venta de armas a civiles.

Hace algunos años, en el 2008, también me sumé a un movimiento internacional para reformar la política de drogas, llevando la lucha desde Brasil a otras partes del mundo. Me convertí en coordinadora de la Comisión Global sobre Políticas de Drogas. Es un grupo de alto nivel de líderes comprometidos con una manera más humana y efectiva de abordar el tema de la producción, consumo y producción de drogas.

Hemos tenido algunos éxitos en el camino. Logramos romper el tabú que rige sobre el hecho de tener una conversación sobre reformas en el tema de drogas -un tema no menor. A lo largo de las Américas -desde los Estados Unidos y México, hasta Colombia y Uruguay- se nota un cambio en el aire.

De la experiencia he aprendido cuatro cosas que sirven para promover la comunicación en seguridad ciudadana en términos más generales.

En primer lugar, cambien y controlen la narrativa. Esto es algo que los políticos entienden de manera intuitiva pero que le cuesta más a la sociedad civil. En el caso de la política de las drogas, nuestro éxito más significativo fue cambiar el debate desde un enfoque basado en una guerra en contra de las drogas a uno que antepone la salud y la seguridad de la gente. En cuanto al control de armas, nos costó convencer a los brasileños que la seguridad colectiva era más importante que el derecho individual a portar armas.

Segundo, nunca hay que subestimar al otro lado. Si ha de adelantar una nueva política de seguridad ciudadana, es crítico entender las diferentes motivaciones y puntos de vista del que se opone a dicha política. En lo que se refiere al control de la venta de armas, subestimamos la convicción y habilidad del otro lado. Perdimos el referendo cuando el lobby doméstico – con el apoyo de la Asociación Nacional del Rifle de Estados Unidos (NRA) – logró vincular el derecho de portar armas con la libertad y la democracia. En un país con una experiencia reciente de una dictadura militar, este mensaje anti gobierno fue bien recibido. Tuvimos más éxito en el caso de la política global anti-drogas.

Tercero, usen datos para impulsar sus argumentos. Obviamente, drogas y armas son temas que provocan fuertes emociones y que impactan las vidas de cientos de millones de personas. A veces es imposible superar las emociones y ceñirse a los hechos. Pero esto no significa que deben dejar de intentarlo. En Brasil, movilizamos a estrellas de telenovelas y científicos para demostrar los impactos exitosos de cambios en las leyes en el porte de armas y de iniciativas para retirar de armas de fuego de circulación. En el año posterior a la entrada en vigencia del nuevo estatuto de armas, se salvaron la vida de más de 5.000 personas tras 13 años de aumento consecutivo de homicidios. En el caso de las drogas, logramos demostrar con estadísticas cómo las políticas estaban haciendo más daño que el mismo uso de las drogas.

Cuarto, no duden en crear coaliciones de personas que normalmente no comulgan política o ideológicamente. Si quieren hacer un cambio importante en la seguridad ciudadana, busquen una amplia representación de la sociedad. Tanto en el caso de las armas como en el de las drogas, tuvimos una coalición increíble: miembros de las élites en las tomas de decisiones, grupos de medios, médicos, abogados, asociaciones de sobrevivientes, campeones de derechos humanos, líderes religiosos e iconos culturales. Es importante movilizar coaliciones de los convencidos y de los menos convencidos para lograr el cambio. Esto significa juntar libertarios, opositores a la prohibición, los que favorecen la legalización y políticos liberales. Puede que no estén de acuerdo en todo – puede que estén en desacuerdo con casi todo – pero la legitimidad de la campaña reside en su punto de vista diverso.

Hay, desde luego, otras maneras de movilizar la sociedad civil para hacer que nuestros países y nuestras ciudades sean más seguras. Pero tomadas en conjunto, estas cuatro lecciones ofrecen un hoja de ruta preliminar para generar un impulso positivo.

*Esta columna fue publicada originalmente en el blog Sin Miedos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).