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Los asesores financieros deberían dejar de lado la arrogancia
Lun, 25/01/2016 - 08:50

Andrés Cardenal

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Andrés Cardenal

Andres Cardenal es Analista de Sala de Inversión América.

La medicina ha cambiado bastante en los últimos años, los médicos han aprendido una lección de humildad en cuanto a su capacidad de conseguir los resultados deseados, y hoy en día se le da un lugar importante a las preferencias del paciente a la hora de seleccionar un tratamiento.  Lamentablemente, en los mercados financieros muchos profesionales se resisten a adaptarse  a los tiempos que corren.

Hace unos 30 o 40 años, los médicos se consideraban en una posición de superioridad intelectual frente al paciente. El diagnóstico y el tratamiento era una decisión exclusiva del profesional, y en el mejor de los casos el paciente se limitaba a seguir las indicaciones al pie de la letra. Incluso era bastante limitada la cantidad de información que el paciente recibía por parte del médico al respecto de su situación y las diferentes alternativas posibles.

Afortunadamente, esta relación ha cambiado sensiblemente en el tiempo. Los médicos saben que en muchos casos no puede saberse a ciencia cierta cuál es el mejor curso de acción. Un determinado problema médico puede tratarse con una cirugía, mediante medicación, o incluso por vías naturales como el ejercicio, descanso o un cambio de alimentación.

Por supuesto, en ocasiones el profesional tiene sólidos motivos para recomendar un tratamiento puntual por sobre otras alternativas, aunque esto no siempre sucede. Muchas veces se trata de seleccionar entre diferentes posibilidades que no tienen un resultado conocido con antelación, y las diferentes alternativas tienen diferentes implicancias de costos para el paciente.

Dado que es el paciente quien debe asumir los costos y riesgos del tratamiento, no solo económicos sino también en términos de calidad de vida y salud, hoy en día se acepta que buena parte de la decisión final en cuanto el curso a seguir queda en manos del paciente mismo. El médico realiza el diagnóstico y formula recomendaciones más o menos determinantes en un sentido u otro, pero no puede decidir por el paciente.

En el mercado financiero, en cambio, muchos asesores mantienen una postura demasiado rígida y arrogante. Muchas veces suelen mantenerse dentro de una sola recomendación posible, señalando un único curso de acción para el inversor en base a un supuesto conocimiento superior en la materia.

Esta actitud esconde en el fondo algo de desconocimiento e inseguridad. Las decisiones de inversión dependen del futuro, por lo tanto, son siempre materia de probabilidades y no de certezas. Quienes conocen la naturaleza del mercado saben que toda decisión implica necesariamente un determinado riesgo y nadie sabe con 100% de seguridad cuál será el mejor curso de acción en un determinado contexto.

El mercado financiero es un sistema complejo y adaptativo, lo cual significa que las falsas certezas pueden ser enormemente perjudiciales. Lo más importante en el mercado no es conocer mucho de algún tema puntual, sino entender bien qué es lo que uno no conoce ni puede predecir para evitar los grandes errores. El asesor financiero que está completamente seguro de que hay un solo camino posible para el inversor, generalmente no cuenta con los conocimientos necesarios para tomar decisiones inteligentes a largo plazo.

Al igual que sucede en medicina, es relativamente sencillo identificar algunas prácticas autodestructivas que deben dejarse de lado. Ningún médico recomendaría a su paciente fumar grandes cantidades de cigarrillos, y ningún asesor financiero medianamente razonable recomendaría a un inversor principiante operar con niveles de riesgo exorbitantes.

Más allá de esto, las cosas no son siempre tan claras. Por ejemplo, existen diferentes caminos para reducir los riesgos del portafolio. Se pueden utilizar estrategias de stop, aplicar estrategias de cobertura con opciones y futuros, o simplemente aumentar el porcentaje de cash y activos de bajo riesgo en el portafolio. Cada una de estas posibilidades tiene ventajas y desventajas frente a la otra, y en el fondo la decisión de cuál es mejor alternativa debe tomarse teniendo en cuenta las preferencias particulares del inversor.

¿Cuál es la prioridad del inversor, proteger el capital o hacerlo crecer en el tiempo? ¿Cuál es el objetivo, superar el retorno del índice o alcanzar el máximo retorno posible sin exceder un determinado nivel de riesgo? ¿Qué es preferible en términos de riesgo, invertir en un grupo relativamente pequeño de compañías sólidas y de alta calidad o diversificar ampliamente en una enorme cantidad de acciones de todo tipo?

Estas preguntas no puede responderlas el asesor financiero como si tuviera en sus manos la bola de cristal. Para encontrar una respuesta que sea adecuada a las necesidades del inversor es necesario un proceso de diálogo permanente y continuo entre el asesor y el inversor. La tarea del asesor financiero no es solo la de recomendar inversiones, antes de poder realizar esta tarea en forma adecuada debe estar dispuesto a escuchar y educar al cliente.

En cuestiones de inversiones y mercados financieros, quienes piensan que tienen todas las respuestas en realidad ni siquiera conocen las preguntas importantes. Si además se trata de un profesional que está realizando recomendaciones o tomando decisiones sobre el dinero de otras personas, este nivel de arrogancia y rigidez intelectual puede ser doblemente perjudicial.

*Esta columna fue publicada originalmente en Sala de Inversión.com.