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Lo que dejó la visita de Trump a Arabia Saudita
Jue, 01/06/2017 - 10:20

Esther Shabot

Amos Oz, más allá de la literatura
Esther Shabot

Esther Shabot Askenazi es licenciada en Sociología de la UNAM (1980, México), con estudios de maestría en Sociología en la UNAM y con especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana (1982-1985). De 1983 a 1986 fue colaboradora semanal del periódico "El Nacional", tratando asuntos del Oriente Medio. Desde 1986 hasta la fecha es editorialista semanal en el periódico Excélsior, donde trata asuntos internacionales.

Ceremonial espectacular con sus toques pintorescos, acuerdos de grandes negocios, muchos miles de millones de dólares pactados de ida y vuelta, insistente retórica antiterrorista, además de un espaldarazo a la monarquía saudita sin mención alguna a su lamentable récord en cuestión de derechos humanos, todo ello en conjunto puede constituir una apretada síntesis de lo que destacó de la visita de Donald Trump a Arabia Saudita. Pero, sin duda, al mismo tiempo que el terrorismo en general se presentó como el gran enemigo, destacando sobre todo al Estado Islámico (Daesh), hubo otro enemigo al que reiteradamente se señaló de manera especial: Irán, a quien Trump calificó como eje del mal. Así dijo: “Desde Líbano hasta Irak y Yemen, Irán financia, arma y entrena terroristas, milicias y otros grupos extremistas que difunden destrucción y caos en la región. Por décadas, Irán ha inflamado los fuegos del conflicto sectario y el terror… (por lo que) todas las naciones con conciencia deben trabajar en conjunto para aislar a Irán… y rezar por el día en el que el pueblo iraní tenga el gobierno justo y decente que merece”.

Siendo los lazos entre Rusia y Trump tan estrechos —al grado que están generando una crisis descomunal que podría eventualmente sacarlo de la Presidencia—, una pregunta lógica en ese contexto es cómo recibe Moscú las declaraciones de Trump sobre Irán en tanto éste es uno de sus aliados más cercanos. Al parecer, no con mucha preocupación. Analistas y funcionarios rusos declararon al periódico árabe Al-Monitor lo siguiente: “No creo que Trump quiera formar una coalición anti-Irán. Su propósito es desbaratar la herencia de Obama… porque a pesar de la retórica anti-iraní, Trump no anulará el acuerdo nuclear, aunque él y muchos otros republicanos lo vean como un error…”. Así, mientras el Presidente norteamericano se ha alineado con el mundo musulmán sunnita contra el chiita, los rusos hábilmente mantienen firmes sus nexos con ambos polos de poder regional para usarlos a conveniencia.

Los políticos iraníes, por supuesto, reaccionaron a las declaraciones de Trump. Unos días después de la visita de Trump a Riad, el vocero del Parlamento iraní, Ali Larijani, acusó a Arabia de ser patrocinador y exportador de terrorismo y de no respetar los derechos humanos: “Irán está desarrollando democracia en la región mediante la celebración de elecciones y encuestas, mientras los sauditas aún prohíben a las mujeres conducir y carecen de Constitución… el señor Trump fue a Arabia Saudita cuando 45 millones de personas tomaban parte en las elecciones en Irán, mientras el pueblo saudita en cambio, nunca ha visto una casilla electoral”.

Y, por otra parte, parece ser que los miembros de la Unión Europea sostienen posturas igualmente divergentes respecto de la retórica anti-iraní de Trump. La jefa de política exterior de la Unión Europea, Federica Mogherini, felicitó al presidente Hassán Rohani “por el fuerte mandato recibido”, el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, se congratuló por la reelección de Rohani expresando su deseo de que Irán y Alemania continúen con sus buenas relaciones en el futuro, al tiempo que el recién electo mandatario francés, Emmanuel Macron también felicitó a Rohani, agregando que Francia espera que con esta reelección los dos países puedan mejorar sus lazos históricos.

Una de las muchas conclusiones que se pueden sacar por tanto de lo que ocurrió en Riad durante la visita del mandatario norteamericano es, sin duda, que mientras Rusia y los países europeos apuestan por el mantenimiento de nexos con ambas partes del mundo musulmán, Washington ha optado, al menos declarativamente, por el bando sunnita, aún a pesar de que tanto el Estado Islámico y Al-Qaeda han sido producto del islamismo radical generado precisamente en ese mismo polo. ¿Llevará Trump esta opción a sus últimas consecuencias? La respuesta es incierta, sobre todo tratándose de un personaje del que puede esperarse cualquier cosa.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.

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