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México y las FARC
Mar, 14/04/2015 - 13:26

Pascal Beltrán del Río

Elección 2012: el qué y el cómo
Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río Martin es periodista mexicano, ha ganado dos veces el Premio Nacional de Periodismo de México en la categoría de entrevista, en las ediciones 2003 y 2007. En 1986 ingresó en la entonces Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se licenció en Periodismo y Comunicación Colectiva. De 1988 a 2003 trabajó en la revista Proceso; durante este tiempo publicó el libro Michoacán, ni un paso atrás (1993) y fue corresponsal en la ciudad de Washington, D.C. (1994-99), además de Subdirector de Información (2001-2003). Fue dos veces enviado especial en Asia Central y Medio Oriente, donde cubrió las repercusiones de los atentados terroristas de septiembre de 2001 y la invasión de Irak.

Los cuatro meses recientes han generado acontecimientos hemisféricos que parecían imposibles hasta hace muy poco.

La imagen de los presidentes de Cuba, Raúl Castro, y de Estados Unidos, Barack Obama, dándose la mano en Panamá queda para la historia, en la cual ya compite en trascendencia con la de la caída del Muro de Berlín, ocurrida un cuarto de siglo antes.

Asociado con el descongelamiento de las relaciones entre La Habana y Washington hay otro hecho que no debiéramos perder de vista por su significado, pero también por sus consecuencias.

Me refiero al proceso de paz para poner fin al conflicto interno más prolongado en la historia del continente: el de las FARC con el gobierno colombiano.

El 17 de diciembre, día de San Lázaro, ocurrieron dos cosas verdaderamente impactantes, cuyo eje fue la capital cubana.

Una de ellas acaparó la atención de los medios internacionales: el anuncio simultáneo en Washington y La Habana de que la añeja mala relación de los dos países entraría en un proceso de normalización.

Después del “suceso del día de San Lázaro”, como llaman en las calles de La Habana al acercamiento que se dio a conocer, han seguido reuniones entre representantes de los dos gobiernos que fueron coronadas por el encuentro Castro-Obama.

Ya he comentado en este espacio que el proceso de normalización me parece un triunfo diplomático y una buena señal para el mundo entero.

Pero no menos impresionante fue el anuncio de cese al fuego unilateral que hicieron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, replicado en marzo por el ejército de ese país, y que, desde entonces, sólo ha sido brevemente interrumpido por la captura de un general por parte del grupo armado.

El doble anuncio en La Habana pudo ser una simple coincidencia, pero quizá sea indicio de que hay una estrategia más profunda para poner fin a los últimos vestigios de la Guerra Fría en el hemisferio.

En medio siglo, el conflicto entre las FARC (y el ELN) y el gobierno colombiano (y las autodefensas) ha dejado unos 220 mil muertos, de los cuales unos 180 mil han sido civiles. La “búsqueda de la paz con justicia social mediante el diálogo”, como han sido definidas las conversaciones iniciadas en octubre de 2012, sin duda traerá grandes beneficios a Colombia.

Desde México, es justo celebrar eso, aunque al mismo tiempo se deba hacer una pregunta: ¿qué consecuencias tendrá para México la desmovilización de las FARC, una organización con hondas raíces en este país? Y otra más: ¿estará preparado nuestro país para enfrentar la vida en una región post FARC?

Esas dudas me surgieron después de leer el artículo “Colombia: geografía de la paz”, que el consultor en planeación estratégica Walter Meade publicó en estas páginas el 31 de marzo pasado.

“No podemos perder de vista los efectos que tendrá en la geopolítica latinoamericana este proceso de paz”, escribió Meade.

“Hay que estar atentos de los acuerdos que van alcanzando en La Habana el gobierno colombiano y las FARC, pues éstos tendrán influencia directa en nuestro país; solamente hace falta hacerse dos preguntas: ¿qué pasará con las rutas del narcotráfico entre Colombia y México que hoy administran o protegen las FARC?, y ¿cuál será el destino de la totalidad de las armas de la guerrilla a la firma de la paz?”.

Desde que incursionaron en el narcotráfico a comienzos de la década de los años 80, las FARC han mantenido relaciones con cárteles mexicanos. Primero con el de Tijuana y posteriormente con el de Sinaloa. Apenas en diciembre pasado fue desarticulada una red en la que participaban ambas organizaciones. Cincuenta y nueve personas fueron detenidas esa vez en Panamá, la mayoría ciudadanos de México y Colombia.

Efectivamente, como plantea Meade, dado que los vacíos siempre se llenan, ¿quién heredará las rutas del narcotráfico que unen a Colombia con México una vez que las FARC se desmovilicen, por los acuerdos de paz, y dejen de participar en actividades criminales?

Y aunque el poder de las FARC ha menguado en los últimos años, aún mantienen a unos seis mil 700 combatientes armados (hace doce años contaban con más de 20 mil) y poseen un arsenal considerable que incluye armas antiaéreas.

Durante años, el grupo armado se hizo de armamento en diversos países, como Brasil, Paraguay, Surinam y Venezuela, incluso pagándolas con droga, pero sus tentáculos de abastecimiento han llegado hasta Europa.

En febrero pasado, tres hombres -un italiano y dos rumanos- fueron extraditados de Montenegro a Estados Unidos, donde serán juzgados por “tener la intención de vender armas sofisticadas a una organización terrorista”, de acuerdo con la acusación de la fiscalía del distrito sur de Nueva York. Uno de los detenidos es el político siciliano y exparlamentario Massimo Romagnoli.

En diversos momentos de las negociaciones, la representación de las FARC ha dicho que no entregará las armas después de la firma de la paz. El grupo habla de “dejación”, pero no de entrega y destrucción.

Sin embargo, el Alto Comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, ha replicado que el gobierno colombiano “no aceptará chantajes de las FARC” y que el castigo a los criminales de guerra de uno y otro bando y la entrega de las armas no son negociables.

¿Qué pasará con las armas de las FARC? No olvidemos que muchas de las armas de los conflictos centroamericanos terminaron en México.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.