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Mediterraneidad de Bolivia: una larga historia de vaivenes en Santiago
Mié, 19/12/2012 - 21:47

Marcelo Ostria Trigo

¿Volver a Charaña?
Marcelo Ostria Trigo

Abogado boliviano, fue Encargado de Negocios en Hungría (1971-1973), Embajador en Uruguay (1976-1977), Venezuela (1978), Israel (1990-1993) y Representante Permanente ante la OEA (1999-2002). Se desempeñó como Secretario General de la Presidencia de la República (1997-1999) y como Asesor de Política Exterior del Presidente de la República (2005). En el Ministerio de Relaciones Exteriores, entre otras funciones, fue Director de Asuntos de América Latina, Director General de Política  Exterior y Viceministro de Relaciones Exteriores. Es columnista de los diarios El Deber de Santa Cruz (Bolivia),  El Nacional (Tarija, Bolivia) y de Informe (Uruguay). Ha publicado los libros “Las negociaciones con Chile de 1975” (Editorial Atenea, 1986), “Temas de la mediterraneidad” (Editorial Fundemos), 2004) y “Baladas mínimas” (Editorial El País, 2010).

Reiteradamente, funcionarios chilenos califican a su país como un Estado serio, respetuoso de los tratados que ha suscrito y que, por ello, cumple con sus obligaciones internacionales. Es más: hay una terca insistencia en que, sobre la mediterraneidad de Bolivia, la política de Chile nunca ha variado, mientras en Bolivia las posiciones en este asunto han cambiado con frecuencia, dependiendo de sus avatares políticos internos. Muchos lo creen así, pero…

Hace muy pocos días, un despacho de la agencia de noticias EFE, reproducido por El Diario de La Paz, informaba que el canciller chileno Alfredo Moreno Charme declaró que “Chile está dispuesto a negociar con Bolivia una solución para que este país obtenga una salida soberana al mar, aunque advirtió de que el tratado que ambos países firmaron en 1904 no es revisable”. Se trató, por cierto, de un viraje positivo, aunque estos cambios abruptos ya se habían producido en el pasado. A esto obedeció mi artículo “El viraje de Chile y la nueva condición boliviana para salir al mar”, publicado en América Economía el pasado 12 de diciembre. En verdad se trataba de dos virajes: Chile dijo por boca de su canciller, estar llano a ceder un territorio, y Bolivia insistió en un  imposible: revisar el tratado de 1904 que selló su mediterraneidad.

Veamos: las posiciones chilenas sobre este importante tema para los bolivianos fueron también cambiantes, y cinco días después de la mencionada revelación sobre una supuesta disposición favorable de Chile para la solución de la mediterraneidad de Bolivia, la misma agencia de noticias EFE informó que el canciller Moreno, en declaraciones a Radio Cooperativa de Santiago, descartó que su país “pretenda cederle parte de su territorio con soberanía a Bolivia, y desestimó que el estado boliviano tenga una visión distinta sobre el tratado de 1904, mediante el cual cedió sus costas marítimas a Chile tras un conflicto bélico”. "Lo que señala Bolivia -añadió- es que Chile debiera entregarle una parte soberana de Chile. Yo no lo pienso así, el presidente (Sebastián Piñera) no lo piensa así, y la inmensa mayoría de los chilenos no lo piensa así".

Podrán pensar así esos dirigentes y aún “la inmensa mayoría de los chilenos”, pero no será posible ocultar que los cambios abruptos de posición y de actitudes han sido también una constante chilena, poniendo en duda la tan reclamada condición de país serio y consecuente con sus ofrecimientos y con sus declaradas intenciones de solucionar este importante tema. En  efecto, hay una larga historia de los vaivenes de Santiago.

Aunque es labor de historiadores la difusión de los pormenores de dichos cambios chilenos, conviene mencionar algunos de ellos. En plena guerra del Pacífico, el entonces ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Domingo Santa María, en una carta dirigida a su amigo José Victorino Lastarria, decía: “dueños nosotros -en verdad ocupantes- de todo el litoral boliviano y de todo el departamento de Tarapacá,  debemos dar un respiradero y una puerta de calle a Bolivia”. El mismo Santa María, en comunicación a Rafael Sotomayor, ministro de guerra de  Chile, expresó: “no olvidemos que no podemos ahogar a Bolivia. Privada de Antofagasta y de todo el litoral que antes poseía hasta el río (Loa), debemos proporcionarle por alguna parte un puerto suyo, una puerta de calle, que le permita entrar al interior sin  zozobra, sin pedir venia…”.

Esto cambiaría en 1900, cuando el Ministro de la Legación de Chile en Bolivia, Abraham König, en una nota brutal dirigida al gobierno boliviano, afirmaba: “Chile ha ocupado el Litoral y se ha apoderado de él con el mismo título con que Alemania anexó al Imperio la Alsacia y la Lorena… Nuestros derechos nacen  de la victoria, la ley suprema de las naciones…”.

Luego, hubo otros vaivenes. En 1928, Chile aceptó la iniciativa del Secretario de Estado de Estados Unidos, Frank B. Kellogg, de una posible cesión de Arica y Tacna a Bolivia, pero ya en 1929 se avino a poner un candado a tal iniciativa. En 1950, Bolivia y Chile intercambiaron notas en las que el gobierno del presidente chileno, Gabriel González Videla, afirmó que estaba “llano a buscar la fórmula que pueda hacer posible dar a Bolivia una salida propia y soberana al Océano Pacífico”. En  1961, el embajador chileno Manuel Trucco entregó al gobierno de Bolivia un memorándum ratificando el compromiso asumido en 1950. En 1975, Charaña fue el inicio de una negociación que estuvo a punto de culminar con un acuerdo histórico con la cesión de una franja territorial al norte de Arica, que vincularía a Bolivia con  el mar. 

Por supuesto que también en Bolivia pugnan dos posiciones encontradas: una, la “reivindicacionista”, que busca recuperar todo el territorio perdido en la guerra de 1879 demandando la revisión del tratado suscrito el 20 de octubre de 1904; y otra, la “practicista”, que se propicia un arreglo realizable que consulte los intereses de ambas naciones. Las negociaciones de 1950 y 1975 siguieron  la segunda alternativa.

Hace ya 25  años escribí -y en esto insisto- una nota final de un trabajo sobre el este tema: “… llegará el día en que se solucionará, mediante negociaciones directas con Chile y en términos honorables, realistas y constructivos, el problema de la  mediterraneidad de Bolivia”. Para ello, “se requiere coraje para el desarme de prejuicios, para abandonar la soberbia y para dejar de lado el resentimiento”.

Las inconsecuencias, los desencuentros y las declaraciones inspiradas en la soberbia y el oportunismo no van a contribuir a edificar una relación madura entre los dos países. Las guerras verbales hacen mucho daño y, frecuentemente, cobran víctimas políticas en ambos lados.

Que Charaña fue un hito en los intentos de resolver la mediterraneidad de Bolivia, nadie puede negarlo. Los súbitos virajes en las posiciones, como los del señor Moreno, no harán olvidar un proceso en el que ambos países pudieron llegar a un acuerdo histórico que puede ser precursor de un inédito entendimiento.

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