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#NoHayRemedios en Venezuela
Lun, 09/02/2015 - 09:25

Matías Bianchi

Expropiación de YPF: ¿apuesta estratégica o manotazo populista?
Matías Bianchi

Matías Bianchi es Director Fundador de Asuntos del Sur. Es politólogo con estudios en Universidad de Buenos Aires, Oxford, Northwestern y Sciences Po. Ha sido onvocado por el Council of the Americas como parte de las Nuevas Voces de América Latina y reconocido por la revista Foreign Policy como una de los latinoamericanistas más influyentes en redes. Ha trabajado en el Woodrow Wilson Center, United Nations Development Program (UNDP), la OECD, y el gobierno de Argentina. @matiasfbianchi

En Venezuela no hay remedios en las farmacias ni en los hospitales. Ya no sólo estamos hablando de medicinas complejas como oncológicos, sino que actualmente faltan hasta drogas para las necesidades cotidianas de diabéticos, epilépticos y cardíacos, y reaparecen enfermedades que se creían erradicadas del país, como es la malaria. Frente a esto, venezolanos desesperados hacen cadenas por Whatsapp para pedir sobrante de medicamentos en las casas, han hecho el hashtag #NoHayRemedios en Twitter para denunciar faltantes -convirtiéndolo en tendencia en la red- y hasta realizan solicitudes para que viajeros internacionales las consigan.

Desgraciadamente, esto ya es parte de una "normalidad" del paisaje venezolano que se completa con escasez de bienes básicos, inflación del 60%, interminables colas en el mercado, un dólar paralelo a 187 bolívares y una creciente violencia en las calles. Pero esta crisis no es "la" crisis, sino síntomas de una crisis más profunda: "la" crisis es política, que es la que pareciera no tener remedio y tiene atrapado al país en una especie de espiral descendente. En palabras de García Linera, vicepresidente de Bolivia, Venezuela se encuentra atrapada en un "empate catastrófico" entre esos dos polos irreconciliables: el de la elite tradicional, "liberal-tardo capitalista" y el de la "Revolución Bolivariana".

Tal como lo señalé en otra ocasión, el principal problema de este "empate" reside en que estos polos, mayoritarios pero no únicos, se basan en dos ficciones contrapuestas y con escaso sustento en la realidad, factor que las hace irreconciliables. Uno añorando un supuesto pasado liberal-republicano glorioso y, el otro, en una revolución que es cada vez menos visible a los ojos de los ciudadanos. El punto en común que tienen estos relatos es que, en definitiva, ambos se basan en cómo distribuir la renta petrolera, factor que sigue siendo el corazón de la política venezolana. Y es al son de su precio y de la producción en el que el país se sigue moviendo, al igual que durante todo el siglo 20.

El Chavismo ha sido incapaz de cambiar esta matriz rentística. Es más, la profundizó. En 1998, el 85% de las exportaciones venezolanas era petróleo y derivados y el año pasado representaron el 97%, siendo el país incapaz de producir más allá del 30% de los bienes que consume la sociedad. Es decir, no cambió la matriz extractivista y ni siquiera implementó el modelo noruego de ahorrar en épocas de "vacas gordas" para poder subsistir en momentos de crisis como el actual.

Lo que hizo en estos 15 años ha sido implementar una agenda redistributiva más inclusiva que, con la recuperación del precio del petróleo en 2003, le permitió utilizar unos US$650 mil millones para implementar políticas sociales como las Misiones y una agenda geopolítica ambiciosa. La parte revolucionaria, desde mi punto de vista ha sido la inclusión política, discusión que requiere más espacio que el que le puedo brindar aquí.

A partir del año 2009, debido a la crisis económica en los países centrales y a la caída de la producción del petróleo en Venezuela, es que comienzan la crisis del modelo chavista. Allí empezó la espiral descendente, siempre al ritmo del precio del petróleo, que estaba a US$140 por barril en junio del 2008 y bajó a US$100 en 2010 y actualmente bajó a US$50 dólares. La situación en estos años no ha cambiado en su dinámica, sólo se ha profundizado: la inflación pasó del 20% al 60%, un nivel de pobreza aumentó 15%, el dólar paralelo con un precio 20 veces superior al oficial, la escasez que llega a productos básicos, las colas más largas y la violencia en las calles en franco crecimiento. Pero no hay mucha novedad.

¿Qué hay de nuevo? Lo que hay de nuevo es algo que nadie supo prever: el barril de petróleo se encuentra en este momento a US$38. El lector podrá tener una idea de que si la economía sufrió en 2009 con un precio a US$100 por barril, cuál es la situación a US$38, sumando a que el país produce la mitad que hace 15 años. El impacto de esta situación todavía no llega a los venezolanos, porque todavía se está viviendo de las rentas de setiembre-octubre cuando el barril todavía estaba a US$90. Este precio y volumen hacen que la economía venezolana sea simplemente insostenible -el nivel de sostenibilidad está calculado en US$70. Este factor sí cambia el juego político porque ya no es un problema de escasez, sino que significa que al gobierno le faltan US$20.000 millones para mantener los niveles mínimos de gasto para mantenerse a flote; y vale la pena recordar que no tiene los ahorros ni tampoco acceso a capitales con los que pueda suplir ese hueco. La pregunta es ¿cómo se sale de esto?

Lo doloroso no se podrá evitar, pero a mediano plazo se sale con propuestas y liderazgos políticos, y allí es donde pareciera haber la mayor escasez. El gobierno de Maduro hace la plancha sin dar respuestas a la crisis económica. A pesar de que ya Chávez había alertado al ganar las elecciones del 2012 sobre la necesidad de dar un "golpe de timón", la creatividad del actual presidente se circunscribe a seguir culpando a la oligarquía de una "guerra económica", y apuesta a iniciativas como su reciente viaje infructuoso a China, Rusia e Irán para pedir ayuda. Como resultado, la legitimidad del gobierno se va diluyendo, su poder se va atomizando y ha perdido casi completamente la iniciativa política e ideológica. El apoyo al gobierno ha ido bajando al son del petróleo, encontrándose en 30%. No es que no exista tal "guerra económica", hay evidencia de tal, pero el relato es muy difícil de sostener cuando un reciente estudio de las universidades más prestigiosas del país muestran que el 48,4% de los venezolanos se encuentran bajo la línea de pobreza, un nivel más alto que el de 1998 cuando comenzó el proceso revolucionario. Como dijo recientemente Jorge Giordani, ex ministro de Chávez y de Maduro, en una entrevista al portal Notitimes.com, existe la necesidad de asumir la crisis, pero porque "en Venezuela ya se habla menos de socialismo, a la palabra revolución la van a desaparecer del diccionario”.

En la oposición, el escenario es quizás más desalentador aún en la cual los principales actores siguen sin articular propuestas o alternativas creíbles, y cada uno parece incapaz de salir de su pequeño espacio. Las alternativas de la MUD se limitan a pensar entre "la salida" y "el diálogo", en la cual Corina Machado hace asambleas en solitario por el interior del país, y Capriles pasa de oponerse a "la salida" para pasar a proponer una especie de "Guarimba light". Es decir, cada uno parece representarse a sí mismo sin lograr capitalizar la pérdida de legitimidad del gobierno. Las únicas miradas frescas provienen de sectores chavistas críticos como el grupo Aporrea, quienes discuten ideas, programas y proponen medidas concretas sin cambiar el modelo; o el grupo de Brava Palabra quienes mediante su referente principal, Julio "Coco" Jiménez Gébler buscan visibilizar preocupaciones sociales desde asambleas barriales y en las colas de mercado.

La pregunta es ¿podrá esta situación aguantar hasta que los precios del petróleo vuelvan a subir? ¿Qué respuesta dará el gobierno frente al descontento social? ¿Más control social? ¿Podrá sostener el creciente descontento dentro de sus propias filas? ¿Será posible de que la clase política proponga algo más que mecanismos para distribuir la renta petrolera? Las respuestas a estas preguntas llegarán en los próximos cuatro o seis meses que es cuando se sentirá la drástica caída del precio del petróleo en las arcas estatales. Tendremos que estar atentos.

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