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Manual del perfecto candidato
Dom, 12/04/2015 - 15:13

Vianey Esquinca

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Vianey Esquinca

Vianey Esquinca es consultora en comunicación e imagen, escribe la columna "La Inmaculada Percepción" en Excelsior (México).

Existe un manual estratégico de uso general que aplican los candidatos de todos los partidos políticos, sin excepción, en cada proceso electoral. Ni siquiera se han molestado en actualizarlo, tal vez por eso es que las campañas se parecen tanto unas a otras. Este documento que se transmite de generación en generación, tiene pasos e instrucciones precisas para cada momento y circunstancia.

Por ejemplo, se señala que antes de las elecciones, los candidatos y sus partidos deberán decir como mantra que “harán una campaña de propuestas y de altura” para añadir que no recurrirán a la guerra sucia, porque la gente está cansada de descalificaciones entre candidatos. También deberán llamar a sus contrincantes a firmar un pacto de civilidad. No importa que no lleguen a un acuerdo, el chiste es demostrar que hay voluntad política de tener procesos “con altura de miras y responsabilidad”.

Entonces, arranca la campaña electoral y lo primero que se observa es el inicio de la guerra sucia que, hay que decirlo, es lo único que realmente le pone sal y pimienta a las desangeladas campañas. De acuerdo con el Manual, habrá que tener mucho cuidado con las expresiones a usar. Si el contrario inicia las descalificaciones es “guerra sucia”, pero si quien las provoca es el propio partido, entonces, se trata de “campaña de contraste”.

En este compendio también hay un apartado llamado: “Uso efectivo del escándalo político”, que se refiere a cómo usar en campañas los escándalos de sus enemigos políticos que milagrosamente caen en sus manos. Se sugiere armar un circo exigiendo “investigación a fondo, tope donde tope”; “castigo ejemplar” o, incluso, aplicar la demanda de la renuncia o el cese inmediato.

Por supuesto hay un antídoto para el caso de que el protagonista del escándalo sea el candidato que está leyendo el Manual y es culpar de todo al “sesgo/trasfondo/tinte político”. Esas palabras son mágicas y sirven para darle protección e impunidad o, por lo menos, tiempo a quienes las pronuncian.

Hay una anotación es este instructivo y es que si no se quiere que se saquen los trapitos al sol, no hay que darles motivos a sus contrarios. Claramente expresa que si se tiende a los excesos hay que guardarse y mandar a la familia a un retiro espiritual mientras duran las campañas.

Así pues, si no quiere que le saquen que usa relojes de dos millones de pesos cuando hay más de 53 millones de mexicanos en pobreza ¡no los use!; si no quiere que critiquen que su familia se va a pasear a Beverly Hills ¡no lo permita, amárrela!; si no quiere que le respondan que a sus reuniones de trabajo lleva chicas de la vida galante ¡no las contrate!; si no quiere que lo critiquen por volar en helicóptero porque se le hace tarde o se siente mal de su patita ¡no los use!

En el Manual se señala en otra sección que se debe buscar ser protagonista de los debates. No importa si para eso se tenga que recurrir reiteradamente a violar la ley o a pedir absurdos. Si la autoridad electoral multa al instituto político y ciudadanos piden que se le retire el registro ¡albricias! Puede recurrir de inmediato a la sección de respuestas y señalar que: “Es un circo mediático”; “que la autoridad electoral actuó de forma injusta” o “que otros partidos políticos le tienen miedo”. La estrategia es convertirse en víctima y tirarse al suelo.

Puede, también, exigir que se investigue a todos sus candidatos en un par de horas, así se tengan que realizar investigaciones telefónicas o de cuentas bancarias, entre otras maravillas, olvidando por completo que eso sólo puede hacerse si un juez lo pide. No importa, si la autoridad en cuestión señala que eso no está dentro de sus facultades ¡maravilloso! Porque así podrá lavarse las manos en caso de que alguno de sus candidatos salga toda una fichita.

Así pues, si el amable lector siente que ya vivió las actuales campañas es porque realmente ya lo hizo en otros procesos. Por lo mismo, no debe esperar que los partidos actúen distinto a como lo han hecho cuando ganan la elección. Se había dicho que después de Ayotzinapa todo cambiaría, pero lo único que ha cambiado es el año y el mes de las elecciones.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.

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