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Netanyahu ganó, Israel perdió
Dom, 22/03/2015 - 14:32

Esther Shabot

Amos Oz, más allá de la literatura
Esther Shabot

Esther Shabot Askenazi es licenciada en Sociología de la UNAM (1980, México), con estudios de maestría en Sociología en la UNAM y con especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana (1982-1985). De 1983 a 1986 fue colaboradora semanal del periódico "El Nacional", tratando asuntos del Oriente Medio. Desde 1986 hasta la fecha es editorialista semanal en el periódico Excélsior, donde trata asuntos internacionales.

Contra las expectativas generadas por las últimas encuestas previas a las elecciones israelíes que daban una importante ventaja al partido Unión Sionista, principal rival del Likud de Benjamín Netanyahu, éste se alzó como triunfador una vez que los votos fueron contados. Al actual y futuro primer ministro le funcionó la retórica del miedo esgrimida en los días previos a la elección para arrebatarle votantes a los partidos de ultraderecha, con lo que consiguió aumentar la cantidad de bancas parlamentarias a disposición de su partido, y con ello obtener la segura posibilidad de formar él el próximo gobierno. Sus socios naturales en la coalición serán los partidos que integran el ala derecha y ultraderecha del espectro político de Israel, con lo cual aun con una firme oposición de parte de las fuerzas de centro e izquierda que fueron derrotadas, el próximo gobierno tenderá a mantener muchas de las políticas que caracterizaron a los anteriores gobiernos encabezados también por Netanyahu.

¿Qué puede esperarse entonces para el país en los próximos tiempos? Si bien en una región tan convulsa como el Oriente Medio existen muchos elementos imponderables y sorpresivos que pueden alterar el escenario, lo que puede vislumbrarse respecto a Israel es más o menos lo siguiente: a) Daños importantes a la democracia israelí debido a la hegemonía del comportamiento y el discurso ultranacionalista que siempre desemboca en posturas autoritarias y discriminadoras contra las minorías y contra quienes no comulgan con la corriente dominante. b) Reversión del proceso de incorporación de los nutridos sectores religiosos ultraortodoxos a la vida productiva del país, proceso que aún estaba por despegar y que probablemente se va a detener gracias a que los partidos que representan a dicho sector formarán parte del gobierno y tendrán capacidad de echar atrás la legislación al respecto. c) A pesar de que uno de los socios en la coalición será un nuevo partido denominado Kulanu, que posee una agenda centrada en el mejoramiento económico de las mayorías y un mejor reparto de la riqueza, estos objetivos se verán en jaque debido a lo que se explica en los siguientes incisos.

d) El nuevo gobierno, dada su explícita ideología, mantendrá en marcha la expansión de asentamientos en Cisjordania, con lo cual continuarán fluyendo hacia ese objetivo los recursos que serían necesarios para resolver muchos de los problemas económicos y de desarrollo social general que pesan sobre la población que habita dentro de Israel. e) La mencionada expansión de los asentamientos va de la mano de un no compromiso con el proyecto de “dos Estados para dos pueblos”, o sea, con la creación del Estado palestino, y en ese sentido cabe esperar mayor aislamiento internacional de Israel con consecuencias negativas, tanto políticas como económicas, al ser cada vez más probables sanciones y boicots de parte de cada vez más instancias internacionales. f) Es improbable que un contexto de tal naturaleza pueda coadyuvar a mejorar la seguridad nacional israelí. El aislamiento y la condena internacional jugarán en contra de salvaguardar a  Israel de los muchos peligros regionales reales que le acechan, ya que sin la cooperación de sus aliados tradicionales su capacidad de defensa se verá seriamente menguada.

g) Por último, es previsible, como lo han advertido tantas voces dentro y fuera de Israel, que no trabajar en pos de la creación de un Estado palestino, por más difícil y complicado que sea ese proyecto, condenará a Israel en un futuro no lejano a dejar de ser un Estado democrático y judío. Los bandazos que Netanyahu ha dado a lo largo de su trayectoria política al respecto —el más notable fue el de hace unos días cuando en el curso de horas cambió de opinión en función de cómo el viento soplaba— no dejan dudas de que su próximo gobierno llevará al país a una situación cada vez más crítica y peligrosa.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.

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