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Los candidatos a la presidencia del Perú... rascando la olla
Jue, 26/05/2016 - 20:21

Alfredo Bullard

¿Petroperú compite en igualdad de condiciones?
Alfredo Bullard

Alfredo Bullard es un reconocido arbitrador latinoamericano y autor de "Derecho y economía: El análisis económico de las instituciones legales". Es socio del estudio Bullard Falla y Ezcurra Abogados.

El concolón es el arroz tostado que queda pegado en el fondo de la olla. Cuando el contenido de la olla está por acabarse, los que siguen con hambre se ponen a rascar el fondo para sacar lo poco que queda.

Los candidatos en esta segunda vuelta, en su afán de sumar décimas de punto que pueden ser decisivas para romper el empate técnico que arrojan las encuestas, están desesperadamente rascando el concolón del fondo de la olla de votos.

En las campañas comunes y corrientes, uno ve actos de malabarismo retórico para tratar de explicar por qué los políticos hacen las alianzas más estrambóticas. Pero la campaña para esta segunda vuelta ya es surrealista.

Keiko Fujimori firma acuerdos con los mineros ilegales para dejarlos libres en plaza destruyendo la Amazonía, o con pastores evangélicos hiperconservadores y prehistóricos, como Alberto Santana, quien dice que no es homofóbico porque cuando va a una peluquería “deja que un homosexual le corte el cabello” o que “si una mujer no es virgen, el hombre puede infectarse a través de ella”.

Mientras tanto, Pedro Pablo Kuczynski se alía con César Acuña (cuidado que en la próxima elección se copia su logo y su grácil bailecito). Y los dos candidatos (Keiko y PPK) coquetean con Gregorio Santos, el destructor de la esperanza de desarrollo de Cajamarca, que además está preso acusado de cargos de corrupción.

Mientras tanto, Hernando de Soto suelta la curiosa y ambigua idea de que Keiko converse con los “terroristas ecológicos”, unos terroristas “buena gente” comprometidos con el medio ambiente y que nadie sabe dónde están pero que podrían votar por ella.

Ya que hemos desplegado tanta imaginación para rascar la olla, propongo algunas alianzas adicionales que permitirán a los candidatos sacar ventaja el 5 de junio.

Una alianza con ‘Caracol’, garantizando que la seguridad ciudadana no interferirá con sus actividades. Finalmente, todos tenemos derecho a trabajar y los criminales no pueden ser la excepción. El voto de los delincuentes es numeroso (gracias a su proliferación por la impecable acción de fomento promovida por el actual gobierno). Es una masa electoral muy atractiva.

Las empresas y asociaciones de transporte tipo Orión también significan importantes votos de los choferes y cobradores de combi. A través de un pacto se puede asegurar la acumulación de puntos por cometer infracciones y atropellar peatones con los cuales, como las millas de las aerolíneas, pueden canjearse por atractivos premios pagados con nuestros impuestos.

Otro grupo electoral interesante son los corruptos, que han proliferado gracias a las políticas de los últimos gobiernos. Un pacto asegurándoles una amnistía o legalizando la compra de decisiones estatales permitirá captar un importante caudal de votos.

También se pueden ofrecer pactos a políticos perseguidos por actos de su gestión, aunque no es muy atractivo electoralmente pues del nacionalismo solo quedan los votos de Nadine y Ollanta, del toledismo solo queda Toledo y en el caso del alanismo solo queda Alan, cuyos delitos ya han prescrito.

Y podemos seguir con la lista: narcotraficantes, pedófilos, cucufatos, robacables, robaluces, congresistas no reelegidos, payasos de verdad y payasos metafóricos, conductores de ‘realities’, alumnos de bajo rendimiento, consumidores irresponsables, empresarios mercantilistas, faranduleros, hipócritas, dictadores presos y dictadores libres, y sigue un muy largo etcétera.

El populismo es el ofrecer promesas fáciles pero dañinas al bienestar común para atraer el voto de las mayorías. Pero en esta campaña hemos entrado a un concepto distinto: el ‘infamismo’, término inventado que significa ofrecer promesas fáciles a grupos infames (es decir, de muy mala fama) para atraer sus votos. Como el populismo, el ‘infamismo’ afecta también el bien común. Pero es aun peor, pues se premian valores negativos o hasta ilegales.

Los candidatos en segunda vuelta se han involucrado en un ‘infamismo’ desbocado y peligroso. Están rascando un concolón tóxico, legitimándolo públicamente y con ello despertando una dañina tolerancia hacia lo que la sociedad debe combatir. Convertir a los infames en agentes electorales relevantes es abrir las puertas a un Estado capturado, rehén de promesas y pactos basados en un puro utilitarismo político, y que luego nos pedirán un rescate muy alto.

Mariano Grondona decía que “el populismo ama tanto a los pobres que los multiplica”. No vaya a ser que por amar tanto a los infames, el ‘infamismo’ multiplique la infamia.

*Esta columna fue publicada originalmente en el centro de estudios públicos ElCato.org.

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