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Los juegos inteligentes y las políticas económicas
Mar, 14/07/2015 - 14:17

Karelys Abarca

Los controles de precios, miles de años de desatinos
Karelys Abarca

Karelys Abarca es Economista, egresada de la Universidad Central de Venezuela, y Profesora-Investigadora en la Facultad de Economía de esta casa de estudios. Ha sido dos veces Premio Nacional Alberto Adriani, galardón otorgado por el Banco Central de Venezuela y la Fundación Alberto Adriani. Twitter: @karelitabarca

Los agentes de la economía, consumidores y empresas son inteligentes, capaces de pensar sobre el futuro “racionalmente”. La teoría de las “expectativas racionales” nos ayuda a describir las situaciones en las que el resultado depende de lo que la gente espera que ocurra. Resulta que los agentes de la economía, consumidores y empresas, poseen la inteligencia para observar las tendencias del entorno y con una vista prospectiva, se preparan para lo que viene, protegiendo sus intereses.

Si los agentes económicos observan, aunque no sean economistas, que la inflación es un problema difícil de resolver, se protegerán de los efectos de la pérdida de poder adquisitivo y aumentarán su consumo presente, porque saben que en el futuro les costará más. No es irracional que se incremente la demanda cuando los precios crecen aceleradamente, por el contrario. La gente sabe que si la inflación se vuelve incontrolable, probablemente la política económica del Estado ha sido errática y que no es capaz de resolver el desequilibrio en el corto plazo, por lo que decidirán proteger su bienestar futuro, tomando decisiones en el presente.

Del mismo modo, si los habitantes de un país "racionalmente" se dan cuenta que las políticas económicas del Estado no protegen suficientemente el valor de la moneda nacional, presionarán el mercado para obtener la moneda extranjera y el precio de ésta se elevará a pesar de cualquier control de precio o amenaza de castigo. Respecto a las expectativas racionales, Keynes las definió, antes que Muth, como oleadas de optimismo y pesimismo en las personas, que determinarán lo que pasa en la economía. Ese comportamiento se resume en esta expresión: “si todos piensan que las cosas irán bien, terminarán yendo bien, pero si todos esperan que empeoren, ciertamente empeorarán”.

Como los agentes de la economía son inteligentes y aprenden de los errores en este ámbito, siempre buscan adelantarse a las decisiones oficiales para proteger sus intereses. Pero resulta que para que funcione el sistema en equilibrio, todos deben compartir la misma visión sobre la economía, sin que las empresas ni consumidores se sientan engañados por la política económica gubernamental, ni el gobierno vea a los agentes económicos como enemigos atrincherados.

Si analizamos la relación entre los agentes del sistema económico y las políticas económicas aplicadas por el gobierno, bajo la óptica de la "teoría de juegos", podría presentarse una situación extrema de un juego al estilo del "dilema del prisionero". El dilema del prisionero plantea una situación tal, que dos personas son apresadas por el mismo delito y encarceladas en celdas diferentes. El interrogador le ofrece a cada uno de ellos la libertad si confiesa e inculpa a su compañero y cinco años de cárcel para su socio, pero si ambos se acusan una pena de tres años para cada uno. En última instancia, si ambos cooperan entre ellos y no confiesan ni se acusan, pagarán una pena menor de un año.

Obviamente que en una situación como la que plantea el dilema del prisionero, el juego de menor costo de oportunidad es el juego cooperativo, más que el competitivo, no obstante, el juego cooperativo es un juego de alto riesgo, porque supone confiar plenamente en el otro. Si llevamos este ejemplo de la teoría de juegos, a la relación entre los agentes de la economía y el gobierno, es muy posible que se imponga el juego competitivo en las respuestas de los agentes económicos ante las políticas económicas del gobierno, cuando el gobierno se muestra ignorante en la materia, o simplemente ineficiente. Si en un primer momento, las empresas y unidades de consumo confían en la eficiencia del gobierno en el diseño y aplicación de una política económica (fiscal, monetaria o cambiaria), pero el resultado es errático y de alto costo de oportunidad para el que recibe la influencia directa de la política, probablemente en un próximo juego, cuando el gobierno quiera alcanzar algún objetivo de equilibrio y diseñe y aplique una política económica determinada, las expectativas de confianza de los agentes económicos estarán muy lesionadas y las jugadas de éstos atentarán contra el éxito de la política. Así de simple es, la confianza es la base de las expectativas futuras de los agentes racionales.

Abraham Lincoln afirmó: “Se puede engañar a alguna gente todo el tiempo, y a toda la gente en alguna ocasión, pero no se puede engañar a toda la gente todo el tiempo”. Esa frase nos permite dilucidar que no es inteligente que el gobierno dude de la racionalidad de los ciudadanos, pues tarde o temprano éstos se darán cuenta si el futuro ofrece equilibrio y bienestar, o si deberán protegerse de una posible debacle, ante la ineficiencia del gobierno que administra el Estado.

En el caso de Venezuela, los agentes del sistema y el gobierno están entrampados en un juego competitivo del dilema del prisionero, que  anula toda posibilidad de éxito de las políticas económicas propuestas, y además ambos grupos de agentes se miran con desconfianza, jugando directamente en contra del otro, lo que significa un alto costo de oportunidad en términos de decrecimiento económico, desempleo, pobreza y regresión económica.

En conclusión, el éxito de las políticas económicas depende exclusivamente de las expectativas de confianza que tengan los agentes de la economía en el agente gobierno, de lo contrario, se comportarán con la estrategia dominante del juego competitivo, atentando contra los resultados esperados de estas medidas, y el alto costo de oportunidad lo pagará todo el sistema económico. Los controles de precios no lograrán controlar la inflación, por el contrario, los agentes económicos se comportarán de tal modo que la exacerbarán, y todo intento de mantener equilibrio monetario, fiscal y cambiario será un completo fiasco.

El gobierno, si desea efectivamente intervenir en la economía para garantizar bienestar y cumplir las funciones para los cuales fue electo, debe ser eficiente, transparente y ser el primero en mostrar un juego cooperativo. Si se comporta con la estrategia de engaño, no puede volver a esperar cooperación y confianza por parte de las empresas y unidades de consumo.

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