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Otra cumbre de la ONU sobre el clima: a la espera del salto cuántico político
Mar, 01/12/2015 - 13:03

Barbara Wesel

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Barbara Wesel

Barbara Wesel, corresponsal de DW en Bruselas.

Comienza una vez más el regateo en torno a los objetivos climáticos. Se trata de establecer la cifra mágica de un máximo de 2 grados de calentamiento de la Tierra, de una vez por todas, como un límite vinculante para todos. De esa forma se podrían frenar en cierta medida las peores consecuencias del cambio climático; eso es lo que esperan los científicos. El último intento de acercarse a esa meta fracasó estrepitosamente en 2009 en Copenhague. Desde entonces, dejando de lado intentos a regañadientes, impera el estancamiento.

Suenan las alarmas. 2015 fue el año más caluroso desde el comienzo de los registros meteorológicos y, al mismo tiempo, la cúspide del quinquenio más cálido jamás registrado. Los científicos reportaron desastrosas lluvias, por ejemplo en China y Sudamérica; tormentas provocaron daños récord, por ejemplo en las Filipinas. Y las islas del Pacífico, en peligro de desaparecer, hacen sonar las alarmas con cada vez mayor desesperación.

Solo completos ignorantes, que esconden la cabeza en la arena y no quieren ver el peligro, niegan todavía que el futuro de todos se ve amenazado por las consecuencias del cambio climático. Desgraciadamente se cuenta entre ellos el Partido Republicano de Estados Unidos. Pero el presidente Barack Obama ve entretanto un acuerdo exitoso en materia climática como parte de su legado político. Incluso China, convertido en el mayor contaminante del aire a nivel mundial, está ahora dispuesto a anunciar al menos una reducción de sus emisiones de dióxido de carbono.

Más intenciones que compromisos. Hasta el inicio de la conferencia de París, más de 170 países habían presentado una declaración de intenciones. Pero eso no es motivo de optimismo: incluso si se cumplieran todos los anuncios, la temperatura aumentaría tres grados. Y eso es demasiado, de acuerdo con los científicos. También el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, ha dicho que esos anuncios no bastan. Pese a algunos signos auspiciosos, la rueda de negociaciones vuelve pues a frenarse a pocos meses de la partida. El hecho de que los números no calcen es solo una parte del problema. Estados Unidos solo puede sellar un trato sobre la base de un acuerdo voluntario. Un tratado internacional vinculante podría ser bloqueado por el Congreso, dominado por los republicanos.

Además, hay muchos otros aspectos inciertos. Por ejemplo, cómo se comportará la potencia emergente India, o si los países en desarrollo recibirán suficiente dinero de los industrializados para compensar sus esfuerzos, y muchas cosas más.

No hay sitio para egoísmos nacionales. El éxito de esta conferencia sobre el clima dependerá de innumerables detalles, de la buena voluntad de todos los implicados y de que los anfitriones consumen un milagro en cuanto a generar acuerdos. El trabajo previo lo cumplieron. Cuando entonces un país como Polonia se posiciona en el último minuto, tras un cambio de gobierno, como un posible bloqueador, dan ganas de darse cabezazos contra la pared. En París no hay lugar para egoísmos nacionales; no están en juego las minas de carbón polacas, sino el futuro de la humanidad. Y este es solo un ejemplo de una larga lista de susceptibilidades individuales y deseos especiales que podrían impedir el éxito de las negociaciones.

Todas las metáforas de relojes que indican que el tiempo se acaba ya están desgastadas. Esta cumbre del clima tiene que reportar por fin un salto cuántico político. Porque desde el primer acuerdo de Kyoto hemos perdido casi 20 años. Con creciente desesperación, uno quisiera gritarles a los gobernantes reunidos en París: “¡Ninguna guerra, ningún problema económico, ninguna crisis de refugiados, ningún otro tema es tan importante como este; maldición, muévanse de una vez por todas!”.

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