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Más allá de Hiroshima y Nagasaki: la cuestión nuclear, un problema de corto y largo plazo
Mié, 05/08/2015 - 09:38

Rodrigo Álvarez

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Rodrigo Álvarez

Rodrigo Álvarez es Académico-Investigador Escuela de Periodismo de la Universidad Mayor, Coordinador e Investigador del Programa-Centro de Estudios Coreanos Chile de IDEA y Profesor de la Carrera de Periodismo de las Universidad de Santiago de Chile. Es Doctor en Estudios Latino Americanos, mención Relaciones Internacionales; Master of Arts en Economía Política Internacional por la Universidad de Tsukuba (Japón) y IVLP por el The United States Department of State Bureau of Educational and Culture Affairs. Además, es Periodista y Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Diego Portales (Chile). Es miembro del Nuclear Security Governance Expert Group (NSGEG), del Fissile material Working Gruop (FMWG) y de la Red de Seguridad de América Latina (Resdal).

Hace prácticamente 70 años, a las 08:15 am del 06 de Agosto, se lanzaba sobre Hiroshima la primera bomba nuclear en Japón. Sólo tres días después, a las 11:01 am, explotaba la segunda de ellas sobre Nagasaki. Esta ha sido la única nación, que se tenga registro, en haber vivido las consecuencias de tal letal capacidad destructiva. Los efectos de esta acción serían dos. Por un lado, Japón sufría un duro golpe y se rendiría completamente. Por el otro, la acción de los Estados Unidos, con la tecnología desarrollada para este fin, modificó la arquitectura de la seguridad del sistema internacional hasta hoy. Desde aquí, la destrucción mutua asegurada (MAD en sus siglas en Ingles), paradojalmente, sería la base de la estabilidad del sistema internacional.

Más allá de la condena ética y moral de la utilización de estas bombas nucleares, desde una perspectiva académica, se ha escrito sobre la "racionalidad" o "irracionalidad" de la toma de decisión de los Estados por alcanzar esta tecnología, así como por la utilización de la misma. La cuestión central detrás de este análisis ha sido, y es, visualizar por qué los Estados proliferan o por qué no lo hacen. A éste respecto, dos corrientes centrales han sido expuestas: la proliferación sustentada en la teoría clásica-realista y la no proliferación sobre la idea de la  teoría neo-liberal del Determinismo Doméstico.

En la primera de ellas, Kenneth Waltz, sostiene siete variables por la que un país prolifera: (1) las grandes potencias quieren tener las armas de las otras grandes potencias, (2) cuando un Estado observa que un aliado nuclear dejara de ofrecer protección, (3) cuando un país no nuclear, pero con enemigos nucleares observa que requiere poseerlas, (4) cuando un Estado tiene temor a sus adversarios presentes o a su fuerza futura, (5) las armas nucleares ofrecen seguridad e independencia a un costo accesible, (6) las armas nucleares son vistas con propósitos ofensivos y (7) poseer armas nucleares alienta el reconocimiento y la atención internacional de esta nación. En la segunda, Mitchell Reiss, explica por qué la proliferación nuclear no sería fundamental o no se desarrollaría rápidamente en los Estados: (1) la auto-restricción, (2) la oposición social [doméstica] de la sociedad, (3) el costo de producir armas nucleares, (4) la oposición de las élites [políticas, económicas y culturales], (5) el peligro medioambiental, (6) los desincentivos bilaterales y regionales, (7) las restricciones internacionales, y (8) el poder e influencia de la opinión pública mundial.

La cuestión central es que desde 1945 la problemática nuclear no ha desaparecido de la agenda internacional. Entre 1945 y la primera mitad de la década de los 80 el arsenal llegaría hasta la fría cifra de 66.000 cabezas nucleares. Sin dejar de enfrentar críticas, pero cumpliendo un papel fundamental desde 1970, el Tratado de No Proliferación y Desarme (TNP) ha cumplido no solo un rol de contención en la no-proliferación; sino que además, ha sido una plataforma que ha ayudado a la reducción del arsenal nuclear. Hoy, según Plougshares Fund, pero sin poder confirmar completamente la información, en el mundo habría 15.695 cabezas nucleares. De estas, siendo los mayores actores con armamento nuclear, Estados Unidos tendría desplegadas alrededor de 2.000 y Rusia 1.600.  

Luego de 70 años, la tensión nuclear permanece activa. Son nueve las naciones que poseen este tipo de armas, las cuales se dividen en dos grupos. El primero lo constituyen Estados Unidos, Rusia, Inglaterra, Francia y China, los cuales además de ser miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas todos han firmado el TNP. El segundo grupo compuesto por  Israel, India, Pakistán y Corea del Norte no es parte del TNP.

Efectivamente, se ha avanzado en cuestiones centrales del problema de no-proliferación y desarme. Sin embargo, y más allá del importante acuerdo alcanzado con Irán sobre su programa nuclear, esta problemática se mantendrá en el corto y mediano plazo absolutamente activa. Es y será un problema lograr avanzar en: (1) concretar el Art. VI del TNP sobre un tratado de desarme general y completo que garantice, por parte de los nueve Estados nucleares, la reducción y eliminación total del armamento existente de este tipo, (2) verificar en diez años más que el acuerdo con Irán fue el punto final a su programa nuclear con acento en el armamento nuclear, (3) manejar y resolver el actual “momento” que se desarrolla en la península de corea con el avanzado programa nuclear de Corea del Norte, (4) alcanzar un acuerdo que permita la concreción de una nueva zona libre de armas nucleares en el medio oriente y (5) visualizar si los Estados no-nucleares tienen, y cuál, una mayor capacidad para presionar por una pronta desnuclearización total.

Es un hecho que mientras no se logre alcanzar estos objetivos, Hiroshima y Nagasaki seguirán recordándonos que la amenaza nuclear no sólo es potencial, sino que real.