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Perú y Bolivia, líderes insospechados
Mié, 17/09/2014 - 08:26

George Gray Molina

La trampa de renta media: ¿sí, pero cuál?
George Gray Molina

George Gray Molina es el Economista Jefe y Líder del Equipo regional de Desarrollo Humano y Objetivos de Desarrollo del Milenio en la Dirección Regional para América Latina y el Caribe del PNUD, basada en Nueva York. Proviene del Instituto Alternativo. Previamente, fue miembro de la sociedad de Lideres Globales de la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales Woodrow Wilson, en la Universidades de Princeton y Oxford. También fue investigador asociado del Centro de Investigación sobre Desigualdad, Etnicidad y Seguridad Humana (CRISE) de Oxford y miembro del Centro Dialogo Interamericano basado en Washington, DC. Entre 2004 y 2008, fue coordinador del Informe de Desarrollo Humano PNUD en Bolivia. Fue Director de la Unidad de Análisis de Política Económica del Gobierno Boliviano (UDAPE) y Director del Programa de Maestría en Política Publica de la Universidad Católica de ese país. Posee un Doctorado en Filosofía y Política de la Universidad de Oxford, una Maestría en Política Publica de la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard y un pregrado en Economía y Antropología de la Universidad de Cornell.

Andrés de Santa Cruz y Calahumana, presidente del Perú (1827), presidente de Bolivia (1829-36) y protector de la Confederación Perú-Boliviana (1836-1839) estaría alborotado por los últimos datos de pobreza de América Latina y el Caribe. La nueva serie estandarizada generada por Cedlas en La Plata, muestra que Perú y Bolivia lideraron en el ritmo de reducción de la pobreza en el periodo 2000-2012.

Bolivia redujo su nivel de pobreza en 32 puntos porcentuales y Perú lo redujo en 26 puntos porcentuales. La tendencia se aplica para la línea de pobreza de US$4/día (para la línea de US$2,5/día, Ecuador, Bolivia y Perú lideran en reducción de pobreza extrema). El ritmo de logros de ambos países es impactante y levemente mayor al de Brasil y Chile, que tuvieron el mayor nivel de reducción de la pobreza en la década pasada.

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Los datos ponen a prueba las lecturas más ideológicas sobre política social y económica. Esbozo acá algunas hipótesis para explicar como dos economías tan distintas en orientación de mercado, integración comercial, niveles de inversión, penetración financiera y vertebración física, tienen resultados sociales casi idénticos en los últimos 14 años.

Primero, los falsos positivos. Es importante mencionar que tanto Perú como Bolivia parten de niveles altos de pobreza –que explican, en parte—los niveles acelerados de convergencia. Es más fácil pasar de un 60% de nivel de pobreza a 30%, que pasar de 30% a 0%. Los logros finales cuestan más en términos fiscales, institucionales y de capacidades. Aun así, las tasas de reducción de la pobreza de ambos países se asemejan más a una trayectoria asiática de desarrollo que a la latinoamericana.

Es poco probable que el “modelo económico” de cada país explique la trayectoria observada. Sería francamente incongruente. El modelo peruano –de libre mercado, abierto a la inversión privada, con una orientación comercial hacia Asia– tendría buenos logros gracias a su política de apertura y liberalización. El modelo boliviano –una economía nacionalizadora, que regula precios y sectores económicos según una estrategia alter-globalizadora–tendría buenos logros gracias a la alta participación del Estado en la economía. Este círculo no cuadra.

Política monetaria del boom y fiscalidad. Al analizar la política económica, observamos algunas convergencias entre los dos países. Tanto Perú como Bolivia sostuvieron estrategias monetarias expansivas durante el boom económico. Lejos de aplicar políticas anti-cíclicas, acomodaron el auge de exportación de materias primas con políticas monetarias de alta liquidez –interviniendo, de manera estratégica, ante brotes inflacionarios. En Perú creció la masa monetaria en 7% entre 2005-2010, en Bolivia en 9% –mientras que creció en un 3% en promedio en el resto de la región.[1]

Segundo, el boom externo también generó excedentes fiscales –y políticas fiscales expansivas– que fueron re-invertidos en los dos países, con un efecto sobre el stock de infraestructura física. Este es particularmente importante para Bolivia, que tuvo un windfall fiscal de la renta del gas natural –con un crecimiento de la recaudación fiscal del 36% entre 2005-2012, pero también para el Perú que mantuvo un crecimiento de la recaudación del 15% en el mismo periodo.[2]

Ambos países acomodaron el boom externo con políticas fiscales y monetarias expansivas.

¿Transferir o no transferir?. A pesar de los aumentos en el gasto social, tanto Perú como Bolivia muestran relativamente bajos impactos redistributivos –después de sumar/restar gastos y tributación al ingreso de mercado de los hogares. Si bien ambos expandieron transferencias condicionadas y no condicionadas a hogares pobres, la evidencia muestra que el impacto sobre el Gini fue relativamente bajo –11 puntos porcentuales del Gini en Bolivia, 8 puntos en Perú, comparados con 33 puntos porcentuales en la Argentina o 23 puntos en Uruguay.

Ambos países están lejos del esfuerzo fiscal de Brasil o Uruguay, o de la eficacia del gasto social de Chile. Las descomposiciones econométricas sugieren que ni en Perú ni en Bolivia las transferencias sociales explican más que el 15% de a reducción de la desigualdad observada.

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El mercado laboral. En el mercado laboral observamos la mayor convergencia entre los dos países. El crecimiento de la demanda interna, que explica el 60% del crecimiento económico del PIB en Perú y el 64% del crecimiento del PIB en Bolivia, generó brotes de empleo en los sectores de servicios y primarios –de baja calidad laboral, pero suficientemente dinámicos como para generar ingresos laborales en la base de la pirámide social. Esto queda claro de las descomposiciones econométricas de reducción de la desigualdad de los dos países –donde el ingreso laboral explica entre el 40 y 50% del efecto neto.

La mala noticia es que la productividad total de factores no se ha incrementado de manera sostenida, aunque en Perú es el doble que en Bolivia. El dinamismo observado se debe más a las contribuciones del mercado laboral que a un aumento en la productividad total de factores. En Bolivia, la mano de obra (L) explica cerca del 70% del crecimiento del PIB entre 2002 y 2013, mientras que en Perú L explica un 50% del crecimiento del PIB.[3] Los últimos datos de la Cepal sugieren que la productividad total de factores de ambos países está aún por debajo del promedio regional.

Algunas divergencias. La economía peruana atrae un alto nivel de inversión privada –que promedia 19% en los últimos 10 años. La economía boliviana muestra más bien una trayectoria de incremento de la inversión pública –con un menor ritmo privado, cercano a 8% en el mismo periodo.

Finalmente, Perú muestra un perfil de reducción de la pobreza predominantemente rural, mientras que Bolivia ve logros en áreas rurales y urbanas del mismo nivel. Esto se debe tanto a diferencias de distribución poblacional, como a diferencias en el crecimiento del sector de servicios en áreas urbanas y rurales de Bolivia vis a vis el sector primario.

Reflexión final. La tentación de atribuir los éxitos sociales peruano-bolivianos a un “modelo económico” liberal/estatal no se condice con los datos. Algo interesante de este ejercicio es comprobar que existe más que una vía para acelerar los logros sociales y económicos en la región. No hace falta consagrar un “modelo” único.

Una nota de cautela, es que ambos resultados se construyen sobre un extraordinario auge de precios de commodities y una posición keynesiana expansiva de política monetaria y fiscal. Entender las estrategias comunes que acomodaron el auge ayuda a avizorar las debilidades y fragilidades de cada trayectoria, y preparar el terreno a un periodo menos generoso de crecimiento económico a futuro.

*Esta columna fue publicada originalmente en el Blog Humanum del PNUD

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