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Lo que le molesta a la ortodoxia chilena del modelo argentino
Vie, 07/10/2011 - 08:59

Roberto Pizarro y Andrés Pizarro

Lo que le molesta a la ortodoxia chilena del modelo argentino
Roberto Pizarro y Andrés Pizarro

Roberto Pizarro es economista de la Universidad de Chile, con estudios de posgrado en la Universidad de Sussex (Reino Unido). Investigador Grupo Nueva Economia, fue decano de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile,  ministro de Planificación y rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (Chile). Andrés Pizarro, en tanto, es ingeniero civil del Imperial College de Londres, y tiene maestrías en desarrollo regional y urbano de la Ecole Nationale des Ponts et Chaussees, y de economia de la universidad de Johns Hopkins de EE.UU. Ha sido funcionario del Banco Mundial durante ocho años, cuatro de los cuales basados en Buenos Aires, ejerciendo como especialista principal y gerente de proyectos. Durante sus 20 años de carrera profesional, ha trabajado en 35 países del mundo en temas ligados al desarrollo económico.

A los economistas chilenos, formados en la ortodoxia, les desagrada el proyecto impulsado por los Kirchner en Argentina. Lo atacan con perseverancia, pero se sorprenden porque pasan los años y su fracaso, que han anunciado tantas veces, se vuelve a postergar. Entre tanto Cristina Kirchner asegura su reelección gracias a un creciente apoyo ciudadano, favorecido por el propio modelo económico.

El crítico esta vez es Guillermo Larraín (La Segunda, 26-09-11). Mientras los estudiantes movilizados colocan en cuestión el modelo económico y político chileno, Larraín prefiere dedicar su artillería al vecino país. Las arremetidas contra el “populismo”, definido según su propio entendimiento, y los datos  que utiliza sobre la economía argentina revelan un rechazo ideológico al modelo kirchnerista antes que un examen riguroso de la realidad del país vecino.

El gobierno de Menem condujo a Argentina a una tragedia social y económica sin precedentes, con aguda disminución de la actividad productiva, inmanejable endeudamiento internacional, fuga masiva de capitales al exterior y una pobreza vergonzosa, que incluía las calles del hermoso centro de Buenos Aires. En ese periodo, de neoliberalismo y ortodoxia, los economistas chilenos mantenían un riguroso silencio. En 2002, Argentina mostraba 55% de pobres, el GINI estaba en una cifra incomprensible de 0.54, había 34% de desempleo, la deuda era del 160% del PIB, y el país se encontraba en bancarrota.

La crisis fue el resultado manifiesto del modelo económico que instaló la dictadura de Videla y que profundizó el presidente Menem, el que explota bajo De La Rúa en 2003. La huída de éste de la Casa Rosada, los muertos en la Plaza de Mayo, las filas de jóvenes en las embajadas europeas ilustran el resultado político y social del modelo económico ortodoxo. Junto al dictador Videla, el menemismo, es calificado por la sociedad civil como el periodo más nefasto que se ha vivido en Argentina.

Néstor Kirchner se propuso superar la bancarrota, modificando radicalmente el modelo económico. Su proyecto se fundamenta en cuatro ejes principales. Primero, una macroeconomía ordenada, con superávits fiscal (3% anual todos los años, excepto en 2009) y comercial (US$10.000 millones anuales), y una reducción de la deuda que apenas alcanza el 30% del PIB.

En segundo lugar, el impulso a una expansión económica basada en la priorización del mercado interno.

En tercer lugar, la diversificación de la matriz productiva, reequilibrando los agentes a favor de la pequeña y mediana industria, porque ofrecen potencialidades para incorporar mayor valor agregado y por consiguiente pueden generar mas empleo.

En cuarto lugar, se intenta reducir la pobreza y desigualdades, con ampliación de las redes de protección social y haberes previsionales.

El desarrollo industrial avanza gracias a una política cambiaria administrada, con dólar alto para favorecer exportaciones manufacturadas más competitivas. Los resultados son impactantes: 90% celulares y electrodomésticos vendidos son manufacturados en Argentina, la industria automotriz ha roto todos los récords de producción e inversión en los últimos años. En las exportaciones, el peso de las manufacturas de origen industrial paso de 20% en 2003 a 30% en 2010.

Por cierto incomoda a la ortodoxia económica la política de precios regulados para los alimentos básicos, tales como la carne y arroz, entre otros. Como también molesta al pensamiento dominante el aumento de los impuestos a las exportaciones o cuotas a la carne, leche, trigo, soja, maíz, sorgo, medidas que apuntan a desvincular los precios internos de los externos, para redireccionar ingresos hacia otros sectores. Así, se busca no se “sojalice” excesivamente la agricultura, y favorecer la industria. Justamente la reducción de la ganadería tiene que ver con el alto precio externo de la soja versus los demás productos agropecuarios.

En el plano social, el desempleo pasó del 25% en 2003 al 7% en 2011, y el salario mínimo de 200 pesos en 2003 a 1840 pesos en 2011. Hoy la Argentina tiene el salario mínimo más alto de la región. El porcentaje del trabajo en relación al capital en la composición del producto llega hoy al 48%, cuando en 2003 era del orden del 30%. El GINI alcanzó en 2011 a 0.39 cuando en 2003 era 0.54 y Argentina vuelve a ser, con Uruguay, el país más igualitario de la región. Eso no es populismo, entendido como demagogia, sino respuesta a sentidas demandas del pueblo argentino.

En materia de jubilaciones, se estatizó su manejo y se volvió al sistema de reparto. Al hacerlo se pudo agregar 2 millones de personas que el sistema de AFP dejaba de lado, se indexó el valor de la jubilación automáticamente al recaudo fiscal y al nivel salarial. Como resultado, las jubilaciones han aumentado todos los años y se ha llegado a un nivel de 1500 pesos de pensión mínima. Paralelamente, en  2004, se implementa la Ley de Financiamiento de la Educación, en la que se decide aumentar paulatinamente la inversión en educación de 2% del PIB al 6% del PIB para llegar al promedio de la OCDE, cifra hoy efectiva.

La ortodoxia se equivoca cuando anuncia reiteradamente una nueva debacle económica en el país vecino. La realidad es que el asentamiento de una nueva estrategia de desarrollo en Argentina ha permitido recuperar la posición negociadora de los trabajadores, favorecer el progreso  social y desplegar una política económica heterodoxa que a la fecha ha sido exitosa. Hay que respetar la nueva estrategia económica argentina y mirarla con atención. No para descalificarla, sino para entenderla y tenerla como experiencia para los cambios que nuestro país requiere.

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