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Petro-Perú y la dignidad nacional
Mar, 29/07/2014 - 15:07

Alfredo Bullard

¿Petroperú compite en igualdad de condiciones?
Alfredo Bullard

Alfredo Bullard es un reconocido arbitrador latinoamericano y autor de "Derecho y economía: El análisis económico de las instituciones legales". Es socio del estudio Bullard Falla y Ezcurra Abogados.

9 de Octubre de 1968. La dictadura militar de Juan Velasco Alvarado nacionaliza la International Petroleum Company que venía explotando el petróleo de los yacimientos de “La Brea y Pariñas”.

Abril, 2013. El presidente Humala se reúne con funcionarios de Repsol para discutir la posibilidad de que Petro-Perú compre la Refinería de la Pampilla. El simple anuncio genera incertidumbre sobre la actitud del gobierno en torno a la participación estatal en la economía. La confianza empresarial es duramente afectada. Los efectos negativos en los índices de inversión se extienden hasta hoy y explican en parte la desaceleración de la economía.

Mayo, 2013. Solo dos semanas después, el gobierno retrocede ante la presión de la opinión pública. Pero el daño de anunciar repotenciar a Petro-Perú ya estaba hecho.

Mayo, 2014. El presidente coloca la primera piedra de la modernización de la Refinería de Talara, de propiedad de Petro-Perú. La obra significa una inversión de US$3.500 millones, de los cuales US$2.730 millones serán financiados por el mismo Petro-Perú.

En su discurso el presidente Humala señaló que “esta propuesta de Talara es decirle que Petro-Perú, después de muchos años, se pone nuevamente los pantalones largos y tendrá un rol protagónico en lo que es la producción, la refinación y la distribución del petróleo. Y lo hemos hecho de manera responsable, y no de manera populista. Lo hemos hecho con responsabilidad...”.

Y luego añadió, recordando al general Velasco y la nacionalización de la Brea y Pariñas: “También está el tema de la dignidad. Porque la historia del petróleo y de Talara es una historia de la dignidad. Por eso, el día 9 de octubre era el Día de la Dignidad Nacional”.

30 de Junio 2014. Petro-Perú, como había anunciado Humala, asume su rol protagónico en la actividad petrolera y causa un derrame de petróleo en el Tramo I del Oleoducto Norperuano, en la localidad de Cuninico. Las consecuencias en la flora y fauna son devastadoras.

Organizaciones ambientalistas como Oxfam o personajes como el Padre Arana no reaccionan ni dicen nada. Santos, el presidente regional de Cajamarca, famoso por su oposición al proyecto Conga, tampoco. Quizás sea porque está preso enfrentando cargos de corrupción. Mientras tanto, entidades del gobierno a cargo de proteger el medio ambiente reaccionan tarde, mal y nunca.

A los pocos días se divulga que Petro-Perú contrató menores de edad, sin ninguna protección, para labores de limpieza del desastre. Las autoridades laborales reaccionan como las ambientales.

Julio 2014. El ministro de Energía y Minas anuncia que Petro-Perú ingresará a una etapa de reorganización y el directorio será modificado. “Creemos que el actual directorio no está cumpliendo los objetivos de la empresa y vamos a hacer algunos cambios, incorporando un nuevo grupo de personas y combinando aquellas con experiencia con otras de alta transparencia para sacar nuestros proyectos adelante”, observó.

Mientras tanto la población se pregunta si esa es la empresa que iba a manejar una inversión de 3.500 millones de dólares en la refinería de Talara.

28 de Julio 2014. En su discurso a la Nación el presidente Humala anuncia la privatización de Petro-Perú. “No podemos admitir que Petro-Perú afecte así la dignidad nacional. Los errores hay que corregirlos”. La opinión pública no sale de su asombro.

Todo lo dicho es cierto, salvo lo último. Podemos esperar hoy, lunes 28, para saber si se cumple. Pero por supuesto que no se cumplirá. Pasaremos fiestas patrias bajo la indignidad causada por una empresa mediocre y dañina para nuestra economía, nuestro medio ambiente y nuestros niños, y que fue anunciada por el propio presidente hace solo un par de meses como adalid de la dignidad del país. Pero su dignidad es tan oscura como el petróleo que derrama.

*Esta columna fue publicada con anterioridad en el centro de estudios públicos ElCato.org.

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